Miguel Ríos: «O subvertimos la escala de valores que nos hemos dado o no hay futuro»

Javier Gilabert / Fernando Jaén
por Javier Gilabert y Fernando Jaén

 

secretOlivo

Jueves, 27 de mayo de 2021. La carrera de Miguel Ríos va ligada a la historia del rock en español y de los grandes hitos del siglo XX. Nacido en 1944, comenzó su trayectoria musical a principios de los años 60, cuando el rock era un fenómeno anglosajón por descubrir en España. En 1969, las radios de medio mundo (incluido Estados Unidos) emitían el ‘Himno a la alegría’, adaptación publicada por Miguel Ríos de la famosa ‘Novena Sinfonía’ de Beethoven. Fue el salto a la fama de un joven granadino que, con tan sólo 25 años, pasó a dominar la escena española del rock and roll.

Innumerables éxitos durante décadas de carrera, ha cosechado éxitos como ‘Bienvenidos’, ‘Rock de la cárcel’, ‘El río’ o ‘Santa Lucía’, en una trayectoria impecable y reconocida mundialmente con más de 7 millones de discos vendidos y subiendo a los primeros puestos de las listas de éxitos de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Japón, Suecia, Italia, Austria, Holanda o Canadá. Es toda una leyenda también en Latinoamérica, donde Miguel Ríos se convirtió en un icono de modernidad. Entre los premiso recibidos, destacan la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y el de Mejor Álbum Rock de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Música.

Tras despedirse con la gira ‘Bye Bye Ríos’ y publicar ‘Symphonic Ríos’, en junio de 2020 Miguel Ríos anuncia su regreso, en esta ocasión junto a The Black Betty Trio, su nueva banda, con la que publica ‘El blues de la tercera edad’, primer tema inédito en doce años, a la que sigue ‘La estirpe de Caín’, toda una crítica que reflexiona sobre la pandemia y los puntos más frágiles de nuestro sistema. Finalmente, este mes de mayo publicaba ‘Un largo tiempo’, que presentará en una gira por los principales escenarios del país, el año en que cumple 77 años.

Fernando Jaén: Estimado Miguel, con tu permiso te tuteamos. Sacas un disco acústico, duro, limpio y honrado, tan maduro como aquellas ‘American Recordings’ de Johnny Cash. Escribes estas canciones sin endulzar la realidad tan cruda que vivimos. Como médico internista, me ha tocado estar al frente de la asistencia en mi hospital y este año me ha parecido un lustro. La parte más terrible ha caído sobre esa tercera edad a la que dedicas tu blues. ¿Cómo lo has vivido tú? ¿De qué modo ha influido esta dramática situación en este disco tan “desnudo»?

Miguel Ríos: ‘El blues de la tercera edad’ está escrita antes de que empezara esta plaga, nada bíblica, pero me temo que si seguimos por estos derroteros, puede que se convierta en cíclica. Está rugosidad es prepandémica, pero ni yo soy Johnny Cash, ni Jose Nortes es Rick Rubin. Querer hacer un disco como este viene del deseo de repetir una fórmula que probé en un concierto benéfico. Actué con el mismo trío con el que he hecho el disco, en el Teatro Monumental en la campaña ‘Un juguete, una ilusión’ de 2014, cuando estaba retirado. Quería probar ese sonido en un disco acústico, algo que todavía no había hecho en mi carrera. Sí, el Covid ha sido devastador para mi generación, pero, sobre todo, porque nadie supo leer las noticias que llegaban de Oriente. Somos una sociedad que necesita poner al ser humano en el punto álgido de su ideario, en vez de fomentar la desigualdad como forma de desarrollo. Pero del disco, sólo ‘La estirpe de Caín’ es deudora de la locura que estamos viviendo. En esa canción hay un verso que dice: ‘Los héroes cotidianos solo quieren respirar’; para que ‘La primavera no se estrelle en un hospital’, hay que hacer algo más que aplaudir a la 8 de la tarde.

