Los presupuestos, para Podemos, son un punto de partida para la creación de un “bloque histórico” que afronte el reto de la “reconstrucción” tras la crisis.
El PSOE, con su acercamiento a Cs busca romper el bloque de las derechas, la foto de Colón, que gobierna en comunidades autónomas como Madrid, Andalucía y Murcia.
En ERC se debaten entre seguir con la confrontación simbólica con los postconvergentes o priorizar en una política más realista con la situación.
Mucho se lleva ya escrito sobre el tema y solo divisamos la punta del iceberg. Las negociaciones de los Presupuestos Generales del Estado, uno de los capítulos esenciales de la novela política. Hay mucho en juego, y no solo por lo que significan estos presupuestos propiamente en términos numéricos y materiales: la pista de aterrizaje española de los fondos europeos y la adaptación de las cuentas al contexto de la pandemia. También se vislumbrará, dependiendo de qué mayoría parlamentaria apoye las cuentas, cuál es la “dirección de Estado” que escoge Pedro Sánchez.
Y es que para Unidas Podemos es este un asunto prioritario. El flirteo de PSOE con Ciudadanos, ovacionado por alguna prensa económica y madrileña, entra en una contradicción evidente con la naturaleza de la coalición gubernamental. Los de Pablo Iglesias pidieron el voto en las generales de 2019 precisamente “para evitar que el PSOE pacte con Ciudadanos”.
La contradicción, por tanto, además de económica, pues los programas económicos de los naranjas y morados son antagónicos, es política. Para Unidas Podemos no solo están en juego unos presupuestos, sino la mayoría con la que sacar adelante leyes sociales el resto de la legislatura y, sobre todo, con la que diseñar la llamada «reconstrucción» y modernizar el modelo productivo español. De momento, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y Nacho Álvarez, secretario de Estado de Derechos Sociales y responsable económico de la formación morada, ya trabajan en un primer borrador del Gobierno de coalición, que presentarán Sánchez e Iglesias en los próximos días.
Los PGE son, por lo tanto, un punto de partida y no un objetivo en sí mismos para el grupo confederal de Unidas Podemos. Las cuentas públicas son, para los morados, un paso muy importante para el camino que hay que desarrollar después, la adaptación del sistema productivo a la nueva época posterior a la pandemia. Iglesias se vuelca, por tanto, en forzar el entendimiento de la mayoría de la investidura del pasado mes de enero: PSOE, Unidas Podemos, ERC, PNV, EH Bildu, Más País, Compromís, BNG, Teruel Existe, además de nacionalistas canarios y regionalistas cántabros. Un bloque que se contrapone al de las tres derechas y ultraderechas de PP, Vox y Ciudadanos.
Dos ideas de país, dos proyectos distintos. El PSOE, por su parte, con sus acercamientos a Ciudadanos juega a romper el bloque de las derechas, la foto de Colón, que gobierna en comunidades autónomas como Madrid, Andalucía y Murcia. Quizás, nuevas alianzas para intentar fragmentar alguno de estos gobiernos. Mención especial a Madrid, donde la gestión de la pandemia de Isabel Díaz Ayuso está en la picota y una moción de censura, para que resultara exitosa, necesitaría contar con el beneplácito de Ignacio Aguado, el vicepresidente de Ciudadanos. Inés Arrimadas, que ha conseguido cambiar la tonalidad del naranja en los meses de pandemia repudiando la estrategia de Albert Rivera, persigue hacer la respiración asistida a su formación, tras el golpetazo de noviembre. A pesar de esto, el secretario de Organización socialista y ministro de Fomento, José Luis Ábalos, apostaba ayer por intentar reeditar los apoyos de la investidura para las cuentas.
Iglesias profundizaba ayer en una entrevista en Público sobre la idea de la creación de una “dirección de Estado” alternativa. Que formaciones que nunca han participado en la gestión del Estado entren a llevarla a cabo. Una idea que ya había lanzado el año pasado, en diciembre, en un acto en el Congreso junto al periodista Enric Juliana. En aquel acto, ya reconocía el protagonismo de fuerzas como ERC, a quien deseaba pronto en la Presidència de la Generalitat, PNV y EH Bildu para este proyecto político alternativo para el Estado. Ayer, en Público, declaraba: “Tenemos una oportunidad de que haya una dirección de Estado diferente en las próximas décadas, donde va a estar el PSOE, donde vamos a estar nosotros, pero donde van a estar también otras fuerzas políticas que al igual que nosotros, han sido excluidas históricamente de la gestión del Estado en España”, en referencia a ERC, PNV, EH Bildu y otras fuerzas territoriales.
