De resúmenes condensados que no dan para más, que es preciso vigilar

por José Luis Pedreira Massa

Ha sido una semana muy intensa y hasta con momentos de intriga y suspense, pareciera como que la política española se transformaba en una película de serie negra pero a la española.

Hechos incontrovertibles: en 2019 se han celebrado cinco convocatorias electorales (5), en las cinco (dos de ellas generales) ha ganado ampliamente el PSOE, se ha incrementado de forma muy manifiesta la fragmentación del arco parlamentario, no existe posibilidad que un solo partido político gobierne con solvencia, se necesitan pactos de gobierno entre varias fuerzas políticas, mejor que los pactos se realicen entre fuerzas de similar rango ideológico, se han incrementado las formaciones de carácter nacionalista o regionalista, la experiencia de las anteriores elecciones generales, que abortaron obtener acuerdos para el gobierno, deben aportar datos de experiencia y factores para un análisis sereno y conveniente.

Con rapidez y agilidad felina, con pulcritud estratégica y un cimbreo de cintura política en la táctica, se consigue un acuerdo político dominado por la izquierda política en su conjunto. Frente a este pacto no puede existir alternativa alguna a la derecha, así de claro. Este pacto de la izquierda es insuficiente, pero puede buscar convergencias programáticas con otras formaciones políticas y, por lo tanto, debe hacer el esfuerzo político por intentarlo.

Desde el primer momento la derecha política ha dado muestras de no aceptar democráticamente el resultado electoral en la totalidad del contenido. No le queda más que aceptar formalmente lo que ha resultado, pero inmediatamente lo descalifica, ataca todo movimiento de los ganadores y lanza bravuconadas y dardos envenenados desde el minuto uno. Responde como si el gobierno fuera suyo y se lo hubieran usurpado o rapiñado con nocturnidad y alevosía. Responde la derecha como una bestia herida y cercada por doquier. Por sus bocas, de igual quienes abran las fauces, solo salen insultos, descalificaciones, llamadas alarmistas y apocalípticas: comunistas, independentistas, terroristas, gobierno frankistein, la mentira, el engaño, el embaucador, fraude electoral… No hay ni una sola intervención en el marco de la aceptación del resultado de forma democrática, aunque discrepen.

La gran coalición en España no es posible, al menos en el momento actual por razones de peso: las tres derechas tienen acuerdos de coalición en lugares que, habiendo perdido las elecciones, su unión les daba para gobernar, estos acuerdos a tres bandas, resultan un “blanqueo” a la extrema-derecha-extrema de ideología fascistoide, no es posible pactar de esta forma y manera, la izquierda no puede ni debe blanquear este tipo de acuerdos de las tres derechas.

Datos concretos para no pactar con las derechas: su actitud general ha sido deplorable, el tono utilizado inaceptable, su gesto facial demostrativo con un entrecejo fruncido y tenso en todos sus líderes, señalamientos con un dedo acusador y catastrofista, tono muscular en hipertensión, lenguaje reiterativo sin argumentación alguna, escaso contenido político en sus ofertas, inmadurez política y personal, mecanismos de defensa arcáicos basados en la renegación y la proyección, por lo tanto son mecanismos rígidos, duros pero muy frágiles que rozan la perversión, relatos (incido en relato, porque no había discurso) cargados de odio hacia todo tipo de políticas públicas que tendieran a la justicia social.

A ello hay que sumar la visión de la dialéctica histórica: donde ha existido gran coalición siempre ha perdido la izquierda política hasta casi su desaparición (Francia, Alemania, Italia), mientras que los pactos de izquierda han conseguido un refuerzo de las políticas sociales y de las izquierdas en general (Portugal, Finlandia, Dinamarca, Suecia, España en las elecciones municipales y autonómicas de 1979).

Unían la oposición a la investidura con ser “valientes”, pero valiente es quien se sobrepone a amenazas e insultos, no quien sucumbe a ellas. Esas actitudes son claramente antidemocráticas y desestabilizadora
Las sesiones de investidura tuvieron momentos triunfales, desastrosos, bochornosos, espeluznantes, inadecuados, inoportunos, vergonzosos y vergonzantes… Simplemente expresaban odio y su pésima educación, por mucho que hubiesen ido a colegios de pago y caros. Las formas fueron tremendas, el contenido nulo y la expresión soez.

El parlamento es lugar donde se expresan las diferencias hablando. En el lenguaje articulado, no en la emisión de palabras, se basa la acción política. Hoy, afortunadamente, no hay terrorismo, existen formaciones políticas admitidas constitucionalmente, incluyendo objetivos muy dispares y con los que se puede diferir pero nunca no mostrar un respeto democrático cuando esas disparidades se exponen en el lugar del debate político y parlamentario. No respetar esta mínima exigencia democrática habla mucho de estos grupos “bulliciosos”, donde el ruido que se oye pretende desfigurar, distorsionar y que no se escuche el contenido, que no se discrimine.

La expresión de tan pésima educación solo traduce la intolerancia que subyace en esa actitud que se completa con insultos de “traidor”, “asesino”, “terrorista”, y otras lindezas que hubieron de escucharse en tan simpar luigar de la palabra. Me asaltan preguntas: ¿los que gritaban reconocen que los parlamentarios, todos los parlamentarios son elegidos por votantes, por la ciudadanía? ¿reconocen que tan legítima es su elección como la de todos los demás? ¿respetan que se expresen sus ideas libremente de forma verbal? ¿pretenden que los republicanos no abominen de la monarquía como forma de estado? La grandeza de la democracia consiste en saber aceptar esas diferencias y respetarlas. En este parlamento se escucharon esos días ideas fascistas, homófobas, xenófobas, intransigentes y amenazantes, pero no pasó nada.