Javier Gilabert: Que íbamos a salir mejores de ésta, nos decían… ¿Hemos aprendido algo con la pandemia?

Miguel Ríos: La pandemia sigue y será crónica si no actuamos de forma justa e igualitaria. Si no se vacuna todo dios, el mal se hará cíclico. No sé cómo se sale del sinsentido que es vivir por encima de las posibilidades de nuestro planeta. O cambiamos drásticamente de paradigma, o subvertimos la escala de valores que nos hemos dado, o no hay futuro.

«Cualquier tiempo pasado fue peor. Aunque cueste creerlo»

J.G.: ‘Un largo tiempo’, tu primer álbum con canciones propias desde hace más de una década, surge de la necesidad vital de contar y cantar. ¿Tan mal se han puesto las cosas en esta sociedad que se ha hecho necesario ponerlo de manifiesto con un disco? ¿Es ésta que estamos viviendo la peor situación por la que te ha tocado pasar?

Miguel Ríos: Si a este tiempo le sumas la pandemia, la desigualdad como paradigma liberal, el cortoplacismo social y el bajo nivel intelectual de nuestros políticos, lo tenemos más jodido. Pero yo, desde hace décadas, he tratado de escribir sobre el tiempo que me ha tocado vivir y no he sido un artista complaciente. Desde mi punto de vista, cualquier tiempo pasado fue peor. Aunque cueste creerlo.

J.G.: ¿Qué influencia ha tenido la literatura, la poesía, en tus canciones? ¿Se siguen escribiendo buenas letras en nuestro país?

Miguel Ríos: Vengo de un modelo de educación, el de los Salesianos, que desconfiaba de la literatura, al menos en mis años escolares. De hecho recuerdo frases alarmantes sobre «el peligro de los libros». Soy consciente de mis limitaciones académicas, pero soy consciente de la deuda que tengo con la literatura. Muchas de mis canciones son deudoras de lo que han escrito otros antes. En este disco hay un tema, ‘Por San Juan’, directamente inspirado en un artículo de Manuel Vicent, publicado en El País. Es evidente que gente como Serrat, Paco Ibáñez por su difusión de la gran poesía y más recientemente, Sabina, han subido el listón de la exigencia literaria en las letras de las canciones en nuestra lengua. Cuando yo empecé, el rock en español se limitaba a buscar una naturalidad rítmica en los textos y de su encaje en el corsé monosilábico sajón, más que en el valor de la historia que se contaba. Que por otra parte, seguro que no pasabas la censura.

F.J.: En ‘Un largo tiempo’, tomas un verso de Ángel González para abrir este gran trabajo en acústico. Ya cantaste uno de sus sonetos, ‘Donde pongo la vida’, y ahora pones música y nueva voz a ‘Para que yo me llame Ángel González’, una canción que me emociona desde los primeros acordes. ¿Qué supuso sentirte cerca de un poeta como él? ¿Sigue su obra vigente en nuestros días? ¿De la obra de qué otros poetas contemporáneos te sientes cerca?

Miguel Ríos: A Ángel González lo conocí por medio de otro poeta y buen amigo, Luis García Montero. Precisamente en la gira que hizo con Pedro Guerra con el disco ‘La palabra en el aire’, lo oí leer en el Teatro Isabel la Católica de Granada, y me quedé fascinado. Nunca nadie ha leído su poesía como Ángel desgranaba sus propios versos. Su cadencia y emocionalidad, su forma, casi aséptica, de leer, por ejemplo, el poema ‘Primera evocación’, donde describe el miedo que tenía su madre al viento, para terminar hablando del miedo a una guerra distante, “de crímenes lejanos, de huérfanos pequeños…” Pero ‘Para que yo me llame Ángel González’ es uno de sus poemas más hermosos y representativos, no sólo de él, sino del ser humano, por eso estará siempre vigente. Estoy muy agradecido a Susana Rivera, su viuda, por autorizarnos a convertir en canción ese poema tan emblemático. Se nos ha ido Caballero Bonald, del que soy muy fan. De esa generación me gustaban Gil de Biedma y muchos otros. Pero sé poco de poesía. Por eso he cantado tan poca.

