Los consumidores ceden el dominio de la producción alimenticia mundial a los grandes inversores

por Francisco Villanueva

 

Viernes, 24 de febrero de 2023. El poder del capitalismo financiero impone a las cadenas productivas nuevos estándares de impacto ambiental y trazabilidad de los alimentos pero el negocio agroalimentario global ha estado históricamente guiado en materia de preferencias y orientaciones por las exigencias y gustos de los consumidores. Hay un punto de inflexión sobre todo a partir del momento en que surgió y se consolidó la nueva clase media en los países emergentes, en especial en China, donde ese sector social está constituido ya por más de 500 millones de personas con ingresos comparables a los norteamericanos (35.000 /45.000 dólares anuales).

Pero ahora los inversores de las grandes compañías agroalimentarias mundiales, que son ante todo fondos financieros de enorme envergadura de Wall Street y Londres, han decidido adelantarse a los acontecimientos, lo que significa actuar estratégicamente con una visión de largo plazo. El Rabobank, que es la principal entidad financiera especializada en el negocio agroalimentario global, surgido hace más de 100 años del movimiento cooperativo holandés, hace el siguiente cálculo: el sector agrícola/ alimentario es, después de la industria energética, el segundo mayor emisor de dióxido de carbono (CO2), que es la causa fundamental del cambio climático o (calentamiento global); y de este hecho los grandes inversores del mundo, que son los que constituyen los mercados financieros internacionales, absolutamente integrados en el sistema capitalista de hoy, están completamente advertidos, y realizan un constante análisis de su relación de coste/beneficio.

En suma, los consumidores son integrantes de primera línea del negocio agroalimentario global, pero los inversores, que son los que a través del sistema financiero internacional mantienen en funcionamiento la producción de alimentos en el mundo, estos responden a la lógica y las exigencias de una actividad ajena en lo esencial a la producción agroalimentaria.

Los grandes fondos de inversión actúan a través de los accionistas de las mayores compañías de la producción de agroalimentos, usualmente trasnacionales de alcance global; y les imponen a estas exigencias definidas, so pena de que, en caso de incumplimiento u omisión, el resultado sea la ausencia de inversiones.

Por ejemplo, la Green Century Capital Management, uno de los principales fondos especializados de Wall Street, sólo invierte en compañías que no utilizan tierras deforestadas o degradadas; y en el caso de que alguna de ella todavía lo haga, les imponen un plazo determinado, imposible de soslayar o postergar, para que las eliminen de su actividad. Todo este proceso de identificación / intimación se realiza públicamente dentro del mercado bursátil de Nueva York, donde hay una exigencia constante de transparencia.

Lo mismo ocurre con el uso de pesticidas químicos, que deben ser sustituidos perentoriamente por componentes de carácter estrictamente biológicos. Es usualmente un incentivo extraordinariamente eficaz para acelerar el cambio tecnológico, en un punto que hace a la esencia del conocimiento más avanzado del mundo de hoy que es el biotecnológico.

Este es un proceso de incentivo y de sanciones que se está desarrollando a escala global en el negocio agroalimentario trasnacional; y la premisa sobre la cual esto ocurre es que los mercados financieros globales están completamente integrados, y actúan con la misma lógica y exigencia tanto en Wall Street como en Londres, o en Shanghái, Hong Kong, o Tokio.

Los inversores han advertido que la línea roja que vincula las cadenas globales de producción agroalimentaria, desde los productores primarios a los consumidores de última instancia es una exigencia constante de trazabilidad (el origen y condiciones de los alimentos), con especial énfasis en el lugar y la forma de producción. La trazabilidad se ha convertido en una regla ineludible de competitividad y de exigencia de calidad.

Esta nueva política proactiva de los inversores del mercado financiero internacional ha demostrado un poderoso carácter disuasivo.

Así, en solo dos años, una iniciativa para reducir drásticamente el uso de antibióticos en los alimentos hizo que 20 de las grandes cadenas productoras y distribuidoras de comidas rápidas de todas partes del mundo se comprometieran a eliminar en forma drástica la utilización de esos fármacos; y esta iniciativa surgió de 74 fondos inversores de Wall Street y Londres, con activos por más de 47.000 millones de dólares, que lo exigieron públicamente.

En conclusión, el poder del capitalismo financiero marca en este momento el ritmo y orientación de la producción agroalimentaria global.

Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero
@FranciscoVill87

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