La vida y las condiciones de las mujeres jornaleras y migrantes centran los actos diocesanos de Iglesia por el Trabajo Decente

Miércoles, 9 de octubre de 2024. Mujeres con 50 años con una salud de 70, sin círculo social, juzgadas por su forma de vestir, sin conocimiento del idioma, que viven la soledad del trabajo doméstico, sin vínculos, sin regularizar, refugiadas… Mujeres que inhalan a diario productos tóxicos de los invernaderos en Huelva, sin tarjeta sanitaria, chabolistas, sufriendo leyes racistas que las explotan exigiéndoles que sean madres con hijos, con personas dependientes, separadas o viudas de zonas rurales para así asegurar el compromiso de retorno a Marruecos, mujeres que van andando solas por caminos hasta el invernadero, sin servicio público de transporte, a las que se les exigió en pandemia confinarse en una chabola sin unos mínimos vitales, mujeres que sufren el incumplimiento del convenio de la fresas, mujeres enfermas de cáncer sin tratamiento, sin prestaciones, que sufren acoso laboral y sexual, que siguen viviendo en zonas donde ha habido incendios y donde la administración pública, los ayuntamientos no intervienen, mujeres que han escuchado decir al relator de Naciones Unidas que las condiciones de vida y de trabajo se asemejan a los peores campos de concentración… Mujeres que viven en zonas de “sacrificio” y no las vemos.

Estos relatos fueron narrados en la charla coloquio organizada por la Iniciativa “Iglesia por el Trabajo Decente” ante la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, en la parroquia de Nuestra Señora de Belén y San Roque por parte de Ana Pinto, jornalera e hija de jornaleros de Huelva, fundadora de la Asociación “Jornaleras de Huelva en lucha”, que acompaña a mujeres jornaleras en sus demandas, regularización, empadronamiento, entre otros aspectos, y por parte de Liliana Coronado, de origen peruano, pintora y educadora que ha trabajado como empleada del hogar y en la actualidad como integradora en Proyecto Rajab, acompañando a mujeres migrantes, refugiadas, latinas, árabes, mujeres vulnerables, mujeres trabajadoras.

A continuación, se celebró la Eucaristía diocesana por el Trabajo Decente. Estuvo presidida por Pedro Montesinos, consiliario de la Pastoral del Trabajo y concelebrada por Ángel Sánchez, delegado de Pastoral Gitana, y el aspirante a diácono, Juan Pablo Molina Rueda, recordando el X aniversario del documento “La Pastoral Obrera de toda la Iglesia”. Se agradeció a todos y todas las que han contribuido a esta causa y s renovó el compromiso de la Iglesia y la sociedad con la dignidad y el cuidado de todas las personas trabajadoras en todo el mundo, especialmente las más vulnerables y, a la misma vez, en la búsqueda del bien común que promuevan políticas que garanticen una vida digna, una vida buena y eso implica un trabajo decente, acceso a la vivienda y servicios públicos de calidad.

El consiliario de la Pastoral del Trabajo, Pedro Montesinos, destacó en su homilía que el trabajo decente significa ser libremente elegido, sin discriminación, que permita satisfacer las necesidades, que consienta a los trabajadores organizarse libremente, que deje espacio para reencontrarse en el ámbito personal, familiar, social y espiritual y que asegure una condición digna cuando se llega a la jubilación. Se tuvo presente cómo todos estos derechos laborales son vulnerados en muchas ocasiones en las trabajadoras jornaleras y migrantes, que fueron el centro de la celebración.

Se terminó la celebración con la lectura del manifiesto “Por ti, por mí, trabajo decente”, recordando la realidad en España de desempleo estructural, de demasiada temporalidad, de siniestralidad laboral, de pérdida de poder adquisitivo en los salarios, de dificultades de conciliación laboral y familiar y de aumento de las enfermedades psicosociales. En el mismo se insiste, por un lado, en que la dignidad de la persona trabajadora es innegociable y debe estar en el centro de todas las decisiones políticas y económicas y, por otro, en que la búsqueda del bien común debe ser el objetivo principal del conjunto de la comunidad.

FUENTE: Cáritas Diocesana Jaén

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