A tí, Laura

No hemos llegado aún al tiempo de Navidad o quizá sí porque ya cantó Mariah Carey en Madrid su All I want For Xmas is You, (Todo lo que quiero por Navidad eres tú) dicen los que saben, y ya tenemos teñido el alma de dolor y encogido el corazón al saber que tú, Laura, ya no estás con nosotros. Estas navidades no existen para las mujeres ni para lo hombres de bien porque tu cuerpo ha sido encontrado en una triste mañana de diciembre.

No existen palabras que justifiquen las acciones violentas de los seres humanos porque todavía, en el siglo de la tecnología, nos seguimos matando impunemente. No puede conjugar el verbo perfecto para hablar sin desmoronarme de una persona que por su salud mental quizá sin tratar, decidiera acabar contigo tras seguirte.

No puedo intentar ponerme en tu lugar, porque como mujer, te sentiste amenazada, extorsionada, viviste dentro de la escena el peor de los horrores, el ser la víctima de ese verdugo que decidió que no vieras el año 19. Y precisamente tú, querida, que apenas has tenido tiempo para vivir, porque vivir es una empresa difícil, esto que se llama vida es complicada de manejar y la justicia, la lucha de todas nosotras a la que tú te sumaste aquel 8 de marzo, no ha hecho más que empezar. “Tu oportunidad eres tú” decías…

Una mujer no puede salir sola por la noche, no puede ir a correr a las cuatro de la tarde, no puede verse atada al yugo de la fuerza porque obviamente ellos pueden más. No son los hombres, no son todos los hombres, no podemos juzgarlos como si en un saco se metieran todos; los malnacidos, los asesinos, los que no tienen dignidad con los hombres de bien, los padres de familia, los buenos hombres que codo con codo trabajan con las mujeres y conviven en paz con ellas. No son los hombres como no son los gitanos. Ni los primeros son impresentables ni los segundos matan porque sí. No todos son machistas, no todos son odiosos, no empecemos a cortar por ahí.

No sé qué palabras de consuelo son las adecuadas para darles a tus padres el pésame sin ser torpe, ni tampoco sé qué decirle a tu novio que sí sabía que temías porque un vecino te observaba, ni para todos aquellos que te esperaban esta Navidad en Zamora. No existen porque entre las que alcanzamos a pensar, solamente están aquellas tildadas de odio, de impotencia, de dolor, de absoluta repugnancia porque Bernardo Montoya, no tiene derecho a vivir con la cabeza alta.

Ahora vendrán los comentarios acerca de la etnia gitana a la que pertenecía  y el odio en las redes que ya se palpa en cada tuit. No nos hace falta mucho para saltar pero en este caso, en el tuyo Laura, un asesino confeso, con amplio historial delictivo te ha matado al igual que mató hace tres décadas a una anciana y sobre eso no hay mucho más que añadir.

Laura, tú no querrías que tu muerte no sirviera para nada. En tu afán estaba el de proteger a las mujeres y luchar por su igualdad; educar en valores a tus alumnos y cruzaste varias provincias porque iba a ser una buena oportunidad de avanzar.

No podemos caer en el odio que genera la desesperación de esta circunstancia que nos hace más pequeñas aún, si cabe, más impotentes ante la violencia machista. No existe igualdad, no existen políticas sociales aún y sobre todo, las condenas sobre este tipo de individuos hacen que el que delinque, vuelva a hacerlo; el que viole, tenga un 80 % de posibilidades de reinicidir y que lo que hoy parece una injusticia luego sea una persona más que muere.

No debemos consentir que el nombre de Laura desaparezca y quizá, cuando miremos la vista atrás en este año de horror ante la violencia de género podamos recordar que como ella, Marta del Castillo, Sandra Palo, Diana Quer y otras muchas más, no pudieron salir corriendo; murieron a manos de la sinrazón y están en el mismo lugar, con el mismo honor y con la misma fuerza representando a la mujer en España, que todavía, a un mes del año 19 no es libre. ¡Manda huevos, Señorías!

A tí, Laura, todo lo que hubiera querido por Navidad es que hubieras aparecido sana y salva. Mi admiración y reconocimiento, descansa en paz.

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