Horribilis hebdomada

por José Luis Pedreira Massa

 

Miércoles, 2 de julio dc 2025. Menos mal que ha pasado ya la semana de un verdadero terremoto político.

Si un temblor ocurre en las poblaciones pobres es catastrófico y la destrucción es máxima; ahora bien, si sucede en poblaciones pudientes, los edificios están construidos de manera solvente y soportan temblores incluso de varios grados de la escala de Richter, se mantienen en pié pero… pueden quedar grietas, unas son de escaso relieve, pero en ocasiones esas grietas afectan a pilares maestros o a los muros de carga, entonces esa grieta tiene una gran repercusión y las consecuencias pueden ser graves. Se debe establecer una vigilancia cercana para ver su evolución, vigilando la extensión de la grieta en longitud o en su anchura, para lo que habrá que situar testigos que pongan de manifiesto esas modificaciones de la grieta.

De forma similar habrá que evaluar lo acontecido esta semana en el panorama político. Los hechos acontecidos no han sido menores, el temblor tiene una gradación de, al menos, 3-5 grados en la escala de Richter político. Ahora bien, es preciso aproximarse a lo acontecido en varios niveles, con el fin de comprender de forma racional lo acontecido y que se evite la mera respuesta emocional, como está siendo habitual en esta y otras circunstancias.

Los sucesos de esta semana tienen varios niveles de referencia: en primer lugar, tenemos el nivel de análisis, con elementos determinados y elementos determinantes, este nivel está dirigido a la comprensión formal y dinámica de los hechos y las circunstancias, es decir se refiere al análisis concreto de la realidad concreta. El segundo nivel hace referencia a la toma de decisiones, que deben ser coherentes con lo obtenido en el nivel precedente, toma de decisiones que afecta al conjunto de la organización y, por ello, implica tanto a los dirigentes como a los integrantes de la organización. Por fin, el tercer nivel remite a las conclusiones que se obtienen y, por lo tanto, las medidas a adoptar de tipo profiláctico para que esos sucesos no vuelvan a recidivar.

Situación a analizar: Un grupo de dirigentes de la organización decide realizar actos concretos, con contenido delictivo, en beneficio propio, al margen del conocimiento de la organización durante un tiempo indeterminado, pero de forma continuada.

Entre los elementos determinantes se encuentran su conocimiento de la organización y la cercanía con el líder. De estas dos circunstancias deriva sus nombramientos para responsabilidades organizativas y de responsabilidad política y pública. En esas circunstancias manejan concesiones y presupuestos de alto nivel, de donde deciden obtener cantidades económicas importantes para beneficio, al parecer, propio. Estas personas se limitan, al parecer, a tres cuya relación se mantiene por el trabajo en la organización a la que acceden realizando actividades políticas de interés para el líder y lo hacen con diligencia, de tal suerte que el líder confía en ellos de forma personal y estructuralmente.

Algunos episodios convulsos de la organización determinan la necesidad de posicionamiento organizativo personal y estas personas se deciden apoyar al candidato a líder. Su apoyo resulta formalmente impecable y se consigue la victoria en las justas en que se dirime el liderazgo. Dos de ellos ya tenían una relación previa y captan al tercero con la interposición, tipo eslabón, de uno de ellos aparentemente de menor relevancia, pero que ya constituía una relación previa, posiblemente con similares contenidos, en su lugar de origen. La captación del tercero se realiza por la relevancia administrativa mayor y su alta capacidad de decisión y resolución de situaciones de las que obtener beneficios, a ello se une la vivencia de posibles problemas complejos de tipo relacional que originan dificultades económicas, con lo que la captación resulta relativamente fácil.Entre los determinantes han de considerarse el bajo nivel de vigilancia, las crisis sociales repetidas que impelían a dirimir situaciones complicadas y complejas de forma rápida y de la que se podían beneficiar y, sobre todo, la confianza del líder que se mantenía al margen de estas circunstancias y, aparentemente, con un preocupante nivel de desconocimiento de los usos, costumbres y veleidades de sus “fieles” mosqueteros.

En definitiva, entre los factores determinantes se encuentra el clima de confianza que disfrutaban y el nivel de responsabilidad al que habían accedido, precisamente por esa confianza adquirida. Los determinantes personales son más difíciles de dilucidar, pero se ha evidenciado una cierta actitud “manirrota” con comportamientos casquivanos, escasamente comprensibles desde la ética y la práctica ideológica a la que decían pertenecer.

