
Antonio Fernández Tristancho.
Siguiendo con la intención de rescatar palabras serranas para la paz, nos detenemos en esta entrega en una de las tradiciones más arraigadas en la comarca serrana. La ‘Quinta’ despertaba cada año a los jóvenes que tenían que ir a la mili.
¡Qué paradojas tiene la vida! Uno de los momentos más difíciles en la vida de los chavales de nuestros pueblos, su incorporación oficial a las armas, se veía equilibrado por el disfrute de unos días de desfogue, juerga y desenfreno. La Quinta, tradición desaparecida por la supresión del Servicio Militar Obligatorio, permitía a los jóvenes serranos demostrar su despertar a la edad madura.
El cachonero Pedro A. Cantero ya dejó escrito en su obra ‘La Quinta de Galaroza’ (Demófilo, Revista de Cultura Tradicional de Andalucía, 1996), que la Quinta suponía “el ritual de iniciación que marcaba el punto de inflexión de la mocedad, daba nuevo estatuto al joven y le preparaba a ser el hombre que la comunidad esperaba”. Se trataba de un “ritual guerrero” que, no obstante, escondía rendijas que daban paso a la nostalgia, al pesar por la partida y al propio amor a la madre o a la novia. Todo ello reflejado en sus canciones, las canciones de quintos, que aportan una dimensión popular de rechazo a la guerra. El marocho Tomás López López, en ‘Cancionero y tradiciones de Encinasola’, recoge letras de estas canciones que ilustran esta mezcolanza de sensaciones:
El día que yo entré en quinta, Pa que los crean más hombres,
que día más desgraciado; riendo van y cantando;
me metieron en la talla, alegres están por fuera,
me declararon soldado. y por dentro van llorando.
En el Barranco del Lobo No me des pañuelos blancos
hay muchas gotas de sangre bordados para llorar,
con un letrero que dice: que sabes que soy soldado
recuerdo de muchas madres. sin poderlo remediar.
Estas sensaciones estaban tan enraizadas en el imaginario colectivo, que se han seguido manteniendo aún a pesar de la desaparición de la llamada a filas. Aún hoy, los pertenecientes a un mismo año de nacimiento se continúan llamando entre ellos ‘quintos’, y se reúnen para festejar su venida colectiva al mundo.
Antonio F. Tristancho, colaborador habitual de La Mar de Onuba es un comunicador rural. Conoce cada palmo de La Sierra y lo refleja en sus reportajes y crónicas, plagadas de recuerdos y emociones. Abogado, asesor, gestor cultural, periodista, community manager y experto en turismo, entre otras experiencias, se considera, ante todo, un serrano que siempre tiene presente a su comarca y a sus gentes.
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