Máster Cifuentes: injuriada, calumniada, ¿aprobada?

Ana de Luis Otero.

Había una vez, un circo, que alegraba siempre el corazón, decía la canción. No sé si Fofó se reiría de este caso, con este caso, y si acaso esto tiene gracia. Si no fuera porque hablamos de una universidad, de una presidenta de una comunidad autónoma y de unas normas que supuestamente hay que cumplir, la cosa tendría gracia o quizá no, porque sería un fraude que como ven, hoy, habla por sí solo. Quizá los periodistas, ese oficio de canallas que deja abierta la puerta cuando otros la cierran, no hubiera dicho qué hay de lo mío, no estaríamos hablando de esto, pero da la casualidad que abrimos el cajón y salió lo que no debía conocerse.

Ahora a disfrazar los acontecimientos en torno a la jurisprudencia, cuando de todos es sabido que entrar y salir de una sala de audiencias es para los españoles algo tan normal como ir a un bar. Declarar ante Sus Señorías y ser defendidos por letrados cuando hay situaciones claras e indefendibles, también, y yendo a los principios básicos del derecho; la ley, la costumbre y los principios generales, diríamos pues que Cristina, lo tiene complicado porque aunque se sienta agredida, los españoles nos sentimos defraudados. ¿Injuriada? ¿Calumniada? Definitivamente está aprobada, Excelentísima Señora pero hay que ver cómo. No se le puede dar lecciones a la vida cuando no hemos probado como nos las gasta o quizá sí, si cuela.

No sé si esto da qué pensar y si la titulitis que existe en este país cuestiona una vez más a la enseñanza. Conozco el gremio y conozco qué se cuece en la universidad tal o cual; si no apruebas, te apruebo yo; si no te aprueban, matricúlate aquí; si quieres un título, házlo en tal sitio. A cala y a prueba como los melones, el caso es tener un papel que justifique que eres universitario; un grado; una licenciatura, en aquellos días de vino y gloria, y ahora los másteres. ¿Qué fue de la especialización famosa? Esa que se procuraba para saber más porque acaso no se había aprendido lo suficiente.

En España cualquier tonto tiene un curso; uno del que sacar partido; cualquier persona puede ser docente; cualquiera puede enseñar al que no sabe pero, ¿saben una cosa?; siempre hablamos de sociales, de humanidades. A nadie se le ocurre poner un chiringuito para impartir medicina; eso no. Eso son palabras mayores. Las de la pluma y el gatillo lo puede hacer cualquiera y si por cualquiera estamos los periodistas ni te cuento. No hablemos de derecho, filosofía, magisterio o cualquier carrera que te invite a estudiar de memoria. Y un máster, aunque sea a domicilio, online o sin estudiar, el caso es que pagas y te dan el papel; papel mojado si hablamos de conocimiento.

Ahora viene la segunda parte; como en el caso de los Marx; porque la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte. ¿Usted entiende algo? No. Yo tampoco. Eso nos pasa a los españoles de a pie. ¿Alguien puede entender cómo ha podido ser lo que es? ¿Cómo es posible que una persona cualificada llegue a cometer semejante bajeza académica? Ese es el quid de la cuestión. No que la aprueben, no que los profesores asientan, no que la universidad mire para otro lado, no que le hagan la pelota por si algo m e llevo…

Tras la tempestad llega la calma y necesariamente optar por una resolución de la que darán cuenta, según ha adoptado la conferencia de rectores, la designación de un observador externo para ampliar la transparencia en la investigación. La Rey Juan Carlos se juega mucho y por ello nombrará a la persona que clarificará los hechos. Se está apostando por la legalidad, la dudosa honestidad y la falta de transparencia de la institución universitaria amén de las otras tropelías e irregularidades que han hecho que una presidenta de una comunidad apruebe. En este sentido, si realmente se detectara, apunta el rector, alguna supuesta irregularidad, ésta se hará pública y las consecuencias serán las que crea pertinentes, añade.

