«No es política, es supervivencia», la sanidad pública andaluza agoniza secuestrada por el PP de «la mayor inversión de la historia»


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por Perico Echevarría

 

 

Sábado, 10 de mayo de 2025. A veces, la realidad irrumpe sin permiso entre algoritmos y tendencias. Una mujer graba a su madre en urgencias. Un joven habla al móvil desde la puerta de su centro de salud cerrado a mediodía. Otro cuenta que le han dado cita para dentro de seis meses. No son campañas políticas ni producciones al uso. Son fragmentos de realidad grabados con el pulso de quien ya no espera nada del sistema, pero aún confía en que alguien escuche.

La sanidad pública andaluza es hoy, si no la principal y más acuciante, una de las mayores preocupaciones sociales en la región. Sólo equiparable, en todo caso, a las cifras de paro y la escasa calidad del empleo que se crea en Andalucía, condicionado por la temporalidad de la agricultura y el sector de servicios y ocio. Las encuestas lo confirman y las movilizaciones lo expresan en la calle. Es un problema sostenido que atraviesa la vida cotidiana de millones de andaluzas y andaluces y que las instituciones no están sabiendo o no quieren abordar.

En este sentido el debate público sigue dominado por el marco de belicismo permanente impuesto desde la sala de máquinas del Partido Popular. La Junta de Andalucía de Juan Moreno centra la conversación en conceptos como la “herencia recibida” frente a «eficiencia» o «colaboración público-privada», trufados de “el mayor gasto en sanidad pública de la historia” y otras grandilocuencias  mientras propicia el deterioro progresivo del sistema sanitario andaluz. Saturación de la atención primaria, listas de espera crónicas, y una inversión que, histórica en cifras, alimenta cada vez más al sector privado concertado. Más dinero no es más ni mejor sanidad pública, máxime cuando se convierte en mero negocio.

Ni los partidos progresistas ni los sindicatos de clase, la izquierda, saben o pueden romper ese marco. En vez de disputar el fondo, caen en la trampa de las formas, en el barro en el que la derecha se maneja como nadie y logra salpicarlo todo. No articulan un relato claro que conecte con la experiencia real de la mayoría social. Su discurso queda atrapado entre el diagnóstico técnico, la denuncia genérica o el señalamiento personal. Ahí la derecha también se crece, no nos perdamos.

El resultado es una desconexión de la ciudadanía que se agrava. Si más de 20.000 personas se manifiestan en Sevilla el pasado abril convocadas por la Marea Blanca, el gobierno andaluz del PP denosta las movilizaciones, profiere calificativos despectivos y siembra dudas sobre las personas que se manifiestan mientras esgrime, impasible el ademán, «la mayor inversión de la historia». Sin explicar por qué esa inversión no se traduce en mejoras perceptibles, sino todo lo contrario. Los informes de las asociaciones para la defensa de la Sanidad Pública sitúan a Andalucía como una de las comunidades con peores servicios del Estado. Hasta en sus momentos más discutidos, la sanidad pública andaluza seguía siendo el mayor activo de la comunidad autónoma, “la joya de la corona” se decía. No hace tanto de eso. Apenas seis años, y ya es sólo un recuerdo devenido anhelo.

En este contexto, no extraña que sean los usuarios y profesionales del sistema quienes hayan empezado a relatar lo que ocurre y liderar movimientos de base en defensa de lo público. En un marco donde la institucionalidad ha dejado de ser un canal, acudir a las redes sociales documenta ese vacío.

Miles de personas las están utilizando para contar lo que ocurre en la sanidad pública andaluza. Desde pasillos de hospitales, desde salas de espera o desde casa. Sin guion, sin estructura, sin respaldo. No son campañas ni estrategias, pero sus relatos coinciden en lo esencial: describen un sistema saturado, desbordado, que ya no responde a las necesidades reales de las andaluzas y los andaluces. Lo que los une no es el formato, sino la necesidad de registrar una realidad que las instituciones, los partidos y -también- los grandes medios generalistas han dejado fuera del marco.

