¿Nos infectaremos todos por el SARS-CoV-2?

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por Estanislao Nistal Villán

 

Lunes, 29 de noviembre de 2021. El azote del riesgo asociado al incremento de casos, de hospitales saturados por covid-19 y de muertes parece un vuelta a la casilla de salida. Regresa la pesadilla del aumento de la incidencia en Europa y de nuevas variantes como ómicron. Sin embargo, por mucho que la deriva mutante del virus ponga en duda la efectividad de las vacunas, existe un bagaje inmunitario individual y poblacional que ha cambiado irremediablemente el nivel de daños que el SARS-CoV-2 nos puede causar, a cada uno de nosotros y a la sociedad en su conjunto.

Las principales vacunas actuales frente al SARS-CoV-2 están diseñadas para generar inmunidad adaptativa frente a la proteína de superficie del virus. Esta inmunidad toma la forma de una gran variedad de clones de linfocitos B y sus correspondientes anticuerpos, así como de linfocitos T. Sin embargo, va más allá de los anticuerpos neutralizantes que previenen que el virus entre en nuestras células. Que este sistema falle a la hora de prevenir la infección no es el fin del mundo.

Carecer de anticuerpos neutralizantes efectivos no implica que otros anticuerpos puedan tener otras funciones. Una función, por ejemplo, es cooperar en la identificación de células infectadas y ayudar a su destrucción. Estos sirven a modo de banderas que nuestro sistema inmunitario pone sobre las células infectadas para ser detectadas y atacadas por otras células como las células natural killer (NK), neutrófilos, monocitos y macrófagos.

Además, los linfocitos T son capaces de reconocer fragmentos de proteínas presentados en las células infectadas a través de los complejos mayores de histocompatibilidad de tipo I (MHC-I). Por eso, tener un buen repertorio de linfocitos T permitirá la destrucción selectiva de las células infectadas.

La eficacia de las vacunas

La eficacia de las vacunas se puede clasificar de tres formas: en función de su eficacia a la hora de prevenir la infección, eficacia a la hora de prevenir la enfermedad y eficacia a la hora de prevenir la muerte.

Las estrategias vacunales actuales son efectivas en prevenir la infección durante los primeros meses, pero la caída de anticuerpos reduce el posible bloqueo en la entrada del virus. A pesar de esto, por el momento las vacunas mantienen su efectividad a la hora de prevenir la enfermedad grave y la muerte. Una excepción a esta protección de enfermedad serían aquellas personas inmunocomprometidas.

En este escenario, y dada la capacidad evolutiva del virus, es probable que no contemos con herramientas efectivas para contener completamente la infección, pero sí sus consecuencias más dramáticas.

Esto implica que, tarde o temprano, todos nos podemos infectar.

Sin embargo, la forma de afrontar esta infección cambia en aquellas personas que se han infectado o vacunado en comparación con las no infectadas o vacunadas. El coronavirus encuentra en las personas con inmunidad previa sujetos donde replicarse, pero lo hace con más dificultades en comparación con aquellas personas no vacunadas ni infectadas previamente.

A medida que la población se vaya enfrentando al virus de forma natural, la estimulación en la producción de anticuerpos y células T frente a todas las proteínas del virus, no solo frente a la proteína S, va a permitir incrementar nuestra capacidad inmune frente al virus y futuras versiones de este.

De esta forma, la estimulación de las defensas frente a regiones conservadas de las 29 proteínas descritas del virus permitirá enfrentarse al SARS-CoV-2 con una eficacia similar a la que tenemos frente a otros virus respiratorios que nos visitan de manera recurrente.

¿Coronavirus estacional?

Las infecciones respiratorias víricas más comunes están causadas por virus como adenovirus, los coronavirus HKU1, NL63, 229E y OC43, el metapneumovirus humano, rinovirus, los virus de gripe de tipo A y de tipo B, virus parainfluenza de tipos 1, 2, 3 y 4 y por el virus respiratorio sincitial (RSV).

A pesar de su impacto en el sistema sanitario, socialmente se aceptan como un mal menor que no causa un impacto lo suficientemente importante como para implantar restricciones sanitarias.

El SARS-CoV-2 no ha cumplido aún con los condicionantes que le puedan convertir en un coronavirus estacional. Conforme toda la población mundial haya desarrollado algún tipo de inmunidad específica es posible que entre a formar parte de este grupo de los virus respiratorios comunes, adaptándose y adaptándonos en un proceso de daño limitado.

Es pronto para aventurar cuánto faltaría para llegar a este escenario de inmunización mundial. Ayudaría que facilitáramos la inmunización de aquellos países con más dificultades para acceder a la vacunas. Los sucesivos refuerzos vacunales en forma de dosis de refuerzo, si bien pueden reducir la incidencia de variantes sensibles a las vacunas actuales, pueden perder eficacia para contener nuevas variantes.

Antivirales y vacunas de nueva generación

De cara al futuro, si se quisiese aspirar a terminar con el virus, sería necesaria una nueva generación de vacunas que mejoraran la inmunización de larga duración, además de ser más efectivas a la hora de prevenir la infección, el contagio y mejorar la protección frente a nuevas variantes. Esto podría lograrse mediante la inclusión de más proteínas conservadas del virus.

Mientras tanto, otras herramientas nos van a permitir enfrentarnos mejor al virus. Entre ellas, la actualización de las formulaciones vacunales actuales, el desarrollo y combinación de antivirales aparecidos recientemente, así como la mejora de los tratamientos para prevenir la muerte de las personas con covid-19 grave y persistente.

A pesar del riesgo que seguirá habiendo en torno a la covid-19, es posible que tarde o temprano todos pasemos la infección y que el virus cause un menor perjuicio a nuestra vida cotidiana.

Estanislao Nistal Villán es Virólogo y profesor de Microbiología de la Facultad de Farmacia, Universidad CEU San Pablo

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