Esta semana Estados Unidos firmaba un acuerdo de paz con los talibanes, terminando así una cruenta guerra de 19 años de la que los americanos finalmente se retiran con el rabo entre las piernas. La resistencia sin límites de los talibanes se impuso finalmente a la mayor maquinaria de guerra de nuestra época. Son muchos los autores y analistas que subrayan que esta guerra (como la de Irak) se engloba en la lucha por el control de los recursos energéticos y minerales de la región ¿En que se basa esta argumentación? Lo analizamos en este reportaje.
El 7 de octubre de 2001 Estados Unidos invadió Afganistán con el pretexto de «neutralizar» a los autores intelectuales del 11-S y derrotar al régimen talibán que daba cobijo, según fuentes estadounidenses, a líderes de Al-Qaeda como Osama Bin Landen.
Aquellos «muyahidines», fundamentalistas islámicos que en la década de los 80 eran tildados como «guerreros de la libertad» por occidente, armados y entrenados hasta los dientes por la CIA para acabar con la presencia soviética, se convirtieron en los nuevos actores del «eje del mal».
Poco importaban antes del 11S las vulneraciones de los más elementales derechos humanos llevados a cabo a golpe de fusil y Corán por los «Freedom Fighters» apoyados por los estadounidenses y la suerte del pueblo afgano. Esta vez, alguien había atacado Estados Unidos y era el «momento de intervenir», tal y como lo declararía Bush.
Los antiguos aliados se convirtieron en enemigos a batir y su país en una región a colonizar. Aprovechándose de la sed de venganza del pueblo estadounidense, la élite gobernante arrastró al país hacia el abismo, con el objetivo de marcar un tanto en el «pívot» de la geopolítica mundial. Pero la jugada no les saldría del todo bien.
El 29 de febrero de 2020, Estados Unidos y los Talibanes firmaron un acuerdo de paz, reflejo de entre otras cosas, de la incapacidad de ambos bandos de destruir o incapacitar militarmente al otro. Estados Unidos sabía casi desde el principio que luchaba en una contienda que no podía ganar militarmente, pero decidió seguir adelante, con la esperanza de controlar un territorio que se ha demostrado que es físicamente incontrolable.
¿POR QUÉ SE INVADIÓ AFGANISTÁN?
El 7 de octubre de 2001 aviones de EE. UU y Reino Unido bombardearon supuestos campos de entrenamiento de Al-Qaeda y las montañas de Tora Bora, región en el cual se escondía, supuestamente, Bin Landen.
Según Richard Clarke, encargado de la oficina antiterrorista de Estados Unidos durante los atentados del 11 de septiembre de 2001, las primeras acciones del Gobierno estadounidense fueron lentas y de poca envergadura.
«Al comienzo de la intervención solamente enviaron 11.000 soldados al país. Las fuerzas especiales tardaron dos meses en llegar al lugar donde estaba, supuestamente, Osama Bin Laden», afirmaría Clarke a la prensa estadounidense.
¿Si Osama Bin Laden fue marcado por los estadounidenses como el principal responsable del 11-S, cómo le dieron una ventaja de dos meses? ¿O acaso las intenciones eran otras?
Son muchos los autores y analistas que subrayan que la guerra de Afganistán (como la guerra de Irak) se engloba en la lucha por el control de los recursos energéticos y minerales de la región, o que este es un factor muy importante ¿En que se basa esta argumentación? Para contestar a esta pregunta debemos retroceder, por lo menos, hasta 1997.
En diciembre de este año, cuando George W. Bush era gobernador de Texas, altos delegados del movimiento Talibán visitaron Estados Unidos para debatir con ejecutivos locales del sector de la energía la construcción de un gaseoducto desde Turkmenistán (posee las sextas reservas de gas del mundo) hasta Pakistán pasando por Afganistán.
Los Talibanes estuvieron algunos días en suelo estadounidense y visitaron en numerosas ocasiones las instalaciones de la empresa Unocal en Sugarland, Texas. Según Unocal, la empresa disponía en aquellos instantes de acuerdos con Turkmenistán para vender su gas como con Pakistán para que lo comprara.
Unocal fue la compañía líder en la formación del consorcio Centgas, cuyo objetivo era llevar al mercado el gas natural desde el Campo de Dauletabad en el sureste de Turkmenistán, uno de los más grandes del país.
El gaseoducto, al transitar por Afganistán, pasaría cerca de las ciudades de Herat y Kandahar, cruzando a Pakistán cerca de Quetta y uniéndose a la tubería existente en Multan. En aquellos instantes también se estaba considerando una extensión adicional de 600 millones de dólares a la India (contemplado hoy en día).