Entre los muchos testimonios que cada día circulan en redes —personales, directos, grabados sin más medios que un teléfono— hay algunos que resumen especialmente bien lo que vive buena parte de la población andaluza. No por su viralidad, que acaba siendo “la noticia”; porque ponen palabras e imágenes a una situación creada y sostenida sin respuesta política ni cobertura rigurosa.

Uno de ellos lo protagoniza Francisco, paciente de cáncer en estadio 4 y vecino de La Línea de la Concepción (Cádiz). Durante ocho meses no recibió tratamiento. No porque no lo necesitara, sino porque su caso quedó estancado entre derivaciones internas, protocolos paralizados y una administración que no respondía. Francisco decidió contarlo desde casa, en un vídeo breve y sereno, donde relata con claridad que su vida seguía en pausa mientras el SAS no daba señales. Su testimonio se compartió miles de veces. Días después, el sistema reaccionó: fue llamado para iniciar la quimioterapia. Pero el problema de fondo no se resolvió. No se trató de una rectificación, sino de una excepción activada por la presión pública.

Otro, editado con tono de documental corto y compartido en la red X, abre esta pieza (arriba) y combina cifras y denuncia directa. Más de 800.000 personas en listas de espera. Andalucía entre las comunidades con peores indicadores de atención. Un sistema que deriva más de 500 millones de euros anuales a conciertos privados mientras pacientes mueren esperando diagnóstico. La pieza no exagera: enumera. No es política mal entendida, es supervivencia.

Testimonios que no compiten ni reclaman protagonismo. No sustituyen el relato institucional; evidencian su fracaso. Tienen más alcance, likes  y conexión que cualquier comparecencia oficial o editorial de periódico. No por su forma, sino porque expresan una realidad que quienes deberían representarla han abandonado o distorsionado. No inventan nada. Muestran lo que está pasando.

El deterioro de la sanidad pública andaluza no es un efecto colateral, ni una señal de ineficiencia: es el resultado de una forma de gobernar que traslada recursos públicos al sector privado mientras neutraliza el debate real con cifras parciales, comparaciones interesadas y esa confrontación permanente que lo contamina todo. La derecha, el Partido Popular,  la impulsa con verdadera solvencia y comodidad rayana en el jolgorio. La izquierda no sabe romper ni salirse de ese marco. Y los grandes medios replican a diario el guion sin salirse del encuadre.

En ese contexto, los testimonios desde salas de espera, pasillos, habitaciones de hospitales domicilios o móviles en mano no son fenómenos ni campañas: son pruebas. Es el coste real de esa estrategia. El retrato de la sanidad pública andaluza que agoniza.

📌 Lo que está en juego no es el futuro: es el presente del sistema sanitario público

 

 

 

 

El vídeo con el que se abre esta pieza no informa: interpela. No especula: acusa.

Con datos, nombres y hechos que no admiten matices. Más de 800.000 personas esperan una operación en el sistema sanitario español. Andalucía está a la cabeza. Hay pacientes oncológicos, cardíacos y respiratorios que no llegan a ser atendidos a tiempo. Algunos mueren esperando que los llamen. El sistema no está colapsando: está siendo vaciado.

Mientras tanto, más de 500 millones de euros públicos se desvían hacia clínicas privadas mediante conciertos sanitarios. Lo que no se puede atender en los centros públicos se ofrece como “alternativa” a través de seguros privados. Y quienes trabajan en el sistema lo hacen con salarios bajos, medios precarios y una sangría de profesionales que huyen. No se trata de un problema futuro. Es ahora. La advertencia no es retórica: si no defendemos hoy la sanidad pública, mañana ya no habrá nada que defender.

Perico Echevarría es editor y director de lamardeonuba.es

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