Los presupuestos, por lo tanto, desde la lectura de Podemos, son un punto de partida para la creación de un “bloque histórico” que afronte el reto de la “reconstrucción” tras la crisis sanitaria, económica y social generada por la pandemia, pero también que no olvide otras crisis que han quedado sepultadas por la covid-19, como la cuestión territorial, con el problema de la España vaciada, la crisis medioambiental o la institucional. Más allá de los “pactómetros” que copan los titulares estos días y entretienen a las audiencias, presupuestos sí, presupuestos no, Iglesias ve en la mayoría de la investidura la que puede marcar la dirección del país durante los próximos años o, incluso, décadas.
En este sentido, el PNV ya se ha referido a que prefiere unos presupuestos con el bloque de la investidura que con Ciudadanos. No obstante, los jetzales podrían no tener problemas en acordar bilateralmente con el Gobierno para apoyar las cuentas aunque este esté negociando al mismo tiempo con Arrimadas. Los nacionalistas mantienen una estrecha relación con los socialistas, reeditan la coalición gubernamental en Euskadi y la líder del PSE, Idoia Mendia, pasa a ser vicelehendakari del ejecutivo vasco. Momento dorado entre las veteranas formaciones, PNV y PSOE.
Por su parte, en EH Bildu, creen que si el Gobierno de coalición se posiciona claramente en favor de hacer políticas de izquierdas, hay margen para apoyar los presupuestos. Eso excluye a Ciudadanos, formación de la cual los independentistas vascos solo esperan políticas neoliberales en lo económico y centralistas en lo territorial. “No se puede contentar a tirios y troyanos”, pronunciaba ya en julio el diputado Oskar Matute desde la tribuna del Congreso. Para los aberzales, la situación de los presos vascos es un tema que debería recibir más atención por parte del Gobierno de coalición. El Gobierno, hasta ahora, no ha avanzado en esta cuestión.
“Ciudadanos no es que sea incompatible con Esquerra, es incompatible con la izquierda”, advertía la semana pasada Gabriel Rufián. El de ERC advierte que su grupo «no se excluye de la negociación presupuestaria, le excluyen». Las encuestas dan victoriosa a Esquerra en las catalanas, la sociedad parece premiar la política de entendimiento con el Estado frente a la confrontación constante pregonada por el sector de Carles Puigdemont y la CUP. Aún así, la presión de JxCat, una vez se inhabilite a Quim Torra como president, será enorme para que no acate la decisión de la Justicia. Sin embargo, los republicanos se debaten entre seguir con la confrontación simbólica con los postconvergentes o priorizar en una política más realista con la situación socioeconómica actual, sin, por ello, renunciar a su estrategia de sumar adeptos a la causa republicana e independentista. No se niegan a acordar los PGE, a pesar de los cantos de sirena que les excluyen de esta opción: «En cuanto a Sanidad, Educación, Inversiones, Igualdad se refiere, es falso decir que es lo mismo negociarlos con Ciudadanos o Esquerra», reiteran fuentes parlamentarias republicanas.
De momento, de la reunión entre Sánchez y Rufián de la semana pasada, el republicano se llevó el compromiso del presidente de convocar la mesa de diálogo en los próximos días. Mientras, el espacio postconvergente se pulveriza. La ruptura de JxCat y PDeCat deja a cuatro diputados nacionalistas catalanes en el bando opuesto a Puigdemont. Cuatro diputados, en un escenario tan fragmentado, es una suma considerable. Podrían salir las cuentas sin ERC y sin Ciudadanos. Las estrategias de los partidos entran a jugar fuerte en la negociación presupuestaria. Las mayorías que se establezcan pueden marcar la legislatura y el futuro político del Estado.
Sea el primero en desahogarse, comentando