«Los estilos musicales son solo carcasas que la conciencia rellena según la ideología del individuo»

J.G.: Además de como cantante del rock, te podrías ganar la vida como adivino —risas—. Dice la letra de ‘La estirpe de Caín’: “En los barrios las colas del hambre/hay ricos en Mercedes que gritan libertad”. Tras lo visto en la campaña del 4M, ¿tiene aun más sentido esta canción, se hace más necesaria? ¿Qué papel le corresponde al rock and roll en nuestra sociedad?

Miguel Ríos: ‘La estirpe de Caín’ es la crónica musicada de lo que estaba viendo en vivo y en directo. Ahí no hay adivinación sino desolación. Los estilos musicales son solo carcasas que la conciencia rellena según la ideología del individuo. Hay rockeros insurgentes y rockeros complacientes. Lo del 4M es la trumpización de la verdad, pero a la madrileña.

F.J.: Incluyes en este disco, una versión de Eddie Vedder, un tema con profunda carga reflexiva. Vedder (debo reconocer que lo sigo desde Pearl Jam) compuso una banda sonora extraordinaria para la película de Sean Penn ‘Hacia rutas salvajes’, un canto a la libertad y a la naturaleza con mucha influencia de autores como Thoreau.  ¿Como músico te has sentido alguna vez así, como un nómada? ¿Es la música la mejor compañía de los que buscan su libertad?

Miguel Ríos: Parece que Mister Vedder es un tipo muy espiritual, además de uno de los mejores cantantes de rock del planeta. ‘Comes then goes’ es un tema algo críptico que me sedujo a primera escucha. Que en el título original cupiera su traducción literal en castellano, y que encajara sin fórceps en el corsé de las tres sílabas originales mi ‘Viene y luego va’, además de su prodigiosa melodía, fue lo que me decidió a adaptar su texto que, como ya he dicho, es bastante original. Y sí, los músicos tenemos mucho de nómadas. Ya sabes, “como fuera de casa, en ningún sitio”. La música es buena para to’, que diría el castizo, y una buena aliada de la libertad. Aunque últimamente, esa palabra tiene muchos usos. Por ejemplo, a la madrileña, parece que consiste en tomar cañas y no encontrarte con tu ex.

«Los músicos tenemos mucho de nómadas»

F.J.: José Nortes es un productor musical peculiar. Trabajaste con él en el tema que acompañaba a tu autobiografía. Ha trabajado con Quique González, Coque Malla, Ariel Rot… y desde su estudio Black Betty, contigo en este disco. ¿Cómo ha sido trabajar con Nortes en este disco? ¿Qué aporta un productor a un autor «senior» como tú, que ha vivido tanto?

Miguel Ríos: Este disco podía ser de un dúo llamado Nortes&Ríos. Jose (le gusta escribir su nombre sin la tilde) es casi tan importante en este disco, si no más, que yo mismo. Al final, te das cuenta de que en la música no existe la edad. Recuerdo que cuando hice ‘El año del cometa’ con el mítico Tom Dowd, el viejo era él y el joven yo. Pero en el año 86 el tipo tenía el primer computer laptop que había en el mercado y yo era un analfabeto en esas lides. El talento de Jose radica en su humildad sin postureo y la seguridad que da ser tan buen músico como ingeniero de sonido. Además de ser una excelente persona.

J.G.: ‘¿Qué noche la de aquel año’, en TVE, está considerado como uno de los mejores programas musicales de televisión de todos los tiempos —y yo no me perdía uno, por cierto—. ¿A qué crees que se debe que ahora no exista un espacio adecuado para la música en la pequeña pantalla?

Miguel Ríos: La pequeña pantalla es el sumidero de los sueños rotos. Nada que necesite conectar con la sensibilidad artística tiene cabida en ese mundo. ¿Quién se va a parar a pensar y dejarse envolver por la necesaria complicidad que el arte necesita? Aquella serie triunfó porque no había más que dos canales, porque era un buen juguete televisivo y porque la música tenía una consideración social de la que ahora carece.

