Lisboa rentabiliza Eurovisión mejor que otras ciudades anfitrionas

Después de la enorme fiesta, que viene de la mano del Festival de la canción más antiguo y de más éxito del mundo, llega la hora de hacer las cuentas del evento que ha aglutinado a 250 millones de espectadores en torno a un espectáculo que supera en muchísimo más del doble de audiencia, a la Super Bowl de los EEUU. Sólo la apertura de los Juegos Olímpicos y la final de la Copa del Mundo de Fútbol superan estas cifras.

Es evidente que la evaluación de los ingresos por publicidad que aportan a las 43 televisiones públicas que retransmiten el festival, pondrían los datos económicos más fuertes y, ni que decir tiene, que las ventas de discos, tanto en soporte físico como en streaming o plataformas digitales, unido a los conciertos de los artistas catapultados a la fama en esta noche musical, elevarían los beneficios globales exponencialmente a los datos que he recopilado al cierre de la semana eurovisiva de Portugal.

Desde 1956, Eurovisión se erige como uno de los pocos eventos capaces de reunir a todos los países del Viejo Continente (y a alguna que otra nación perteneciente a la Unión Europea de Radiodifusión) bajo un mismo ritmo. Aunque a muchos el festival no les llame la atención quizás por costumbre, quizá por ser algo de toda la vida, lo cierto es que año tras año congrega a una media de 250 millones de espectadores en todo el mundo, y en España se alza como el programa no deportivo más visto de la temporada. Los datos son de poner la carne de gallina, 8 millones de audiencia media a lo largo de cuatro horas y un 50% de share.

La semana eurovisiva ha puesto Lisboa patas arriba. Colapso hotelero, calles del centro abarrotadas, avalancha de fans del festival… y mucho dinero alrededor de todo el montaje; bares, restaurantes, discotecas, cafeterías, merchandising

El impacto económico del Festival de Eurovisión en la capital del país vecino llega hasta los 110 millones de euros, de acuerdo con los cálculos de la Asociación de Hostelería lisboeta, informa EFE. Nada extraño si tenemos en cuenta que Turismo de Portugal se ha empleado a fondo para atraer a multitud de visitantes, más aún de las que ya suelen invadir esta ciudad de moda. Su inversión de 1,3 millones de euros dio resultados palpables, en parte porque los candidatos mostraban en las presentaciones de sus canciones en sus vídeos promocionales imágenes de todo el territorio luso, incluidas las islas Azores.

Lo más brillante de la organización portuguesa es que cifran el coste de la celebración de Eurovision en 22 millones de euros, lo que ha hecho de esta edición la más barata desde 2008. Un presupuesto ajustado que se alió con el buen gusto y la elegancia para proyectar una imagen de la patria del fado en las antípodas de un país que ha sufrido mucho en la crisis financiera internacional recién pasada.

La capital portuguesa absorbió un aluvión de 54.000 eurofans, aparte de los 2.000 hombres y mujeres involucrados en las tareas de organización, así como de los 1.600 periodistas y 500 blogueros acreditados. E igualmente, claro está, incluidas las delegaciones de los 43 países representados. Todo un microcosmos que llegó a colapsar esta Lisboa de moda, y que precisamente se catapultó aún más desde que el cantante local Salvador Sobral venció en Eurovisión el año pasado con «Amar pelos dois».

El coste de cada festival de Eurovisión se soporta entre las cadenas europeas que lo retransmiten (entre todas se hacen cargo de unos 6 millones de euros), la cadena anfitriona (entre 10 y 20 millones de euros), la ciudad en la que se celebra el concurso, los patrocinadores y el dinero recaudado en la venta de entradas para asistir al evento.

La capital lusa, Lisboa ha contado con un presupuesto de 23 millones de euros. Según informó ‘Correio da Manha’, la televisión pública del país cubrirá 12 de esos millones. El resto correrá a cargo del Ayuntamiento, Turismo de Lisboa y Turismo de Portugal, que aportarán 11 millones.

