Letal mascarilla de Trump para el pueblo de EEUU

por Eduardo Madroñal

 

 

El cambio facial de Trump parece más bien una sinistra pantomima. La letal y tardía mascarilla de Trump –acaba de aparecer con una puesta por primera vez, en su visita a un centro médico militar, Walter Reed National Medical Center en Maryland-, después de que más de 135.000 (ciento treinta y cinco mil) estadounidenses han fallecido y más de 3.300.000 (tres millones trescientos mil) han dado positivo por Covid-19, después de que hace ya varios meses que la pandemia es un problema no solo del resto del mundo sino también de Estados Unidos, parece más bien una sinistra pantomima.

Después de que no es solo China sino muchos países en el mundo han tenido que enfrentar la pandemia. Después de que el propio Estados Unidos, la única superpotencia realmente existente, ha alcanzado la funesta cima de ser el país más infectado y con más defunciones -y, desgraciadamente para el pueblo estadounidense, tales cifras siguen creciendo- la mascarilla de Trump parece más bien una siniestra pantomima.

Hay que recordar que hace meses ya con la pandemia en pleno desarrollo por el mundo Trump dijo que podían morir de 100.000 a 250.000 estadounidenses -y que además la mayoría de fallecidos iban a ser pensionistas- pero que ello no era motivo para detener la economía, es decir, para dañar la obtención de ganancias por los oligopolios norteamericanos. Por ello, la mascarilla de Trump es una noticia muy triste, porque parece más bien una siniestra pantomima.

Llevar mascarilla es simplemente una simple, básica y mera responsabilidad de salud pública para evitar o disminuir la propagación del virus. Pero en Estados Unidos no llevarla puesta se ha convertido en una posición política. Porque la línea Trump ha boicoteado, objetivamente, su uso en el país. Porque Trump se ha resistido a aparecer públicamente con la mascarilla.

Ahora, con todos los muertos e infectados en Estados Unidos y con las elecciones a la vista, Trump se ha puesto la mascarilla. Después de poner en primer lugar que la economía siguiera funcionando por encima de la salud y la vida, ¿quiere Trump hacer creer que puede mantener los beneficios de los oligopolios estadounidenses mientras dedica un poco de tiempo y energías a combatir el virus?

Recordemos que la Administración Trump ha llegado a declarar que el Covid-19 desaparecería mágicamente y que Estados Unidos seguiría siendo la superpotencia mundial. ¿La mascarilla de Trump es expresión de ello? Cuando ha utilizado el uso o no de la mascarilla en su batalla lingüística con su oponente político, el otro candidato presidencial Joe Biden, el cambio facial de Trump -mientras los porcentajes de infectados y fallecidos se disparan explosivamente, y habiendo criticado a derecha e izquierda las opiniones científicas de otros países y habiendo rechazado el asesoramiento de los expertos en epidemias de su propio país- parece más una sinistra pantomima.

¿Cuántas vidas del pueblo estadounidense se habrían salvado si el gobierno de Trump hubiera tomado medidas drásticas, incluyendo el uso de las mascarillas, hace ya meses? Desgraciadamente no lo podemos saber. Pero estamos seguros que hubieran sido muchas. Y el pequeño gesto de Trump llevando la mascarilla hubiera sido un ejemplo. Ahora es demasiado tarde para la población más vulnerable de Estados Unidos.

Recordemos que, con la mascarilla puesta o no, Trump ha retirado formalmente a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en medio de la actual pandemia de COVID-19, especialmente agudizada en su propio país. Trump ya había lanzado varias amenazas al respecto -en las redes sociales, como tiene por costumbre, después vinieron las declaraciones oficiales- acusando a la OMS de parcialidad con China y de haber dado una respuesta lenta al brote del virus en Wuhan. Incluso la canciller alemana Angela Merkel ha aprovechado para declarar que: “no se puede luchar contra la pandemia con mentiras” como comentario a la política de Trump contra el virus.

Pero el virus no está teniendo clemencia con ningún país, incluso aunque sea la única superpotencia mundial existente. Lo que parece que no entienden las dos fracciones de la clase dominante de Estados Unidos, enfrascadas y enlodadas en sus luchas electorales internas. Y en lugar de atender la lucha contra la pandemia se están dedicando a lanzar mentiras contra China -con el eco de sus fieles seguidores en Europa-, tratando de ocultar y confundir a la gente de su propio país sobre la situación de la pandemia en Estados Unidos.

Nuestro deseo más ferviente es que Trump no diezme al pueblo estadounidense.


Eduardo Madroñal Pedraza, colaborador de La Mar de Onuba, nació el año 1951 en Madrid, el año 1951, de raíces andaluzas paternas y castellanas maternas. Fue velocista y jugador de balonmano. De una clase social, eligió otra práctica social. Fue, por el  artículo 191 del Código Civil franquista, «padre soltero» de una hija de madre desconocida. Estudió Psicología. Trabajó 7 meses como repartidor de codornices y 7 años como administrativo en Uralita. Acabó Psicología; fue profesor de inglés (6 años en colegio privado y 4 años en instituto por oposición. Con la LOGSE se cambió a orientador educativo. Anomalías se titula su tercer libro de poemas. Colabora en diversas publicaciones (De Verdad, Chispas…) en formato digital e impreso. Es militante de Unificación Comunista de España, miembro de Recortes Cero, e integrante de la Mesa Estatal por el Blindaje de las Pensiones. Profesor aprendiz, psicólogo inapropiado, orientador peregrino, demócrata distinto, patriota inusual, comunista extraño, padre inesperado, abuelo chocante, amante inhabitual, y alguna anomalía más.

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