Uno de los grandes desafíos de las próximas semanas/meses es saber encontrar un equilibro entre la comunicación del riesgo y el riesgo de la comunicación. La información que consumimos en Internet y la proporcionada por los medios no solo ha de estar bien ordenada y jerarquizada, sino que debe poder reenviar a fuentes oficiales y proporcionar documentación de confianza para que los lectores puedan completar su propio recorrido informativo.
Como señala Karin Wahl-Jorgensen, de la Universidad de Cardiff, los periodistas deben reconocer “tanto la naturaleza de la amenaza como su responsabilidad de manejar las emociones del público y no difundir el miedo indebidamente”.
La organización Maldita.es ha creado un sitio específico –en este enlace– para ordenar y explicar la información que van generando sobre el coronavirus.
En este sentido, cómo se cubre un acontecimiento histórico sin precedentes como el que estamos viviendo debe ser objeto de reflexión y análisis. Las fuentes utilizadas, el lenguaje escogido, los enfoques diversos y el saber captar la complejidad, la dinamicidad y globalidad del fenómeno y el compromiso de combatir el sensacionalismo son algunos de los retos a los que se van a enfrentar los periodistas y las fuentes oficiales de confianza, pero también la ciudadanía.
First Draft, probablemente la organización más importante a nivel mundial en la lucha contra la desinformación, ha publicado las siguientes recomendaciones para los medios:
En primer lugar, más allá de enumerarlas y compartirlas, es importante analizar estas sugerencias y comprender sus implicaciones.
Cada país debería –a través de organizaciones y asociaciones profesionales– publicar localmente como ha hecho a nivel global First Draft una guía de fuentes oficiales y expertas en el tema para gestionar la sobreabundancia informativa que, a nivel personal y colectivo, nos espera en las próximas semanas.
Según las primeras estimaciones, hay medios que podrían haber incrementado sus visitas en un 50 %.
La guía de First Draft cuenta con herramientas de verificación, recomendaciones de ética y deontología periodística sobre cómo informar, una base de datos sobre bulos desmentidos, fuentes de datos y de información fiable para analizar la evolución de los acontecimientos, un apartado de respuestas a las preguntas frecuentes que los periodistas podrían tener, etc.
La responsabilidad de los periodistas
En este sentido, es importante empezar subrayando que el uso de determinadas imágenes que captan una foto estática –y obvian tanto la secuencia anterior como la continuación de los acontecimientos– pueden alimentar los estereotipos y causar una incertidumbre falseada en la ciudadanía.
Por esta razón, por ejemplo, en el caso del desabastecimiento de las tiendas de alimentación, se recomienda que los medios den a primera hora de la mañana informaciones de carácter rutinario en las que se contacte con las distintas asociaciones de supermercados y comerciantes implicadas. Estas voces deberían ir acompañadas con imágenes de los supermercados siendo abastecidos para mitigar cualquier miedo al desabastecimiento (siempre que esta situación de normalidad sea la tónica, obviamente).
Desde esta perspectiva, el uso de determinadas imágenes debe responder a cómo de importante/relevante es esa imagen/vídeo para contar la noticia y no alimentar con estereotipos el racismo o la xenofobia.
Otro de los problemas que plantea este momento inédito es que los bulos y desinformaciones conviven con las profecías que se autocumplen. Es decir, bulos sobre determinadas medidas políticas que en ese momento no se han tomado convivirán con informaciones que aparezcan en los días posteriores y que hagan realidad algo que en el momento de enunciarse era falso.
Es importante el compromiso con la verdad y saber explicar que esa es/era la realidad en un momento determinado. Por ejemplo, en el momento de escribir este artículo –14 de marzo de 2020 a las 11:22– Maldito Bulo había desmentido 151 bulos. Ese día era imposible conocer cómo evolucionaría dicha cifra ni cuál sería el número cuando usted lea el presente artículo.
Como bien sabemos, la hemeroteca nos va a permitir encontrar posibles responsables políticos de lo que está ocurriendo. Pero también debería hacernos comprender que culpabilizar a los otros no mitiga nuestra responsabilidad con el compromiso por buscar soluciones y respuestas coordinadas.
De este modo, por ejemplo, resulta importante combinar datos y tendencias con más testimonios de personas que se han recuperado y que transmiten su experiencia sobre el proceso de curación.
La responsabilidad de los medios
Parece evidente que los medios de comunicación necesitan explicar este escenario de manera que el contenido sea fácil de procesar por los lectores: gráficos que acompañen y que expliquen, información veraz en las noticias antes que especulaciones o declaraciones políticas que buscan dividir, consejos concretos sobre los pasos que las personas pueden tomar, etc.