De forma constitucional y legítima el Parlamento eligió a un Presidente de Gobierno. No lo olvidemos: constitucional y legítimo, tanto en la forma como en el contenido. La derecha amenaza y vocifera deslegitimizando la realidad y realizando discursos extremistas y desaforados.

Las derechas utilizaron todo tipo de “trucos”, no solo verbalmente en la tribuna parlamentaria, sino que lanzaron la idea de un nuevo y posible “tamayazo”, presionaron a los diputados y diputadas de la izquierda con insultos y amenazas personales, incluso sobre alguien que era un verso suelto del parlamento. Los mensajes remitidos eran amenazantes y ofensivos, sin decoro ni tino alguno. Unían la oposición a la investidura con ser “valientes”, pero valiente es quien se sobrepone a amenazas e insultos, no quien sucumbe a ellas. Esas actitudes son claramente antidemocráticas y desestabilizadoras.

Se oponen al normal funcionamiento de las instituciones democráticas de un Estado social, democrático y de derecho
Se tardó una semana en publicar la totalidad del gobierno entre notificación y notificación. Las derechas protestaban ora por la lentitud, ora por los elegidos, ora porque no se habían solucionado todos los problemas de España, ora por los contenidos de reuniones que ni se habían producido, ora adivinando las pretensiones maquiavélicas y maléficas del nuevo gobierno y de sus pactos, ora porque no ora.

Las intenciones de la derecha se veían bendecidas por prelados católicos que se erigían en portavoces, una vez más, de una verdad sempiterna y trascendente que la transformaban en la verdad única y verdadera, salvadora y verdadera. No deja de ser curioso que los que tienen pendientes juicios por pederastia en el ejercicio de su función, silencien sus culpas y hablen de la moral ajena, mientras acusan a los niños o a las mujeres de provocarles, que supuestamente célibes quieran opinar sobre la sexualidad y la planificación familiar, que los que defienden la pena de muerte se opongan a la eutanasia o al aborto, que quienes opinan que la violación es menos pecado que el aborto pretendan influir en el pensamiento humano. Opinen, faltaba más, pero solo para aquellos que les reconocen su magisterio en este mundo y hasta en el otro, pero al común de los mortales nos dejan en paz.

Se descalifica hasta el día en el que se celebra el Consejo de Ministros y Ministras. Si se cambia, entonces adapten sus agendas y sus plazos de trabajo. Nadie pretende sustraerles del debate pero tienen que trabajar con más sistematización.

El nombramiento de la Fiscal General del Estado fue otra batalla de descalificaciones y ataques personales por arriba, por abajo, por tierra, mar y aire. Se hablaba de preservar la independencia del poder judicial, de no influir en ese poder del estado, en la separación de poderes, pero desde el minuto uno se exigía que votaran la no idoneidad de una persona cualificada técnica, profesional y jurídicamente hablando. La derecha que no puede soportar perder el poder, ver que el poder político no lo detenta, esa misma derecha no puede tolerar que la justicia se les vaya de las manos, por ello no renuevan el Consejo General del Poder Judicial, se oponen al normal funcionamiento de las instituciones democráticas de un Estado social, democrático y de derecho, no critican que un CGPJ que lleva más de un año en funciones continúa nombrando puestos de responsabilidad en la carrera judicial y simpre, siempre de su cuerda de derechas. La derecha critica la ideología progresista en la judicatura, pero no dice nada de los que son del Opus Dei de forma descarada. Otra vez pillados.

Todo este ruido mediático e ideológico de baja estopa, sin contenido real y de trayecto limitado, acallaba que en la toma de posesión del Ministerio de Sanidad a una mujer honesta, sensata, discreta y rigurosa la sustituían tres hombres (3), que cuando la Vicepresidenta la nombró una abarrotado Salón de actos rompió en aplausos durante más de un minuto con la gente puesta en pié y la Vicepresidenta mirando sin saber qué hacer, hasta que se sumó a los aplausos. Tampoco se ha señalado el acuerdo de incrementar las pensiones el 0,9%, tampoco dejaron escuchar suficientemente el gran descubrimiento del oncólogo español Dr. Messegué sobre las metástasis. No se les escuchó criticar la celebración de la Final de la copa de España en Arabia Saudí, ni la represión sobre las mujeres, porque la Presidenta de Madrid iría a su aire (algo recatada de forma disimulada) pero nada más terminar han vuelto a las andadas, en contra de los derechos humanos. Tampoco criticaron la artificial tensión provocada contra Barcelona de forma inconsciente por un congreso internacional de telefonía móvil, sin ningún pudor ni respeto interinstitucional.

Lo que interesa es el ruido para ensordecer la exigencia de voxiferantes del “pin parental” que se oponen a la legislación del Tribunal Constitucional y con el principio de la libertad de cátedra como eje fundamental de la enseñanza en libertad.

Ruido ensordecedor para evitar escuchar las acciones de intrusismo de la sra. “monacal”  y las diatribas golpistas a la rebelión de sus correligionarios en Illes Balears y en la propia ejecutiva de esa formación política filofascistoide.

Ruido para no escuchar, para desviar la atención para insultar, descalificar e impedir el normal funcionamiento de las instituciones democráticas. Todo apoyado por los escuderos de cierta prensa, siempre los mismos, algunos lo vienen haciendo desde los años treinta del siglo pasado.

¿No será más pertinente y riguroso dejar que el gobierno actúa y opinar después?

No, no podemos dejar que nos coman el espacio. Hemos de saber defender los derechos conseguido. Ni un paso atrás.


José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).
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