No hemos de olvidar que había unos antecedentes de sensibilización del terreno, aunque la calificación sea diferente, pero sin duda era una sensibilización (esposa del líder, fiscal general del Estado) y contribuía a un ruido indeterminado con muchas interferencias por grupos de poder muy concretos.

En cuanto a los factores determinados, por lo descrito con anterioridad, son toda una serie de situaciones y condiciones que originan alarma y preocupación a toda la organización, independientemente del lugar que se ocupe y la función que se desarrolle. Parece ser que existían mordidas por la concesión de obras públicas, para esta condición se precisan, al menos, dos actores: el que paga(léase corrompe) y el que cobra (es decir el corrompido), pero en este caso el dinero mediado deja rastro y, en este caso, no parece haberse encontrado salvo algunos “cobros en especie”. Determinado también es el factor emocional que golpea con saña a loa integrantes de la organización en todos los niveles y, sobre todo, al líder. La corrupción es un componente demoledor para los gobiernos de izquierda, primero porque otorga munición de gran calibre a la oposición de derechas, que olvida y minimiza su propia andadura y en los militantes de esa organización de izquierda que tiene un efecto demoledor, cursando con una especie de incredulidad, de desazón y malestar emocional que les paraliza y dificulta la acción de defensa de sus principios políticos; en la población general genera perplejidad y un sentimiento de desconfianza: “todos son iguales”, es la simplista conclusión llena de desencanto y desesperanza, les lleva a la abstención, al desafecto por la política o, lo que es peor, a optar, de forma pendular, por opciones de la extrema derecha.

Determinados son también las reacciones, más o menos desmedidas, de la oposición con insistente demanda de disolución de las cámaras y anticipo de las elecciones. Así la tensión y polarización sociales se intensifican y crea un ambiente casi irrespirable, con gritos, insultos, bulos y fango, solo fango y fuegos fatuos, pero lanzados desde estamentos institucionales de poder de la estructura social con sus altavoces mediáticos. En estas condiciones la acción de gobierno se encuentra muy dificultada, siendo muy difícil buscar apoyos incluso entre los socios habituales, alguno de los cuales utiliza la situación para intentar acaparar unos votos, más bien escasos, distanciándose de la búsqueda de alternativas, aplican el sálvese quien pueda con gritos desesperados de llamada a la limpieza génica que, a todas luces, resulta tan ineficaz como desleal a la vista de la población.

En este panorama destaca que, tanto las derechas extremas como la izquierda más definida, utilizan razones muy cercanas y construyen un contexto que podría ser definido como la gran paradoja. Hacer frente a una paradoja es algo muy complicado y que precisa algo más que pericia política. La consecuencia más visible: la parálisis que origina en los miembros de la organización afectada, puesto que dos de sus dirigentes más relevantes están involucrados en esta trama, máxime cuando a estos dirigentes les había nombrado el líder directamente y asumir lo hecho quizá requiera algo más consistente que una mera y escueta solicitud de perdón.

Otro factor determinado es la creciente presión de la derecha hacia unas nuevas elecciones que arrecian en declaraciones achubascadas cual tormenta de verano, ¡ojalá!, solo expresan un tipo de ansiedad de anticipación y que se olviden los casos que los involucran a ellos de mucha más enjundia, pues no es solo por economía, sino que existen muertos a sus espaldas, como consecuencia de su deficiente gestión (residencias en la Comunidad de Madrid, la Dana en Valencia). Algunos sectores de la izquierda no se deciden y muestran intervenciones y actitudes paradójicas que dificultan ver con exactitud su posicionamiento, quizá muestran temor a apoyar al gobierno o buscan una anodina “venganza” de autopromoción y efectos cortoplacistas de titulares vacíos de contenido por muy llamativos que parezcan.

Llegados a este punto, se precisa tomar decisiones de calado, no basta con mero retoque superficial. No es suficiente con comparaciones sobre otros hechos de corrupción de los adversarios políticos, resulta insuficiente y se interpretará como huida hacia adelante, como justificación débil y quebradiza. Puede verse con fortaleza, pero es rígida y soporta la fragilidad, propia de esa rigidez, como el cristal. Los hechos y corrupciones de los otros están en la memoria colectiva, se debe exigir transparencia y que sean tratados con el peso de la justicia, pero no es una reivindicación consistente ni suficiente.

