Cannes 2018: De buenas causas y cine fallido al retorno a Cannes de Lars Von Trier

Mat Dillon, Riley Keough y Lars Von Trier en Cannes

Por Julio Feo Zarandieta.

De lo que vi en la competición oficial, me había dejado en el tintero, dos películas: “Blakkkansman” del norteamericano Spike Lee y “Las hijas del sol” de la francesa Eva Husson. Ni una ni otra me han convencido en su torpe tratamiento cinematográfico y lo lamento tanto más que una como otra defienden causas que son muy loables, y que cuentan con mi  apoyo incondicional.

Espacio aparte merece en cambio la muy provocadora y trastornada visión artística de Lars Von Trier, “The house that  Jack Built”, presentada fuera de competición, hijo prodigo de este festival que le declaró “persona non grata” en 2011.

Del ku klux  klan 1970 a Donald Trump 2018

“Blackkkansman” del  director, guionista, actor y productor estadounidense negro Spike Lee, marca el regreso al festival de Cannes de este  cineasta independiente, que descubrimos en Cannes en 1986 con su segundo largometraje  en blanco y negro “Nola Darling”. Se convirtió después en un asiduo participante de este festival con películas como “Haz lo que debas” 1989, “Fiebre salvaje” en 1991, “Girl 6” en 1996, o en 2002 como realizador de un capitulo en la película colectiva  “Ten minutes older”.

Con “Blackkkansman” vuelve ahora a la competición de Cannes con un relato que se sitúa en la América de los años 70, basado en una historia real, cuando  dos policías, uno negro y otro judío, se infiltraron en la red clandestina del ku klux klan para impedir un atentado.  Contado como un thriller, con todos los tópicos del género, y las habituales bromas sobre los prejuicios raciales, la película resulta un producto  comercial eficaz, pero carente de matices en el tratamiento del tema.

Spike Lee nos sirve así una ficción que es un  simpático  y torpe panfleto contra Donald Trump y  su América racista y xenófoba, con un final bien explicito, por si acaso los espectadores  no habían entendido el paralelismo entre Trump y el Ku Klux Klan.

Torpe realización y demasiado glamour  en “Las hijas del sol”

Otra causa justa como la del antirracismo es la que  filma la cineasta francesa Eva Husson en “Las hijas del sol” presentada en competición oficial e interpretada con un exceso de glamour y poca credibilidad por  la actriz iraní Golshifteh Farahani, y la francesa Emmanuelle Bercot.

Sin embargo sus buenas intenciones en la reivindicación de la causa de las mujeres kurdas que combaten en batallones femeninos frente a los islamistas de Dáesh, es traicionada por un guion torpe, contado desde el punto de vista de una reportera de guerra con un parche en el ojo, estilo John Wayne, que pretende ser testigo de la guerra, pero no combatiente, y que se pasea  con su cámara de fotos por los  campos de batalla.

La otra heroína es la comandante de ese batallón heroico de mujeres que combaten a tumba abierta, ahí donde las tropas de la coalición anti Dáesh no osan aventurarse. La dulce y muy agradable  Golfishteh Farahani interpreta ese personaje cuyas motivaciones en la ficción no son políticas ni ideológicas, sino simplemente las de una madre que busca salvar a su hijo.

Todo es torpe en la realización, tanto en las escenas bélicas de acción como en la interpretación de sus dos actrices principales y sus diálogos. Eva Husson, en esa temática sicológica sobre las motivaciones de sus dos protagonistas evacua u omite las verdaderas  causas de la lucha del pueblo kurdo y de esos batallones de mujeres que combaten por su liberación, una causa justa en la lucha contra el terrorismo de Dáesh, pero también contra la opresión del dictatorial régimen turco de Erdogan, amigo y aliado de la OTAN.

Ese pueblo kurdo y sus heroicos combatientes merecían mejor tratamiento que el de esta película que nos vende una vez más ese subgénero muy de moda en el cine bélico, que consiste en hacer un héroe cinematográfico de un reportero de guerra  occidental “imparcial y simple testigo fotográfico de lo que ve”.

El retorno a Cannes del hijo prodigo Lars Von Trier

Lars Von Trier  brillante, provocador y original cineasta danés, fundador del movimiento “Dogma 95”, ha vuelto este año a Cannes con “The house that  Jack Built”, siete años después de que  los organizadores de este festival le declararan  “persona non grata” por sus provocantes declaraciones sobre Hitler y el nazismo. Un año en que su magnifica película “Melancolía” fue injustamente olvidada.

El hijo prodigo ha sido readmitido en el templo de Cannes, pero fuera de competición, a sabiendas de que su  película iba a provocar escándalo, polémica y división de opiniones. Confundir la obra artística de un autor con sus declaraciones a la prensa, es sin duda un error que la dirección del festival ha querido corregir.

En su haber tiene Lars Von Trier una  larga y brillante carrera en este festival, desde su revelación con “Elemento del crimen” 1984, su premio del jurado con “Europa” en 1991, su gran  premio con “Rompiendo las olas” 1996, su Palma de oro en 2000 con “Bailando en la oscuridad”,  o su brillante “Dogville” en 2003, el talento, la originalidad de sus propuestas  cinematográficas y artísticas no necesita demonstración.

El carácter provocador y  controvertido de la personalidad del cineasta le ha ido sin embargo cortando los puentes con una parte de la crítica que antes le sostenía. De su más reciente trilogía  sobre la depresión prefiero de lejos “Melancolía” 2011, y “Ninfomaníaca” 2013,  pero no me convenció en cambio su “Anticristo” en 2009.

Con su   nueva película “The house that  Jack Built”, persiste y firma con talento en el uso de  múltiples recursos  cinematográficos en su siempre brillante puesta en escena y con un buen interprete, Mat Dillon, en el papel de un sicópata sádico y brutal.

No es sin embargo esta una película más sobre un sicópata loco con insoportables e hiperrealistas escenas de violencia, pues a través de ese asesino de hombres, mujeres y niños, pero sobre todo mujeres, ofrece el autor una reflexión sobre la creación artística, la misoginia, la creación humana a cargo de arquitectos e ingenieros, con cotejos entre cine, arte, literatura y pintura, como resultado de la destrucción y del instinto humano de destrucción y violencia, que conducirán en su desenlace a una representación dantesca del infierno.

Me sobra en su película el hiperrealismo de esa violencia sádica, y me parece  discutible su teorización filosófica sobre la creación artística, que tiene  como  complemento su siempre provocadora evocación del nazismo, sus experiencias científicas y su mirada sobre los iconos totalitarios que han marcado la historia. Un guiño o un corte de mangas, probablemente,  para los que le declararon persona non grata en Cannes años atrás.

Sin embargo, como siempre con Lars Von Trier, la fuerza de sus imágenes, el brío de su realización y su talento en la dirección de actores es indiscutible y no deja indiferente. En  su reparto señalemos también  la presencia de otros dos grandes actores: Bruno Ganz, y Uma Thurman, o la excelente Riley Keough en el papel de Simple, quien es por cierto la nieta de Elvis Presley.

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