

Viernes, 28 de febrero de 2025. No hace tanto tiempo que España miraba más hacia atrás que hacia delante. Que nuestro país caminaba de espaldas al futuro con una parte de los españoles, pequeña y torpe, que utilizaba la nostalgia como argumento para la violencia.
La violencia de entrar en un parlamento y dar la vuelta al mundo. La fórmula ideal para hacer el ridículo poniendo en evidencia a todos los españoles, a la nación, al país y a la dignidad de todos aquellos que queríamos mirar hacia delante.
Algunas capitanías se creían con la autoridad de seguir redactando la historia de España. Confundían entonces a nuestro país con sus símbolos y sus mitos. Confundían la autoridad y la potestad, la razón y la sinrazón, la verdad y la mentira.
El 23-F fue un enorme eructo en la historia de España. Un ejercicio de estupidez que puso en riesgo nuestra integridad institucional, la vida de nuestras familias y el futuro de nuestra democracia.
Porque el 23-F es mucho más que un teniente coronel pegando voces. Es más, incluso, que varios generales organizados para la traición, la delación y el deshonor contra su propio pueblo.
El 23-F es la patada en el suelo de toda una España más abundante que lo que nos ha parecido hasta ahora. Una España de espantapájaros y sudarios, de uniformes y privilegios.
Eso es: privilegios. Una España de privilegios que parecía caminar entonces a su fin. Una España que, cada vez más pequeña, de vez en cuando sale por una de las esporas de nuestra nación y la vemos canturrear con argumentos poco meditados.
Eran tiempos en los que algunos perdían sus privilegios y, cuestionados, andaban conspirando y zascandileando, mientras animaban a los militares a poner orden, su orden, con la excusa del terrorismo impune.
Los principales responsables conocidos son objeto de decoración. Los importantes son los que estaban detrás. Los que no se conocen. Aquellos que aún no se sabe quienes son: la España negra, algunos empresarios subvencionados, algunos dirigentes endiablados, los privilegios conservadores de siempre.
Yo estuve en aquella manifestación frente al Congreso. Era una España que caminaba junta. Una España que miraba al porvenir como quien contempla un nacimiento. La España oscura perdió la razón y sucumbió ante la memoria de la dignidad.
Sin embargo, como una mala hierba, sigue latente en las esquinas de nuestra historia. Los responsables verdaderos nunca fueron juzgados. Como siempre.
Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero. @FranciscoVill87
Sea el primero en desahogarse, comentando