El análisis concreto de la realidad concreta exige, nos exige, serenidad, transparencia y consistencia en las opciones de salida, es decir explicaciones sensatas y coherentes para iniciar el camino de recobrar la confianza rota. Asumir las responsabilidades de los nombramientos realizados es un primer paso, incluso explicando la preferencia en la fidelidad, que se ha demostrado aparente e inconsistente, y buscar la equivalencia de fidelidad con lealtad, cuando son conceptos y prácticas muy diferentes, tanto en la acción política como en la vida real.

Tomar la decisión de optar por la lealtad supone un ejercicio de responsabilidad política, de esta suerte se puede situar la continuidad de la legislatura por la lealtad debida hacia los compromisos adquiridos con la sociedad y que aún se mantienen con fuerza. De ello depende atraer a las fuerzas parlamentarias que estén dispuestas a continuar avanzando en la transformación y el bienestar social. Esta lealtad incluye un cambio radical en la política de comunicación, tanto en el seno del gobierno, como en el interior del partido, como con todos los socios parlamentarios y con el conjunto de la sociedad, un cambio que debe ir por delante de la calificación por parte de la oposición y un cambio que no tolere la descalificación o las interpretaciones parciales o sesgadas de lo que se trasmite, así se desmonta la paradoja informativa y su impacto social, se toma la iniciativa y se evita ir a remolque de las situaciones.

Remover muchos asientos que hasta ahora han aportado entre poco o nada a la organización, una cosa es repetir argumentarios y otra es elaborar tendencias. En la organización se debe superar la compulsión a la repetición, que diría Freud, porque es solo un síntoma semiológico y no solo semiótico ni semántico. Se debe evitar caer en hacer curas superficiales de las supuraciones crónicas, este tipo de supuraciones necesitan una incisión para drenar y poder acceder a la resección y enucleación de la zona afecta y extraer la cápsula, hasta llegar a la zona sana para que cicatrice con fiabilidad. Saber conjugar lo nuevo con la consistencia y experiencia de aquellos que pueden y saben pensar, razonar, analizar y aportar sensatez con fundamento intelectual y experiencia vital y profesional en su campo.

Como conclusiones generales, evitar razonamientos superficiales que contienen aceptar la culpa y ofrecer alternativas de escaso calado. Los procesos de culpa-reparación, tal como nos enseñó Castilla del Pino, son insuficientes para abordar los problemas y las crisis, son solo reminiscencias de una cultura judeo-cristiana occidental, tal y como solicitaban los obispos. La culpa-reparación esconde cumplir un “castigo” (cada pecado lleva su penitencia) y evita buscar y elaborar una solución estructural real (eliminar los aforamientos, incompatibilidad entre cargos de dirección de la organización y cargo político-administrativo, limitación de mandato a todos los niveles de 8 años, inspección real del patrimonio de los cargos públicos, eliminar las puertas giratorias en el interno de la organización y desde la administración a la vida civil, rendición de cuentas anuales a todos los niveles, revisar el nombramiento de magistrados en el tribunal supremo) para que posibilite un cambio sustancial y consistente.

El hecho fundamental no es el encarcelamiento, con ser de trascendencia, de un puesto relevante de la organización, lo verdaderamente importante son los actos que cometieron más allá de la ética de la organización y que no fueran detectados nada más que tras periodos de tiempo dilatados, cuando ya habían causado efectos secundarios y colaterales de relevancia y que fueran estos efectos los que desencadenaron la situación y el descubrimiento de los actos reales. Es decir, fallaron los medios de control o se pervirtió su uso y función, depurando responsabilidades desviadas que impedían ver lo que acontecía tras el resplandor inicial.

Innerarity reflexiona sobre el hecho que las democracias actuales se dejan llevar por lo superficial y aparente y solo se ve lo “necio” de las personas responsables que actúan solo de “culiparlantes” como diría Márquez Reviriego. Es tan importante superar esta situación y retomar la consistencia de las ofertas democráticas que está en juego la democracia como sistema, tal y como ha señalado de forma magistral el magistrado Joaquín Bosch en su último libro.

Queda dicho, para que conste…

Dr. José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).

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