¡Regularización ya!

Imagen tomada del cartel de la I Jornada Internacional de Reflexión sobre el Entorno Agrícola Onubense
por Roger Torres

 

El pasado jueves, 21 de abril de 2022 murió un joven de 25 años, trabajador de origen marroquí. Un incendio en las “chabolas” de Lepe le ha calcinado vivo. Este hecho no va desligado de esta reflexión que nos hacíamos justo hace dos semanas, al regresar de Huelva, donde estuvimos reflexionando sobre las injusticias de un sistema productivo que genera víctimas.

Ningún ayuntamiento permitiría que se construyese una industria en su término municipal que no respetase, por ejemplo, las normas sobre vertidos de aguas residuales. ¿Cómo es que se permite, en cambio, una actividad económica, como el cultivo de la fruta, en la que las personas que trabajan en ella tienen que dormir en la calle?

Tenemos que denunciar que no es justo que por nuestro afán de beneficio económico haya personas durmiendo en la calle. Mientras no podamos garantizar que todas las personas de mi pueblo o ciudad no tengan un lugar digno para vivir, no nos podemos permitir hacer crecer una industria que vulnera los derechos de las personas. La agricultura extensiva ha cambiado los paisajes basándose en un sistema de producción únicamente orientado al beneficio económico. ¿Cómo se explica que haya costos en este sistema productivo que están contabilizados, como es el caso del precio del gasóleo que ponemos en el tractor, y en cambio no el alojamiento de la persona que viene a trabajar de temporada?

En el sur de España se ha normalizado que las personas migrantes que trabajan en el campo vivan en asentamientos de chabolas construidas con maderas y plásticos. También en zonas fruteras de Cataluña (por ejemplo, el Segriá) se ve normal que en verano muchas personas duerman en la calle, en pequeñas granjas abandonadas a las afueras de las poblaciones o en un inmenso pabellón ferial. Hemos normalizado también distinguir entre “personas en situación administrativa regular” y “personas sin papeles”. Una distinción que tiene su origen en una ley injusta, la ley de extranjería, que impide a las personas poder trabajar, excluyéndolas de encontrar un lugar digno donde rehacer sus vidas. Hemos normalizado situaciones injustas y nos hemos convencido de que las personas duermen en la calle porque quieren. Es preocupante ver que en muchos lugares no hay alternativa a los asentamientos o a dormir en la calle porque no hay albergues temporales que permitan dar el salto a una vivienda digna (que tampoco existe o es inaccesible).

¿Cómo hemos podido construir un sistema productivo tan humanamente insostenible? ¿Cómo hemos podido permitir que se creen leyes injustas? ¿Cómo nos hemos podido tragar tantas falsedades? ¿Cómo podemos ser tan poco críticos con nuestros políticos, tan poco empáticos con nuestros vecinos y vecinas recién llegados, y tan malos consumidores?

Está muy de moda en todas las instituciones, empresas y políticas la expresión “poner la persona en el centro”. Pero lo que ponemos en el centro realmente es el beneficio, el sistema capitalista, el cliente, el comprador…; hemos, incluso, gastado la palabra “persona”. Si pusiésemos realmente en valor la persona no permitiríamos la explotación laboral ni la infravivienda. Quizás empezaríamos a ser más críticos, mejores vecinos y vecinas, más activistas. Quizás el político de turno, sea cual sea su competencia, garantizaría los derechos de las personas que viven en su territorio y no permitiría que se emprendieran negocios sin antes asegurarse de que los derechos humanos más elementales quedan garantizados. El pequeño y gran empresario haría cálculos y vería cuantos metros cuadrados de superficie podría trabajar. Y seguramente que todas y todos nos sumaríamos a la campaña “¡Regularización ya!” recogiendo firmas para derogar la injusta ley de extranjería.

Escribo todo esto volviendo de Huelva, después de que las compañeras y compañeros de la Plataforma Fruita amb Justícia Social me animasen a asistir a la I Jornada Internacional de Reflexión sobre el Entorno Agrícola Onubense. Una jornada que me ha ayudado a abrir los ojos y la mente a esta realidad. Los debates han compaginado aportaciones de personas académicas, representantes de los grupos de trabajo de Naciones Unidas, jornaleros y jornaleras, miembros de ONG y artistas. Ha contado también con la presencia de alguna personalidad política, pero con notables ausencias de muchas otras. Entre los grandes ausentes, la patronal del sector agrícola. Entre los asistentes, personas llegadas de Bélgica, Francia, Italia, Marruecos… La jornada ha servido para alzar la voz y el grito de justicia dentro de la misma Casa Colón donde los empresarios de la “Fruta roja” se reúnen cada año para loar las virtudes de la industria de la fresa. Y ha sido un éxito gracias a la presencia feminista de Mujeres24H y testimonios directos y conmovedores como el de Seydou Diop o Najat de Jornaleras de Huelva en Lucha. Al finalizar la jornada tuvimos la oportunidad de conocer unos esperanzadores proyectos como el de la Asociación de Nuevos Ciudadanos por la Interculturalidad (ASNUCI), dedicada a mejorar la vida de las persones migrantes afectadas por las leyes y realidades injustas. Fuimos a Lepe donde Laura y Mame Mor nos enseñaron el Centro Abierto y el Albergue autogestionado de 40 plazas que han creado a través de un micromecenazgo. La gracia de este albergue me evocó la misma historia de la escultura de la “niña sin miedo” de Wall Street que se planta valiente ante el «Charging bull«. I es que el albergue construido entre ASNUCI y las mismas personas migrantes está situado justo delante de otro albergue a medio construir por parte del ayuntamiento y cuya construcción está detenida no se sabe por qué razón. Un ejemplo bien visible de como las personas (vecinos y vecinas), si se asocian, pueden comenzar a hacer cosas para revertir la lógica de este sistema.

Me gustaría acabar haciendo referencia al pequeño documental que se presentó en la Jornada: “Vecinas, vivas donde vivas”[1] y que muestra la vulnerabilidad, aún más grande que viven las mujeres en estos asentamientos.

Roger Torres es Licenciado en Bellas Artes y en Teología. Está a cargo de la parroquia de Sant Ignasi en Lleida y es Presidente del Patronato de la Fundació Arrels Sant Ignasi. Desde hace años colabora con Cristianisme i Justícia ilustrando las portadas de los cuadernos.

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