En los últimos años, Baku (Azerbayán), que acogió el festival en 2012, ha sido la ciudad que más ha gastado en los preparativos: 54 millones de euros, incluyendo la construcción desde cero del Baku Crystal Hall específicamente para la ceremonia. Unos costes que contrastaron con los ingresos que la ciudad percibió por turismo durante aquellos días: 7,9 millones de euros, a los que se sumaron 529 empleos a tiempo completo.

Un año más tarde, Malmö (Suecia) rebajaba abruptamente los costes: hasta los 19,3 millones de euros. Además, recuperó 18,2 millones gracias al impacto económico de los 32.000 turistas que visitaron la ciudad.

En 2014, la capital danesa Copenhague volvió a lo grande haciéndose cargo de una factura de 41 millones de euros por organizar el festival, con un retorno de 14,8 millones de euros gracias a la recepción de 32.000 turistas.

En 2015, Viena invirtió 31,9 millones de euros en acoger el festival. A cambio, recibió la visita de unos 30.000 turistas, que se dejaron en torno a 25 millones de euros creando 416 empleos a tiempo completo.

De cumplirse las expectativas, los lucros registrados representan todo un triunfo para la capital lusa, que ya que la producción de esta 63ª edición del Festival ha sido la más barata en una década, con un coste total de unos 22 millones de euros.

Portugal tiene 10,5 millones de personas, con un alto índice de implicación popular en la puesta en marcha del acontecimiento (por ejemplo, decenas de voluntarios).

La tasa turística que recauda el Ayuntamiento comandado socialista a partir de las pernoctaciones ha permitido destinar cinco millones de euros a la organización del festival, mientras que la RTP (Radio Televisión Pública de Portugal) contribuyó con cuatro millones en las cuentas globales.

El alquiler del Altice Arena, el recinto donde se celebraron las dos semifinales y la final, y del pabellón anexo costó 2.160.000 euros. Una renta que se explica por el hecho de que la zona estuvo acordonada desde un mes antes, con el objetivo de poner a punto el despliegue de seguridad y velar por la tranquilidad de los asistentes, tal cual hicieron los más de 5.000 policías reclutados.

Respecto al gasto de la televisión pública española es de 355.000 euros. RTVE tiene que pagar cada año esta cantidad a la Unión Europea de Radiodifusión (UER) para poder participar en Eurovisión, si bien el presupuesto que destina nuestro país al festival siempre es algo superior. Para hacernos una idea en 2016 se invirtieron 445.2363 euros, en 2015 el montante ascendió hasta los 396.918 euros y en 2014 se destinaron a este fin 386.994 euros. Aún no se han proporcionado los datos correspondientes a la edición de 2017. Este presupuesto emana tanto de los gastos de retransmisión (de las dos semifinales y de la final) como del coste que supone el desplazamiento hasta la sede de turno y la manutención durante dos semanas de los cantantes y del equipo de TVE. Los artistas no perciben ninguna remuneración por su actuación. Y añado, porque me parece algo injusto, que los propios padres de nuestros representantes se tuvieron que pagar su estancia en Lisboa…..

Creo que, después de haber vivido muy intensamente esta edición del festival de la canción de Eurovision en Lisboa, no hay ninguna excusa para que nuestros responsables de la cadena pública se vuelquen con todas sus fuerzas en apoyar un festival que es un auténtico negocio para el país organizador, que aunque aquí sobre turismo, es verdad que sobra talento para poner toda la carne en el asador y competir por ganar. Y por supuesto todo mi apoyo para Alfred y Amaia (a los que adoro) y con los que he tenido el gusto de hablar y descubrir lo maravillosos que son como personas y la enorme carrera musical que les espera. Ellos un lujo, OT fantástico, pero RTVE debe apoyar más por todos los medios posibles, que si se quiere se puede.

Francisco Villanueva Navas, colaborador habitual de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero. En Twitter: @FranciscoVill87 

 

 

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