Otro debate ético/económico es el de si los medios con su función de servicio público deben abrir los muros de pago/informaciones prémium a toda la ciudadanía. Quien no sepa interpretar la responsabilidad social difícilmente tendrá credibilidad para demandar una responsabilidad política o ciudadana.
Los medios de comunicación deberían averiguar qué preguntas se hacen los lectores sobre el COVID-19 y llenar esas zonas de penumbra con datos y periodismo de servicio.
La responsabilidad de/con los expertos
Otro de los escenarios naturales que se plantean es si se debe especular o hacer especular a los expertos con posibles escenarios. En este sentido, informar sobre las reacciones y las soluciones eficaces tomadas por otros países puede servir para dar respuesta a un momento de profecías autocumplidas y autonegadas como el actual. Todos tenemos problemas para comprender cómo evolucionan los acontecimientos y no sabemos qué ocurrirá la semana que viene (pensemos en cómo hemos asimilado el proceso de responsabilidad social e individual en solo una semana).
Otro elemento fundamental de reflexión es el de las investigaciones y anuncios de cura, tratamiento y vacunas del coronavirus por parte de diferentes actores: empresas farmacéuticas, laboratorios, investigadores de diferentes países, artículos científicos prepublicados que no han pasado el proceso de revisión por pares –en este enlacese pueden encontrar algunos–, etc.
Antes de citarla, es necesario que esa información haya sido revisada por al menos dos fuentes expertas que puedan matizar o completar el titular que les llega a los medios de comunicación. Estos últimos deberían filtrar con gran cuidado las informaciones provenientes de las agencias de noticias que son publicadas de manera automática en sus webs.
La información publicada en redes sociales
Las redes sociales, más allá de herramienta de difusión de bulos, están destacando como plataformas para la inteligencia colaborativa –siempre lo han sido–.
En este sentido, los medios deben proporcionar a los lectores las acciones específicas que pueden tomar. Pero también recoger –previo proceso de verificación– aquellas iniciativas ciudadanas que se están desarrollando (en muchas ocasiones) de manera horizontal y espontánea para adaptarse a los nuevos hábitos que nos plantea el actual escenario.
La responsabilidad de la ciudadanía
Es importante que cualquier posible desinformación que nos llegue a nuestro teléfono móvil sea verificada antes de compartirla con nuestros amigos y seres queridos. En este enlace podemos encontrar un buscador de bulos.
Mientras que no se establezcan soluciones coordinadas, la alternativa a corto plazo es que “en caso de duda, no compartamos”. Si no estamos seguros, preguntemos, comprobemos, verifiquemos. Los verificadores de bulos, como Maldita o Newtral, tienen un número de WhatsApp para que la ciudadanía les pueda enviar informaciones de dudosa veracidad y que ésta sea comprobada por los fact-checkers.
La creación de comunidad en torno a los lectores/usuarios debería conseguir que cuando recibamos el desmentido o la confirmación de los fact-checkers, se la reenviemos a la persona que nos envío inicialmente la posible desinformación con el objetivo de que esta participe en la cadena de responsabilidad compartida que necesitamos en este momento.
La situación actual hace que la ciudadanía necesite reforzar el sentimiento de solidaridad, comunidad y compromiso: acciones solidarias de colaboración y ayuda en la comunidad en la que vivimos, ayudas a la compra, iniciativas para hacer más llevadero el confinamiento, etc.
Sin embargo, este tipo de acciones no deben hacer bajar la guardia a los periodistas a la hora de pensar en las consecuencias de sus informaciones sobre la más humana de las pasiones en este momento: el miedo. En el acto cotidiano de compartir se encuentran, en general, más buenas intenciones que malas. Y ahí radica una de las grandes fortalezas de la cultura de la desinformación.
Cada día que pase nos plantearemos nuevas preguntas. De momento, es importante dar respuesta a las que ya tenemos.
Dentro del proyecto Unfaking News, hemos desarrollado un bot de Twitter para monitorizar con fuentes oficiales, fact-checkers _y medios de comunicación las novedades sobre el #coronavirus y el #Covid-19.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog del Máster en Innovación en Periodismo (MIP), de la Universidad Miguel Hernández.
Raúl Magallón Rosa es profesor del Departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid (España). Doctor “Europeus” en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de París VIII y el Centre National de la Recherche Scientifique (Laboratorio Iresco, Francia). Autor de UnfakingNews. Cómo combatir la desinformación. Ediciones Pirámide (2019).
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