Es difícil evaluar un ciclo político con un ciclo económico, es una estúpida costumbre que en nuestro país se puso de moda en la crisis financiera internacional de 2008 que se achacó a las políticas económicas del Presidente Zapatero. Ahora en los Estados Unidos ocurre que ante la salida de la administración republicana presidida por Trump.
En las elecciones presidenciales de 2016, amplios sectores de votantes de Obama de la clase trabajadora dieron su apoyo a Donald Trump, que hizo campaña con el lema «Make America Great Again». El rico hombre de negocios y estrella de un reality televisivo supo apelar a una serie de votantes que, durante años, sufrieron el desplazamiento de empleos bien pagados a otros lugares, el estancamiento o caída de los salarios y la creciente inseguridad laboral. En agosto de 2018, Trump se vanagloriaba de que durante sus dos primeros años como presidente fueron creados medio millón de empleos manufactureros y de que sus políticas agresivas y proteccionistas, que incluyen la ruptura de tratados comerciales, la imposición de aranceles al aluminio y acero extranjeros y la guerra comercial con China, beneficiaban a los estadounidenses.
Sin embargo, un informe del Economic Policy Insitute publicado en agosto de 2020 contradice los argumentos de Trump. Según ese estudio, lejos de revitalizar el conocido “Cinturón Manufacturero» (antiguas zonas industriales del noreste de EE.UU.), que experimentaron un agudo declive desde mediados de la década de los 90, hubo más empleos manufactureros que abandonaron EE.UU. que los que creó Trump durante sus dos primeros años de mandato.
El think tank, con sede en Washington, escribió: «Las erráticas, inconsistentes y ególatras políticas comerciales de Trump no han logrado ningún progreso mensurable a pesar de la nueva retórica combativa. Por si fuera poco, el coronavirus y la mala gestión de la crisis por parte de su administración han destruído gran parte del empleo ganado en la útlima década en el sector manufacturero».
De enero a julio de 2020, se perdieron casi 750.000 puestos de trabajo en el área de la producción, dato que refuerza las acusaciones de que Trump es un presidente industrial en un país postindustrial. Después de todo, el sector manufacturero representa tan solo el 11 por ciento del Producto Interno Bruto, el nivel más bajo desde la Segunda Guerra Mundial.
Los mercados estadounidenses, de cuyo auge Trump presume regularmente, se han disparado bajo su presidencia, incluso después del choque inicial que supuso el confinamiento debido a la pandemia. Desde que asumió su mandato, en enero de 2017, el Dow Jones ha subido casi un 40 por ciento y alcanzó un récord de 29.570 puntos en febrero de 2020, mientras que el NASDAQ ha doblado holgadamente su valor en este tiempo.
Hay economistas que aseguran que el boom de los mercados bursátiles ya comenzó con el predecesor de Trump, Barack Obama, y que fue impulsado por los billones de dólares procedentes de la Reserva Federal de EE. UU. y por la recompra de acciones de Apple, Microsoft y Alphabet Inc. En el período anterior a la pandemia, en términos de crecimiento y empleo, la economía de EE.UU. se desempeñó igual o peor que durante la administración Obama. A la pregunta de qué éxitos económicos pueden atribuirse a Trump, casi ninguno si es que hay alguno.
Otro de los orgullosos logros de Trump son los recortes de impuestos. Esos recortes ayudaron a estimular el mercado bursátil entre un 5 y un 7 por ciento, pero también condujeron a un significativo incremento del déficit fiscal de EE. UU. con potenciales consecuencias negativas a largo plazo para el estándar de vida de EE. UU.
Trump redujo los impuestos para los multimillonarios y para las empresas en diciembre de 2017 y, en la misma ley, los subió para la mayoría de gente de en medio, que es la que la que ha estado pasando dificultades en los últimos 40 años. Lo que Biden ha prometido es revertir esto y hacer que las empresas y las grandes fortunas paguen unos impuestos justos, lo cual me parece una buena política económica. La rebaja de impuestos de 2017 le dio una subida de azúcar a la economía, pero cualquier modelo económico te dirá que eso no es sostenible, que te va a llevar a déficits récord. Por supuesto, vas a crecer más rápido, pero no es sostenible. Además, fue una reforma mal diseñada. Antes de la pandemia, la previsión de crecimiento de Estados Unidos ya era anémica, inferior al 2%, y el dinero no se convirtió en más inversión, sino en más dividendos o recompra de acciones. La desigualdad es uno de los mayores problemas de este país.
Poco después de que el paquete de medidas sobre impuestos entrara en vigor, el 20 por ciento de los estadounidenses más ricos disfrutaba de más del 60 por ciento del ahorro impositivo introducido por Trump. Según diversos economistas, si el paquete supuso un estímulo al consumo o a la inversión, fue efímero y benefició poco a los estadounidenses con ingresos bajos.
Trump fanfarronea a menudo sobre su postura comercial, basada en el «America First». Según él, sus políticas han presionado a las multicionales para traer empleos de vuelta a Estados Unidos y han forzado a otras naciones a abrir sus mercados restringidos a las empresas estadounidenses. A esos argumentos, Trump agrega que los recortes de impuestos supusieron nuevos estímulos. Los aranceles a China no han hecho mucho por el sector manufacturero y han reducido los ingresos de las granjas y no ha habido un cambio notable en la inversión extranjera directa que pueda derivarse de las políticas de Trump. Al mismo tiempo, miles de granjeros estadounidenses perdieron negocios cuando Pekín restringió las importaciones agrícolas de EE.UU.
El julio entró en vigor el NAFTA 2.0, una puesta al día del TLCAN, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, Canadá y México. A pesar de las promesas de que crearía 180.000 empleos en EE.UU., el acuerdo no ha logrado frenar la deslocalización en el más barato México. La salvación de Trump podría venir de la flexibilidad de la economía estadounidense, que se ha recuperado rápidamente de la pandemia. Pero muchos economistas dicen que las próximas siete semanas que quedan hasta las elecciones son un tiempo insuficiente para que los estadounidenses recuperen la confianza económica de los tiempos prepandemia.
Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero.
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