La tormenta política arrecia en la comunidad de Madrid; y si lo que otros colegas han publicado se verifica; si existiera una supuesta falsificación de su máster universitario, algo más que explicaciones tendría que dar la presidenta. Quizá, la única persona en la que el pp podría haberse agarrado. Tildada de honesta, capaz, sensata y eficaz su lucha contra la corrupción se verá manchada si efectivamente ella misma se ha prestado a un asunto que tiene que ver con unas notas.

Sus querellas criminales, como apostillaba contra los colegas que no han hecho otra cosa que verificar con datos lo que a todas luces hoy, aún, es complicado de justificar, hará que sean muchos los que vayan a ver a Sus Señorías aunque la Asociación de la Prensa ampare el derecho a la información por encima de otras cuestiones. Tanto la FAPE como la Federación de Sindicatos de Periodistas, la coordinadora deperiodistas de la UGT, y la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información; confían plenamente en la veracidad y ética de las informaciones vertidas a tal efecto.

Una amenaza contra un colectivo ya amordazado desde hace años. La censura; esa sutil forma de decir que te calles cuando la evidencia de los hechos hoy se constituyen en una prueba. Prueba que a todas luces deben saber los ciudadanos porque aún hoy, con la que está cayendo, los periodistas seguimos siendo la voz de lo que no se cuenta; eso que no se dice; esa cuestión que no se toca.

Para que una información sea veraz, recordemos los que hemos pasado por una facultad, se debe contrastar con todas las fuentes, debe ser veraz y se debe haber hecho uso de todas las herramientas que tiene el periodista solamente para ponerlo en conocimiento de sus lectores.

Presionar a un periodista, amenazarlo, atemorizarlo e incluso sugerir que lo echen del medio, ha sido y será la única forma de justificar que el que manda sigue siendo el político; el que paga, el empresario que mantiene el medio y el que calla, si ha de ser así, el periodista.

De no ser así, como servicio público y siguiendo con la premisa de nuestro oficio, los periodistas tenemos el deber de seguir informando tal y como apunta el tribunal constitucional que ha emitido sentencias en donde sigue apostillando que – si el periodista recibe una información, actúa con diligencia profesional y escribe lo que acontece, nunca podrá ser condenado – . Recordemos esto de nuevo: las querellas de los políticos entorpecen el derecho a la información y no puede atribuir un delito a una persona por informar; no se puede condenar por calumniar, puesto que no existe tal delito; de ser algo debiera ser falsedad documental en todo caso. La publicación de la información que ha de ser de carácter publico debe constar a todas luces por encima de las barbas de San Pedro. Y es claro y meridiano que cualquier  universitario cuando tiene un expediente, este es público para quien lo solicitare, así como el título y las tesis doctorales que están publicadas como doctores a efectos oportunos.

La versión de la Cristina Cifuentes no ha hecho sino poner el tela de juicio a la institución universitaria que sigue investigando por incongruente los testimonios que ella vertió sin posibilidad de contrapregunta. Lo cierto es que un máster con notas falsificadas; un error de transcripción de notas o cualquiera de las versiones de la canción hace que una vez más se cuestione la universidad española; la institución académica como tal y no digamos, la clase política. La pregunta seria, ¿qué necesidad tenía esta señora de meterse en semejante berenjenal? Quizá sin máster hubiera estado más mona. Desde Periodistas en Español, apoyamos a los colegas, justificamos las informaciones y contrastamos cada noticia. Los lectores son los únicos a los que les debemos la verdad.

¿Dónde está la verdad, Doña Cristina?

¡Ay, qué pena! ¿Quid pro quo? A lo peor también se querella contra mi; una más del gremio que aún queda. Pocos, pero honrados… Estoy contando los hechos; eso que hacemos aún los periodistas. Desde luego, ¡vaya panda de canallas, mira tú!

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