
Nació en Salamanca, se crio en Galaroza y nunca ha salido de España. Pero Kevin Cristian Bouragba no tiene nacionalidad. A sus 24 años, no puede trabajar ni estudiar, y el Estado español le ha negado derechos que le corresponden desde niño. En este nuevo episodio de Conversaciones…, Kevin y su familia rompen el silencio y explican cómo es vivir durante décadas atrapado en un limbo legal.
Lunes, 24 de marzo de 2025. Kevin Cristian Bouragba nació en Salamanca hace 24 años. Fue abandonado por su madre —residente en España y de origen marroquí— cuando apenas tenía un mes de vida. Desde entonces, su única familia ha sido Dolores, Aurelio y Victoria, con quienes se crio en Galaroza, en la Sierra de Huelva. Kevin nunca ha salido de España. No habla otro idioma que el español. No conoce otro país. No tiene vínculos fuera. Pero el Estado español se empeña en recordarle que, legalmente, no pertenece a ningún sitio.
🗣️ Voces del limbo: Kevin y su familia, en sus propias palabras

Kevin: “Siento que llevo 25 años atrapado en un sistema que no me deja desarrollarme como persona”. «Me echaron del Instituto de Forestales a dos meses d eterminar los estudio sporque no tenía DNI“Me obligaron a cambiarme el nombre a uno más ‘marroquí’ para buscarme en Marruecos. Me dieron una sola condición: que empezara por A y terminara en L”.
Dolores y Aurelio (padres de acogida): “Queremos adoptarlo legalmente para que el día de mañana herede lo mismo que nuestra hija. Es nuestro hijo, no hay ninguna diferencia”.
Aurelio: “Los vecinos de Galaroza nos dijeron que si hacía falta se hacía una huelga. Que si había que ir donde hiciera falta, se iba. No iban a permitir que lo echaran”.
Victoria (hermana): “Nos echaron a voces de la Oficina de Extranjería. Dijeron que éramos una molestia y que no iban a hacer nada porque su caso era de. masiado complicado”.
Kevin: “Después de tantos años, lo único que quiero es trabajar, sacarme el carné, comprarme una casa algún día. Vivir como cualquier otra persona”.
Desde los seis años, Kevin empezó a sospechar que su situación no era “normal”. Con catorce, su familia acogedora empezó a preguntar más en serio. La respuesta institucional fue siempre la misma: promesas vacías, confusión burocrática y trámites que no llegaban a ninguna parte. Cuando ya era un adolescente, la administración le exigió un cambio de nombre para “buscar” un supuesto origen marroquí en registros consulares. Le pidieron que eligiera un nombre que empezara por “A” y terminara en “L”. Escogió “Abdul”. Desde entonces, es el que figura en sus papeles.
Hoy, Kevin sigue sin poder trabajar legalmente, estudiar, sacarse el carné de conducir o aspirar a una vida autónoma, como cualquier joven de su edad. “Llevo 25 años atrapado en un sistema que no me deja desarrollarme como persona”, resume en la entrevista concedida a Conversaciones…, el espacio que dirige y presenta Perico Echevarría para La Mar de Onuba, grabado este sábado, 22 de marzo, en Galaroza, junto a su familia.
En marzo de 2024, la Subdelegación del Gobierno en Huelva —encabezada por María José Rico— firmó una resolución en la que no solo se le denegaba a Kevin el permiso de residencia, sino que se le concedía un plazo de 15 días para abandonar el país. No Marruecos, ni ningún otro lugar: simplemente, irse. A un país que no ha pisado jamás. A una cultura y una lengua que no conoce. Lo contamos aquí.
La reacción del pueblo fue inmediata: más de mil firmas recogidas en una sola tarde, apoyo vecinal, muestras de solidaridad pública. En medio de la presión mediática, la subdelegada convocó a la familia a una reunión en la que, lejos de reconocer error alguno, les ofreció activar su red de contactos para ayudar a Kevin a “hacerse marroquí”. Les habló de una cita rápida con el cónsul y de un proceso que, con suerte, le permitiría empezar a tramitar la nacionalidad española… dentro de cinco años. La familia dijo que no. Aquí lo explicamos con detalle.
Kevin no es marroquí. Kevin es español. Y lo único que pide es que el Estado al que ha pertenecido toda su vida lo reconozca como tal.
La historia, que La Mar de Onuba ha seguido con rigor desde el principio, no termina ahí. Gracias a la queja elevada al Defensor del Pueblo Andaluz (que dio traslado de la misma al Defensor nacional, Ángel Gabilondo), la presión ciudadana y las publicaciones que visibilizaron el caso, la Subdelegación ha revisado su postura y ha remitido el expediente al Ministerio de Justicia. En un segundo escrito, se le informaba de las vías legales que siempre estuvieron a su alcance. Las mismas que meses antes se le habían negado. Lo documentamos también aquí.
La realidad es que Kevin cumple todos los requisitos legales: nació en España, vivió más de cinco años bajo tutela del Estado, y ha residido de forma continuada y legal durante más de diez años. Pero mientras la administración se enreda en sus propios errores, Kevin sigue sin papeles. Y sin derechos.
Lo que esta historia arrastra no es solo una injusticia individual, sino también el bloqueo de un proyecto vital y familiar. Dolores y Aurelio quieren adoptar legalmente a Kevin, como ya hicieron con su hija Victoria, para que su legado, sus bienes y todo lo que han construido pueda formar parte de la herencia de ambos. Pero el Estado se lo impide. Hoy, legalmente, Kevin no es su hijo. No puede heredar. No puede firmar un contrato. No puede avanzar.
Como él mismo reconoce en la entrevista, su sueño sería ingresar en el ejército o terminar sus estudios. De momento, su prioridad es poder trabajar, tener un sueldo, empezar a cotizar y, algún día, comprarse una casa. No pide favores. Pide lo que le corresponde.
Este episodio de Conversaciones… no solo da voz a Kevin y a su familia. Es también un recordatorio de las consecuencias reales —cotidianas, concretas, dolorosas— que tiene un sistema de extranjería y acogida plagado de negligencias, incoherencias y abandono institucional. Kevin es un símbolo, pero también una persona real, con una vida real, atrapada en un bucle kafkiano que no se puede justificar con tecnicismos. Como demostraron las redes y su pueblo: #TodosSomosKevin.
Y aunque su caso avanza, aunque el expediente se reabre y los plazos vuelven a correr, la herida ya está hecha. Es tiempo de repararla. Con hechos. Con papeles. Con dignidad.
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