Meghan

Las niñas ya no quieren ser princesas. Quizá porque desde que han visto a Meghan han comprobado que el amor, como dice la canción está en el aire, y no hace falta pertenecer al rancio abolengo de Su Graciosa Majestad; Dios guarde muchos años; tantos que no sabemos si durará 150. 

Ahí estaba, enfrente del mundo una chica sencilla; mestiza para más señas, porque para eso se encarga la prensa de dar todo lujo de detalles. Un chico panocho y una chica de color; da igual por dónde empiecen, ese comentario sobraba. La madre del chaval se casó también como dicen los cuentos de hadas, y mira tú, erán tres; el orejas y la del Tampax porque hay que ser ordinario para decir semejante exabrupto. Y ahí estaban los dos, ciertamente ante el mundo, el billón de personas según la BBC examinando los detalles que solamente se han visto salpicados por personas anónimas, algún cantante y uno que daba patadas a un balón, además del tipo del Nespresso. Los demás, eran personas que querían ver cómo era el amor que predicaba el arzobispo con tanta energía.

Y así ha sido. Caminaba sola ante el mundo, primero subiendo la escalinata como si se tratara de la cenicienta, y después, hasta que a Carlos le ha parecido oportuno y la ha rescatado para depositarla para más gloria de los asistentes. Y sí, el tal Harry, la ha mirado como todas las mujeres entendemos que se mira a lo querido. No importa si está divorciada, no importa si es americana, no importa si es actriz, no le importa si es mestiza; solamente le importa que es ella, y ante el vejestorio que no ha sonreido ni queriendo, le ha dicho al mundo que la quiere y no solo eso, que la querrá.

De eso no tenemos la menor duda y sabemos que serán felices y comerán perdices como dice la canción. Ya es hora en este siglo que alcanza el año 18, que las personas si se casan, lo hagan porque se quieren, y digo personas porque aunque sean reyes, reinas, princesas y príncipes, sienten y padecen igual que usted o yo, y esta chica, lo quiere de verdad. A ver si la familia real inglesa se pone al día y comienza a tener más acierto a la hora de aceptar o no a personas que no han nacido nobles. Diana de Gales se casó y también subió a la carroza. Quizá nunca supo lo desgraciada que iba a ser en ese castillo. No sé si pensar que Disney ha hecho mucho daño a las niñas con tanto amor, tanto príncipe y tanta desgraciada sin zapato.

El amor existe, lo que pasa es que en estos saraos, y en estos royals como dicen las colegas del corazón, nunca se dice la verdad. Hoy sí, mira tú; y no sabes cuánto nos alegramos. Así es la vida. Menos mal que la cosa del querer evoluciona a pesar de lo rancio. Un diez para la ceremonia, los músicos y toda la parafernalia inglesa que llegado al caso sirve para decirnos que a pesar de todo, el pueblo inglés quiere a su familia real y a la mujer con la tarta en la cabeza y a la otra con el vestido color pistacho. Y mira que son bordes las dos.

Meghan, la sonrisa de la felicidad. ¡Enhorabuena hija! Dios Salve a la Reina, que si no me pega…

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