El cambio climático y la seguridad en la cumbre de la OTAN en Madrid

por Cristina García Fernández

Viernes, 1 de julio de 2022. El cambio climático está influyendo sobre las capacidades y las infraestructuras militares críticas, las cadenas de suministros y el entorno de seguridad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), sobre todo por los nuevos conflictos que pueden surgir en muchos países.

La Organización es consciente de que el calentamiento global va a influir cada vez más en sus actividades. Por eso, con motivo de la cumbre celebrada recientemente en Madrid, la organización ha presentado un informe en el que identifica sus principales retos frente al cambio climático.

Efectos del calentamiento global

Las expectativas sobre las tendencias futuras del cambio climático han empeorado rápidamente y, como consecuencia, su impacto negativo en la seguridad internacional, la seguridad humana y, más específicamente, la seguridad alimentaria.

El Sexto Informe de Evaluación del IPCC (AR6) advierte del aumento de los fenómenos meteorológicos extremos.

Las sequías persistentes durante las temporadas de desarrollo de las grandes cuencas fluviales están reduciendo la productividad agrícola, un factor que ha puesto en peligro la seguridad alimentaria.

El aumento del nivel del mar está provocando la reducción de las tierras cultivables, la contaminación de acuíferos con agua salada, la destrucción de infraestructuras portuarias y energéticas, la desaparición de zonas costeras. Como consecuencia, está causando innumerables desplazamientos internos y externos.

Infraestructuras y actividad militar

Es de esperar que los impactos del cambio climático ejerzan cada vez más presión sobre las fuerzas militares en las próximas décadas. Se requerirán más fuerzas para responder a eventos climáticos extremos, lo que limitará su capacidad para responder a otras contingencias.

El calentamiento global pone en riesgo la logística militar crítica, los sistemas de transporte y la infraestructura. Sus impactos pueden perjudicar a los componentes físicos de las infraestructuras críticas nacionales, al tiempo que limitan sus capacidades. Ya estamos viendo cómo el calor extremo está dañando infraestructuras de transporte como carreteras, líneas ferroviarias y pistas de aterrizaje de aeropuertos.

Además, gran parte de la infraestructura energética, incluidas las refinerías de petróleo y gas, los tanques de almacenamiento, las centrales eléctricas y las líneas de transmisión de electricidad, se encuentran en llanuras costeras, cada vez más afectadas por intensas tormentas, inundaciones y el aumento del nivel del mar.

La OTAN y el cambio climático

En el informe de la OTAN quedan claras las repercusiones que el fenómeno tendrá sobre la institución. Algunas de ellas son las siguientes:

    • daños estructurales sobre infraestructuras críticas en bases militares y zonas de entrenamiento;
    • una mayor demanda de servicios públicos, particularmente energía y agua para hacer frente a condiciones más duras;
    • más debilidades de la cadena de suministros;
    • incremento de los riesgos para la salud y la seguridad;
    • aumento del presupuesto destinado al mantenimiento y protección de bases, equipos, infraestructuras y otros activos.

Claramente habrá más conflictos, por lo que será necesaria una orientación más precisa hacia la asistencia humanitaria y la respuesta a desastres, en posible detrimento de las dedicadas específicamente a la seguridad y la defensa.

Asimismo, se han anunciado los primeros objetivos climáticos de la OTAN. El más ambicioso es la consecución de cero emisiones netas para 2050. Esto coincide con los objetivos europeos propuestos en las últimas cumbres del clima (COP25 y COP26). La OTAN necesita que el calentamiento global no siga avanzando al ritmo actual porque está poniendo en riesgo la operatividad de la organización.

Nuevas preocupaciones de la Alianza

Hay algo que le preocupa especialmente a la OTAN y es que el cambio climático está abriendo nuevas áreas de competición estratégica.

La mayor accesibilidad a los canales comerciales a través del Ártico debido al deshielo está abriendo nuevas rutas y con ellas nuevas posibilidades de mayores beneficios para el comercio. La competencia por los recursos naturales (petróleo, gas y minerales) que los países ribereños están disputando desde hace tiempo está afectando claramente al entorno estratégico general de la Alianza.

Países como Dinamarca (Groenlandia), Estados Unidos (Alaska), Canadá, Rusia y Noruega se encuentran en una auténtica disputa territorial. Los cinco países árticos ya han realizado acciones, incluso militares, para reclamar su soberanía territorial y, con ello, tener acceso a dichos recursos. China también ha entrado en el juego, no disputando territorios, sino haciendo negocios con Rusia y con Groenlandia, este último por su posesión de minerales muy utilizados en la industria tecnológica.

Por último, qué duda cabe que la invasión rusa de Ucrania ha puesto de relieve la necesidad de buscar fuentes de energía alternativas y fiables y de realizar una transición energética rápida que libre a los países aliados de la dependencia de Rusia y China.

Sin duda es positivo que la OTAN esté preocupada y tome cartas en el asunto. No obstante, después de muchos años estudiando el tema del cambio climático y sus causas, impactos y posibles soluciones, no estoy segura de si debemos darle las gracias por las propuestas que está lanzando tras la cumbre de Madrid o si, de otro modo, estamos ante una prueba más de que cada uno sigue mirando por sus propios intereses.

Cristina García Fernández, Profesora doctora en economía. Sección de Economía de la Facultad de Ciencias Políticas, Universidad Complutense de Madrid. Investigadora en cambio climático desde 1993. Directora del master en La Unión Europea y el Mediterráneo.

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