Aunque Afganistán estaba sumida en la guerra civil, Unocal competía con la firma argentina Bridas para conseguir el acuerdo de la construcción del gaseoducto.
En noviembre de 1997, la firma Bridas anunció que estaba cerca de firmar un acuerdo de dos mil millones de dólares para construir el gaseoducto, que llevaría gas a lo largo de 1300 kilómetros desde Turkmenistán hasta Pakistán, cruzando Afganistán.
En mayo de ese mismo año, una radio controlada por los Talibanes en Kabul afirmó que la delegación argentina anunció que la construcción comenzaría en poco tiempo. Según la emisora de radio, tanto representantes de Unocal como de Bridas viajaron en numerosas ocasiones a la capital afgana los meses previos.
En noviembre de 1997, el Ministro Talibán de Información y Cultura, Amir Khan Muttaqui, afirmó que los talibanes estaban llevando a cabo conversaciones tanto con los estadounidenses como con los argentinos por los derechos de tránsito pero que no se había logrado ningún acuerdo final con ninguna de las partes. Unocal, por su parte, creía que tenía serias oportunidades de obtener el contrato.
El 31 de diciembre de 2001 el Presidente Bush nombró a un ex asistente de Uncoal, Zalmay Khalilzad, nacido en Afganistan, como enviado especial en el mismo país, nueve días después de que el gobierno interino respaldado por Estados Unidos y Hamid Karzai asumieran el cargo en Kabul.
Khalilzad estaba íntimamente involucrado en los esfuerzos estadounidenses para obtener acceso directo a los recursos de petróleo y gas de la región. Como asesor de Unocal, Khalizad elaboró un análisis de riesgos del gaseoducto propuesto y participó en conversaciones entre la compañía petrolera y los funcionarios talibanes en 1997.
Presionó públicamente en favor de una política más comprensiva del Gobierno estadounidense hacia los talibanes. En 1998, en un artículo de opinión publicado en Washington Post, defendió al régimen talibán contra las acusaciones de que era un patrocinador del terrorismo.
Los talibanes no practican el estilo de fundamentalismo anti-estadounidense practicado por Irán. Deberíamos estar dispuestos a ofrecer reconocimiento y asistencia humanitaria y promover la reconstrucción económica internacional. Es hora de que Estados Unidos vuelva a comprometerse con el régimen afgano – Washington Post (1998)
Khalilzad solo cambió su posición sobre los talibanes después de que la administración Clinton disparara misiles de crucero contra objetivos en Afganistán en agosto de 1998, alegando que los terroristas bajo la dirección de Osama Bin Laden fueron responsables de los atentados sufridos por las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania.
Un día después del ataque, Unocal puso a Centgas en espera. Dos meses después, abandonó todos los planes para un gaseoducto trans-afgano. Los intereses petroleros comenzaron a mirar hacia un Afganistán posterior a los talibanes, y también lo hicieron sus representantes en el establecimiento de seguridad nacional de Estados Unidos.
El 27 de diciembre de 2002, un año y cinco días después de que el gobierno talibán cayera y Hamid Karzai fuera nombrado presidente del Gobierno Provisional, los líderes de Turkmenistán, Afganistán y Pakistán firmaron el acuerdo que preveía la construcción del gaseoducto. El proyecto contó con el fuerte apoyo de los Estados Unidos, ya que permitiría a las repúblicas de Asia Central exportar recursos energéticos a los mercados occidentales dejando de lado las rutas de la Federación Rusa.
Debido a la inestabilidad y a que parte de la sección afgana atravesaba territorios controlados de facto por los Talibanes, el proyecto sufrió considerables retrasos hasta por lo menos el 2010. El 11 de diciembre de ese mismo año, los representantes de los tres países firmaron un acuerdo en Ashgabat para relanzar el proyecto.
La construcción del proyecto comenzó en Turkmenistán el 13 de diciembre de 2015 y se completó a mediados de 2019. La construcción del lado afgano comenzó el 24 de febrero de 2018, mientras se espera que la construcción en el lado pakistaní se complete en 2020. En diciembre de 2016 y enero de 2018, los talibanes prometieron cooperar y no interrumpir el proyecto en las áreas que controlan.
04El Emirato Islámico considera este proyecto como un elemento importante de la infraestructura económica del país y cree que su implementación adecuada beneficiará al pueblo afgano. Anunciamos nuestra cooperación para proporcionar seguridad para el proyecto en áreas bajo nuestro control – The Diplomat
Fuentes: BBC News / CorpWatch / New York Times / Bussines Recorder / VOA / The Diplomat
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