F.J.: En tu autobiografía (‘Cosas que siempre quise contarte’, Planeta, 2013), nos regalas una muestra de tu vida y de tu carrera musical. Tras bajarte de tu último concierto en 2011 en México, decides repasar tu vida, un recorrido vital en el que no ocultas decepciones y fracasos, donde no escondes deseos ni desengaños. Siempre me ha parecido un acto de cordura y honestidad escribir sobre tu propia vida. ¿Qué te animó a publicar este libro? ¿Qué enseñanzas dejas al lector entre sus páginas?

Miguel Ríos: Pues verás, no sé cómo, alguien de la editorial Planeta me convenció de hacer un libro sobre mi música con un periodista cultural, con el que tenía buena relación. Yo escribiría mi historia en primera persona, y él, lo que se publicó y el efecto sociológico y crítico de mi música. Dieron el adelanto editorial y aquel tipo me pidió prestado mi 50% porque estaba en un apuro. Teníamos un par de años por delante para entregar el borrador, pero mi coéquipier desapareció con la pasta. Se lo conté a la editorial que me reclamó mi parte. La verdad es que después del rebote que me obligó a la aventura en solitario, ya en plena jubilación, me gustó caer en esa especie de confesión que es la autobiografía, pero sin esperar el perdón de los pecados. Fue catártico y sólo oculté la identidad de las intimidades. La gente que lo lea debe saber que lo que ahí pone, bueno y malo, es la verdad.

«La pequeña pantalla es el sumidero de los sueños rotos»

F.J.: “Con Miguel Ríos, el rock español alcanzó su auténtica categoría como arte musical y su más plena expansión de una nueva realidad social, sin la cual es imposible entender nuestra historia más reciente”, dijo el rey Juan Carlos I al concederte la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 1993. Tu carrera, dilatada e increíble, ha aunado crítica y público. Te has subido al escenario con Rocío Jurado, Rafael, Serrat, Sabina, Ana Belén, Víctor Manuel, Antonio Vega, Pereza, Lapido…  Has interpretado canciones tanto tuyas como de otros autores y eres considerado, para muchos, una leyenda patria con temas que forman ya para siempre parte del cancionero popular. ¿Imaginabas, al empezar tu carrera, casi toda tu vida subido a un escenario? ¿Cómo haces para que cada canción que cantas la hagas sentir como propia?

Miguel Ríos: El Rey leyó esa frase que queda muy bien en la biografía, pero quien la escribió fue, según propia confesión, Jordi Solé Tura, a la sazón Ministro de Cultura del Gobierno socialista. Lo que tiene una larga carrera es que da para mucho, te obliga a hacer resúmenes según pasa el tiempo. Lo de cantar con compañeros ha sido un placer buscado desde siempre. En el programa de televisión ‘Qué noche la de aquel año’, canté con, prácticamente, toda la nómina rockera y sus aledaños. Pero de Rocío Jurado solo he sido su presentador en ‘Fiebre de Sur’. Soy ecléctico, pero no doy para tanto.

J.G.: De todos los reconocimientos que has recibido a lo largo de tu carrera, ¿cuál es el más especial? ¿De cuál te sientes más orgulloso?

Miguel Ríos: Me falta vida para agradecer todas las medallas y títulos recibidos. Algunos llegaron del campo de la música y otros de la sociedad civil, pero todos me han estimulado.

J.G.: No puedo desaprovechar la ocasión que me brinda charlar con alguien que ha sido testigo de excepción de la evolución de la música popular en Granada. ¿Qué tiene esta tierra que tantos y tan buenos músicos ha dado? ¿Hay cantera, por cierto?

