

Sábado 14 de mayo de 2016. Considerado por algunos “acomodaticio, burgués y conservador”, el dramaturgo, director, guionista y productor de cine español Jacinto Benavente (Madrid, 1986 – 1954) alcanzó las más altas cotas como autor teatral, y en 1922 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, siendo de los pocos escritores españoles que han conseguido tal distinción por su obra. En 1947, a petición del editor onubense José Sánchez Díaz, escribió estas líneas sobre la Romería del Rocío para una publicación local de la época. Excepto una leve referencia del moguereño Juan Ramón Jiménez en su Platero y yo de 1914 (“Platero—le dije—, vamos a esperar las Carretas. Traen el rumor del lejano bosque de Donaña, el misterio del pinar de las Animas, la frescura de las Madres y de los dos Fresnos, el olor de la Rocina…) no consta que ningún otro premio Nobel haya dedicado algún texto a una de las fiestas populares más importante del mundo. La Mar de Onuba recupera, 69 años después, el original de aquel artículo de Benavente para sus lectores.
«Es cualidad muy española anteponer el cariño al respeto; lo mismo en el trato social que en la devoción religiosa. En España, a los grandes hombres, lo mismo que a Dios, a la Virgen y a los santos los tratamos con familiaridad. Por eso la devoción española se manifiesta con una ingenua confianza en sí misma que nos hace tratar las cosas santas, como si fueran, digámoslo así, de la familia, de casa. Se requiebra a la Virgen en los términos más profanos, se saluda a Cristo crucificado con palabras que lindan en ocasiones con la blasfemia. El extranjero, sobre todo si es de tierras meridionales y además es judío o protestante juzga mal y hasta se escandaliza de estas expresiones; el que de verdad es católico y sobre católico español sabe apreciarlas en su cristiana, en su española significación. El amor se sobrepone al respeto. Esta llaneza en el trato con la Divinidad se advierte en Andalucía más que en ninguna parte de España.
La Romería del Rocío, la devoción a su Virgen tutelar es una de las más expresivas manifestaciones de esta devoción a la española que mal pueden comprender los extraños que solo ven en ella lo superficial, lo pintoresco. Pero sobre lo superficial y lo pintoresco está el corazón de España, toda su Historia, su gloriosa Historia, afirmación de Cristiandad, Catolicismo, que eso fue nuestro Imperio, el único que ha merecido de verdad el nombre de Imperio en el mundo.»
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