Irrepetible, Jesús Quintero

Martes, 4 de octubre de 2022. Se rompen de silencio las palabras, en esta hora última, del maestro Quintero. Su voz, como un cristal roto, disemina sus pedazos en rincones que nos escapan.

Hay ratones huérfanos y colinas vacías, hay locos desahuciados de sus últimas trazas de cordura, y un vagamundo que, como los filósofos antiguos, ha encontrado la verdad en la definitiva sombra de su tiempo.

Quintero huyó de los cubículos angostos donde se hacina esta sociedad en la que el conocimiento se vende a precio de saldo. Les dio la palabra a los analfabetos, pero condenó la de los ignorantes, la de quienes, pudiendo saber, prefirieron el páramo inmundo de la sinrazón.

Quintero hurgó en los resquicios de la vida, y se trajo consigo a quienes habitaban en sus márgenes, ya fueran poetas o bandoleros armados de un trabuco que atracaban diligencias en la serranía y soñaban con asaltar el AVE.

Quintero respetó a los proscritos, a los condenados, y se fue a las galeras para escuchar, para saber, para aprender, porque había más sabiduría en los desheredados que en todos aquellos que engordaban su estupidez en su reino terreno de los cielos.

Quintero abominaba de quienes cedían su voluntad a los amos de nuestro tiempo, de quienes prostituían su inteligencia en el mercado impúdico de la necedad. Por eso su palabra, y su silencio, eran liberadores; por eso en su profesión, era un libertario.

Cuán manso aparece el río de la vida en su desembocadura, y qué caudaloso fue para Jesús Quintero, cuyo más profundo diálogo fue con la existencia, de la que aprendió que la primera lealtad era consigo mismo.

Descanse en Paz, Jesús Quintero.

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