Martes, 10 de diciembre de 2024. Me parece mentira que hoy nosotros en el siglo XXI estemos viendo la película de los Cruzados y Templarios que en 1445 están otros pueblos con media luna
La situación en Siria es un doloroso recordatorio de las tensiones que han caracterizado la historia de la humanidad, donde la ciencia y la religión se entrelazan en un interminable conflicto. La verdad, los datos y las creencias a menudo chocan; teorías y dogmas de fe se enfrentan en un escenario donde los millones de desplazados y los 600.000 fallecidos son solo una cifra para algunos, un triste recordatorio para otros y, desafortunadamente, un botín para quienes buscan ganar la guerra a cualquier precio.
Es casi surrealista observar cómo, en pleno siglo XXI, estamos reviviendo los ecos de las Cruzadas, como si la historia se repitiera sin aprender de sus lecciones. A menudo, es difícil reconciliar la imagen del aficionado al fútbol británico, que vitorea apasionadamente a su equipo, a la vez que abogan por la imposición de la Sharía en sociedades que han experimentado siglos de evolución secular. Esta dualidad —de celebrar el deporte y, al mismo tiempo, buscar una islamización radical— plantea preguntas desconcertantes sobre las intenciones que subyacen a estos movimientos.
Cuando pensamos en la islamización que se propaga por Oriente Próximo y Medio, surgen dudas. ¿Son estas acciones verdaderamente representativas de la fe islámica, o hay intereses ocultos que emplean la religión como un disfraz para justificar una agenda más amplia y ambiciosa? La historia nos ha enseñado que, detrás de ideologías y creencias, a menudo se esconden luchas por el poder, la política y el control social.
La cuestión siria no solo trata sobre la lucha entre diferentes ideologías y creencias, sino que también implica un entendimiento más profundo de las dinámicas que configuran la región y sus gentes. Es un campo de batalla no solo físico de tres facciones enfrentadas en Siria, sino también ideológico, donde las narrativas se construyen y destruyen, y donde el dolor humano se convierte en una estadística más que en un relato, que a menudo olvida que no hay dignidad en el sufrimiento individual.
La cuestión Siria, Palestina, Yemení, o de Sudan y todas aquellas guerras donde la religión es responsable, nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de nuestras creencias, sobre cómo estas pueden ser manipuladas y sobre la urgencia de buscar caminos hacia la paz que respeten la vida y la diversidad de todas las personas.
La historia no debe repetirse, no tenemos tiempo que perder, y debemos esforzarnos por construir un futuro donde el entendimiento y la compasión prevalezcan sobre el conflicto y la división.
Julián Blanco, colaborador de La Mar de Onuba, es jardinero y fotógrafo, activista social y ecologista.
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