por Aníbal González
El llanto de un minero es una lágrima de sangre que nace cuando pierdes a un compañero.
Es el tajo el que te enseña a querer lo que haces. Es la muerte la que hace que no te olvides de que ella te acompaña en cada relevo.
Cuando los cascos de los mineros caen, bajan en solemnidad honrando la memoria de quien se fue y de lo que nos dejó.
La mirada roja y húmeda del compañero que llora tu muerte es la la despedida más profunda de tu familia de la mina.
Un minero no se olvida porque en el fondo nunca muere. Se queda en el espíritu de la mina protegiendo a los que se quedan.
No te olvides de nosotros Catalino, que tu presencia la tendremos de por vida cada vez que se hable de la mina.
No te olvides de tu familia, que hoy te llora sin consuelo pidiéndole explicaciones al cielo.
No te vayas en silencio porque te has convertido en nuestra guía.
La mina te lleva de entre nosotros pero aquí estaremos para que nadie se olvide de tí. Que la tierra te sea leve compañero.
Descanse en paz Catalino.
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