Miguel Ríos: Siempre he dicho que soy artista granadino solo nominalmente. Yo me formé fuera y no puedo hablar como ‘héroe local’. He seguido la evolución de las bandas de Granada con mucho interés y admiración. La estimable cantidad que han trascendido de la escena local a la nacional, y más lejos aun, hace cantera. Y muy buena, por cierto.

F.J.: Escribiste el prólogo para la segunda edición del libro de Jordi Vadell, ‘En cada lamento que se hace canción’ (Comares, 2018), que repasa e interpreta la obra y las canciones de José Ignacio Lapido. En él reconoces tu admiración por su música, y creo que la primera canción que has aprendido a tocar en la guitarra —y has aprendido hace poco— es ‘En el ángulo muerto’, de Lapido. ¿Qué relación te une a él? ¿Crees que se respeta en España la figura de los músicos vocacionales, alejados del foco mediático?

Miguel Ríos: ¡Lapido es un crack! Con una visión muy particular de la vida y con una fidelidad al rock&roll, y a su canon, ejemplares. Yo admiro a José Ignacio sin paliativos. Me parece un musicazo, con un finísimo sentido del humor invertido, o sea, malafollá distanciada, que lo hace muy atractivo para un tipo como yo, siempre lampando por un aplauso. El verbo respetar hay que conjugarlo en España con mucha cautela. Pero si algo tiene José Ignacio Lapido es el respeto de sus compañeros y la admiración incondicional de un público cada vez más numeroso.

«En los ensayos estamos descubriendo una forma nueva de comunicar en mi carrera, cosa que no es fácil cuando llevas sesenta años en el oficio»

J.G.: El 19 de junio en Marbella arranca tu nueva gira, esta vez con The Black Betty Trio. ¿Qué sientes, después de tanto tiempo, sobre el escenario? Y ahora que te animas también con la guitarra, ¿hay (más) nervios?

Miguel Ríos: Siento que con este formato acústico vamos a disfrutar. En los ensayos estamos descubriendo una forma nueva de comunicar en mi carrera, cosa que no es fácil cuando llevas sesenta años en el oficio. Para la guitarra siempre he sido un negado. Mi falta de independencia motora es lamentable. Pero con los Black Betty tengo un poco de espacio para rasgar la guitarra acústica. Y sí, tengo nervios. Siempre se tienen. Al menos yo. En eso consiste la adicción.

J.G.: Hagamos un poco de retrospectiva. ¿Ha logrado aquel joven Mike Ríos que grabara ‘You are my destiny’ cumplir sus sueños? Dentro de muchos, muchísimos años, ¿cómo te gustaría que te recordaran?

Miguel Ríos: Aunque he tenido épocas de elucubrar con mis logros en el futuro, creo que ni en el mejor de mis sueños hubiera pensado llegar hasta aquí. Objetivamente, me ha ido muy bien. Empecé a oír decir a mi madre, desde que era muy joven: “¡Hijo, a ti, que te quiten lo bailao!”  Y eso significaba que lo estaba haciendo mejor de lo esperado. Pero no creo que se hable de mí dentro de “muchísimos años”, ni me importa. Tampoco soy para tanto.

«No creo que se hable de mí dentro de “muchísimos años”, ni me importa. Tampoco soy para tanto»

J.G.: “No tener esperanza es lo peor que le puede pasar a un ser humano”, afirmas. No me cabe la menor duda de que, aparte de este disco y de la gira ya tendrás en mente nuevos proyectos. ¿Nos puedes contar algo sobre ellos?

Miguel Ríos: Cuando se tienen tantos años, hay muchas efemérides que celebrar. Pero ahora estoy intentando sacar ‘Un lago tiempo’ a la carretera.

J.G.: Por más que nos pese, llega el “Momento Carta Blanca”, en el que pedimos a nuestros invitados que cierren la entre2vista como les apetezca. Tienes la palabra…

Miguel Ríos: Nada, sólo agradeceros el interés y celebrar que, siendo todavía un niño, tomara clases de mecanografía en una academia de Granada llamada Underwood. Ayuda en estos casos de entrevistas tan generosas. Libertad y Rock and Roll.


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