Viernes, 22 de noviembre de 2024. China profundiza su apuesta por la cuarta Revolución Industrial y va a desafiar a los decadentes Estados Unidos. El gigante asiatico crecio 4,8% en los primeros 9 meses de 2024 el consumo en ese pais se recupera con la «nueva industria» manufacturera.
La economía china, la segunda del mundo (dos billones/20% del PIB global), creció 4,8% en los primeros 3 trimestres del año. Todo esto ocurre mientras el producto industrial aumenta por encima del PIB nominal, con una manufactura que subió un 5,4%, y un valor agregado industrial que se incrementó 5,8% anual, en tanto que la inversión en la industria manufacturera centrada en las “nuevas fuerzas productivas” de alta tecnología, que son las de la “economía digital”, se expandieron +9,2% anual, y prácticamente duplicaron el auge del PIB.
El consumo doméstico manifestó una tendencia ascendente, y se elevó 3,3% en los 3 primeros trimestres; y esto se produjo con un índice de precios al consumidor (inflación) que trepó 0,3% anual en esa etapa. Para estimular la demanda, el gobierno lanzó una línea de bonos ultra largos de 30/40/50 años por 1 billón de yuanes, destinada a financiar una renovación en gran escala de los bienes de capital, así como a favorecer la adquisición de artículos de consumo.
El comercio internacional también estimula la demanda, y llegó a casi cinco billones de dólares en los 3 primeros trimestres de 2024, con un crecimiento récord de 5,3% anual.
Conviene advertir que las ventas al exterior son fundamentalmente de equipos de alta tecnología como los vehículos eléctricos, las baterías de litio, y los productos fotovoltaicos, que han aumentado más de 30% en el último año.
En estas condiciones, el comercio internacional superaría 6 billones al concluir 2024, lo que coloca nuevamente a China en el papel de la primerísima potencia comercial del mundo, con una relación PIB/comercio internacional de más de 70%, lo que la transforma en el país más integrado del sistema capitalista en el siglo XXI.
Lo que está haciendo ahora la República Popular es lo contrario exactamente de toda autarquía. La premisa sobre la que actúa Xi Jinping es que ha surgido una sociedad global absolutamente integrada por la revolución de la técnica, en la que el “adentro” y el “afuera” tienden a desaparecer o ya han desaparecido.
El mercado inmobiliario, tras experimentar 3 años de ajuste consecutivos, habría encontrado su suelo; y ahora se ha establecido un fondo especial de 562.000 millones de dólares para financiar todos los proyectos de viviendas debidamente calificados, y de esa manera estabilizar definitivamente su mercado en la República Popular Comunista.
China aspira a crecer al 5% anual en 2024; y Goldman Sachs, entre otros, coincide con esta perspectiva, y por eso ha incrementado su pronóstico llevándolo de 4,7% a 4,9% en el año. Xi Jinping ha fijado como prioridad absoluta fortalecer internamente la economía de la República Popular, que estima una necesidad política frente a la exacerbación de la competencia por EE.UU, decidido a impedir su acceso a las tecnologías de avanzada de la 4ta Revolución Industrial; y al mismo tiempo desplegar sistemáticamente el desarrollo autónomo, domésticamente generado, de esas tecnologías, ante todo la Inteligencia artificial y la robotización. Xi Jinping ha señalado que la República Popular está 10 años atrasada con respecto a EE.UU en el despliegue de la “economía digital”, que sólo alcanza a 40% del PIB, mientras que en EE.UU es el 100%; y debe cerrar la brecha necesariamente en los próximos 10 años (2025/2035).
Esto tiene carácter de una urgencia nacional, en el convencimiento de que allí juega su destino en el siglo XXI. China es una civilización de 5.000 años de historia, acostumbrada a pensar siempre en el largo plazo, y que valora más la inteligencia y la lucidez que el poderío militar o la superioridad económica. Por eso la respuesta al desafío norteamericano es indirecta, y rechaza toda simetría; y consiste en abrir sistemáticamente su economía a la plena competencia con el sistema mundial, invitando a invertir en todas sus actividades a las grandes empresas transnacionales, y en primer lugar a las norteamericanas. De ahí que la empresa Tesla de Elon Musk sea la segunda productora de vehículos eléctricos de la República Popular, con una planta completamente automatizada situada en Shanghai, que es más avanzada a la que tiene la mano derecha de Donald Trump en Austin, Texas; y el socio comercial de la principal empresa china productora de vehículos eléctricos e híbridos BYD es Warren Buffet, el más grande inversor estadounidense, con 30% de sus acciones. Esto es lo que hace que en 2024 la industria manufacturera en su expresión más avanzada, las “nuevas fuerzas productivas”, que son las de la Revolución Industrial, haya crecido 9,2% en los primeros 9 meses de este año, que es 3 veces por encima de la expansión del PIB nominal.
Los 5.000 años de historia china no están en el pasado sino en el presente, y por eso lo más probable es que la puja con EE.UU se resuelva en los próximos 10 años por un gran acuerdo estratégico sobre las tecnologías de la nueva Revolución Industrial que tenga un carácter cooperativo y no antagónico. Todo en China está cargado de historia que es el sentido de lo cualitativo y el cuantitativo. Además en China no votan y no hay elecciones, las planificaciones estratégicas son a 20 años, no como los EEUU que están al pairo de esos pocos millones de votos que han provocado un terremoto político en Washington.
Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero @FranciscoVill87
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