
Aunque, visto lo visto, para esta semana me creo cualquier cosa. Vaya, hasta que me toque la lotería…
Las autonómicas andaluzas de 2-D siguen dando resultados a dos bandas. Por la de babor, Sánchez (PSOE) aparece cada vez más tóxico hasta para su propio partido, que empieza a dar señales de crispación interna. E Iglesias (Podemos) abjura de dogmas de su pasado. Y, por la de estribor, aparece con fuerza una derecha ultraconservadora (Vox). La proyección de tales resultados a nivel nacional eleva la expectación sobre la macrojornada electoral del 26 de mayo próximo.
Y en Barcelona, el viernes 21 de diciembre, se reunirá el consejo de ministros. “Lo mejor” de la casa independentista radical (CDR, Ómnium, ANC, Arran y un largo etcétera), se está preparando para boicotear tal reunión, tratando, entre otras lindezas, de apoderarse de la calle en Barcelona y colapsar vías de comunicación y centros neurálgicos de Cataluña. Y así, lo que el Gobierno pretendía fuera un gesto de acercamiento y desescalada, hace presagiar que lo importante no vaya a ser lo que se acuerde o resuelva en la sala de la reunión, sino lo que pase fuera de ésta. O, en otras palabras, asistamos al choque entre la ilegal fuerza revolucionaria y la fuerza legal del estado de derecho.
La legislatura está agotada. Parece claro que la “política del ibuprofeno” (Borrell dixit) ha fracasado. La estrategia delapaciguamiento y la táctica de negar los problemas mirando impasiblemente al tendido, ya no dan más de sí. Porque el separatismo ha regresado a sus postulados previos a la aplicación del 155, y la “kale borroca” catalana ha perfeccionado su instrucción para desencadenar, en su momento, la insurrección armada. El Gobierno del PSOE de Sánchez ya no parece tener más plan que el de ganar tiempo, a la espera de la mejor coyuntura para disolver las cámaras y convocar elecciones generales. Me temo que Sánchez vuelve a equivocarse, porque el tiempo juega en su contra.
Empecinado en un estéril diálogo, Sánchez ha propuesto al presidente de la Generalidad un encuentro de ambos, en los márgenes del consejo de ministros, para destensar la situación. Y Torra ―reputado ventajista, aunque torpe trilero y cada vez más desacreditado―, quiere convertir esa oferta en una reunión bilateral entre gobiernos, como si Cataluña fuera un estado al mismo nivel de España y no una mera comunidad autónoma de ésta. Una nueva rueda de molino con la que ―entiendo―Sánchez no debería comulgar en ningún caso. Aunque, visto lo visto, para esta semana me creo cualquier cosa. Vaya, hasta que me toque la lotería…
Sea el primero en desahogarse, comentando