La Comunidad de Madrid se ha ido constituyendo, desde antes del año 2005, en el paradigma de lo que no se debe hacer en planificación sanitaria.
Lo primero que se hizo fue limitar el presupuesto de sanidad, los gobernantes de la Comunidad de Madrid lo consideraban “un gasto” por lo que había que ahorrar en gasto público. Pero el presupuesto en sanidad es, fundamentalmente, una inversión y lo es porque genera puestos de trabajo, incremento de inversiones en I+D+i, incremento de productos de tecnología de alto nivel y genera una productividad elevada de empresas complementarias. Sí sanidad es una inversión y no un gasto.
¿Qué ocurrió para limitar el presupuesto sanitario? La Sanidad era concebido como un servicio público, pero para la derecha gobernantes es “una fuente de negocio”, como tal convocó una reunión con esa leyenda y lo hizo a lo grande: convocando a empresas privadas en el marco del Hotel Ritz de Madrid, cerca del Congreso de los Diputados y del propio Ministerio de Sanidad. Un acto de reto y de reivindicación narcisista por parte de los convocantes al acto.
Este acto dio paso a sucesivos episodios de recortes económicos, muy evidentes, en los presupuestos de la sanidad pública mientras que, en forma similar, se incrementaban los presupuestos de conciertos con la sanidad privada, hacia donde se derivaba el presupuesto. Así se cumplía fielmente el camino a la privatización que expuso Noam Chomski: “Esta es la técnica de la privatización: cortar el presupuesto para asegurarse que las cosas no funcionen, la gente se molesta, y se usa como excusa para pasarlo a manos del capital privado”. Más claro el agua.
Dos consecuencias brutales de esta opción: los nuevos hospitales de la Sra. Aguirre, en todos ellos la apertura fue parcial e incompleta, en los que se privatizó la gestión de forma escandalosa y, en segundo lugar, el efecto sobre la atención primaria que sufrió de abandono y dejación y el impacto sobre los profesionales que veían como las plantillas empequeñecían sin ser repuestas las plazas vacantes.
En estas condiciones apareció la pandemia y arrasó con lo poco que permanecía en pié del sistema. La Atención Primaria fue barrida porque estaba herida de muerte, como consecuencia de lo anterior, la Atención hospitalaria fue sobrepasada. Así, de esta forma y manera surge una revelación, casi divina, IDA decide construir un hospital de pandemias y competir con China en el tiempo de construcción, lo de la función sanitaria y planificadora… ya si eso lo vemos otro día…
Se lo entrega a una constructora, una más y le dan el nombre de Isabel Zendal. Todo aparece como un despropósito de marrulleros sin límites ¿De qué me suena a mi Isabel?
Isabel Zendal fue una enfermera de Ordes que se sumó con el cirujano Javier Balmis a la que se denominó como “Expedición filantrópica de la vacuna”. Javier Balmis había conocido los avances producidos por Jenner con la vacuna de la viruela y, este cirujano, tuvo la posibilidad de contárselo al rey Carlos IV. Así surge la idea de la denominada “Expedición Filantrópica de la Vacuna”, que partió de La Coruña en 1803 con destino a Centroamérica. Balmis consiguió la compañía de una enfermera llamada Isabel Zendal, ambos seleccionaron a 22 niños huérfanos, que “transportarían” la vacuna a través de su propia inmunización. La viruela de las vacas era inoculada en el brazo de uno de los niños, por parte de la enfermera Zendal, a los 10 días le salían unos pocos granos que producían el llamado “fluido vacunal”. Este fluido se inoculaba en otro niño y así de forma sucesiva, manteniendo, de esta suerte la cadena y la pervivencia del fluido vacunal para seguir inmunizando. Aunque se perdieron vidas por el camino, se estima que esta acción consiguió que más de 500.000 personas fuesen inmunizadas directamente por la Expedición Balmis y que millones de personas se salvaron de morir gracias a la vacunación pública que se realizó en los lugares por los que pasaba la Junta Sanitaria y las Casas de Vacunación, acción de vacunar llevada a cabo personalmente por la enfermera coruñesa Isabel Zendal.
Fue una labor pionera de compromiso filantrópico y preventivo, por ello no acabo de comprender la razón por la que las organizaciones de enfermería no han levantado su voz con el fin de no permitir la utilización interesada del nombre de Isabel Zendal para un hospital que no responde a nada más que al afán personalista y de notoriedad de una IDA sin formación y sin nada más que ambición y rabia, cuando no odio, en su pensamiento.
La desviación presupuestaria en su construcción es tremenda, de los 56 millones de euros presupuestados ya van por los 102 millones. Algo no está bien o algo huele a podrido en esta desviación brutal.
El hospital no lo entiende nadie, no responde a ningún criterio de planificación sanitaria digno de ser denominado como tal que, además, se entrega y se recibe sin estar finalizado, a menos que sea una entrega a plazos que confirmaría, indudablemente, que es un quiero y no puedo. Los profesionales sanitarios no quieren prestar su servicio en ese hospital, frente a lo que presume IDA que todos los profesionales desean acudir a ese hospital, solamente el 0,7% ha expresado su deseo real y formal de acudir. Si se dota con profesionales será por destino forzoso de profesionales que tienen la plaza en otros lugares, luego será vestir a un santo desnudando a otros cuantos que, ya de por sí, estaban muy carenciados.
En cuanto a la construcción son salas abiertas, corridas, sin intimidad ninguna, no existen servicios higiénicos suficientes, no hay quirófanos (puesto de manifiesto por fra-casado), los servicios centrales brillan por su ausencia. Este tipo de construcción es más propia de los hospitales de beneficencia del siglo XIX, siendo muy benignos, que de las construcciones sanitarias modernas.
Se desconoce cuál será el destino definitivo de este hospital, pues no va a permanecer abierto de forma constante, al parecer, con lo que es un dispositivo sanitario, al parecer, sin destino sanitario. Como ven todo muy raro, muy confuso. Un hospital para una foto y en que ha primado la idea megalomaniaca y fantasiosa de una IDA fuera de la realidad y de la sensatez mínima exigible a un responsable político en situaciones de crisis. Todos sabemos que edificios sin utilizar se deterioran con gran rapidez, por lo que esta construcción de meros ladrillos superpuestos en forma de edificio público, si no se utiliza, terminará en una montaña de escombros, donde aparecerá la rapiña de su contenido por desalmados o por bandas organizadas. Poner un sistema de seguridad permanente sería un precio elevado en un edificio que no es útil para nada. No se sabe nada, pero las alternativas son un verdadero desastre. Siempre se puede trasformar en un almacén sanitario de diversa utilidad, pero para este viaje no hacía falta tanta alforja tan rimbombante.
Frente a esta acción mutantis, habría otras posibilidades. En varios de los hospitales de la “oleada Aguirre” existen plantas cerradas, algunas de esas plantas tienen UCI como almacenes, sin ser utilizadas para su función. Habría bastado con ponerlas en marcha y dotar las plantillas precisas. Otra utilidad, para ese presupuesto, podría haber sido para potenciar al Atención Primaria y contratar rastreadores y reforzar las políticas concretas de Salud Pública.
Existían salidas posibles para mejorar el sistema público de asistencia sanitaria en esta situación de pandemia, solo había que pensar con criterio de servicio público y para la gente. Muy preocupado, como ciudadano y como profesional sanitario, que se puedan hacer estas cosas y que “salgan gratis” a los insensatos que las llevan a cabo. Vergonzosas las informaciones mayoritarias en los medios de comunicación, defendiendo este auténtico despropósito.
José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).
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