Jueves, 21 de diciembre de 2023. La sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre el caso de la Superliga, que acaba de hacerse pública, trastocará la gobernanza del fútbol, casi como lo hizo la sentencia Bosman a principios de los años noventa. “Incluso más”, apuntaba el periodista Miguel Delaney en The Independent pocas horas después de conocerse el fallo. Recordemos que la resolución del caso Bosman, en el que el jugador belga Jean-Marc Bosman demandó a su club, el RFC Lieja, obligó a la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA) a cambiar algunas de sus normas.
Ciertamente, de decisiones judiciales que hayan transformado el fútbol tal y como lo conocemos, desde la fundación de la UEFA en 1954 hasta día de hoy, la de aquel caso fue icónica. Pero que ahora el TJUE haya concluido que “las normas de la FIFA y de la UEFA sobre la autorización previa de las competiciones de fútbol de clubes, como la Superliga, violan el Derecho de la Unión” abre un escenario que nadie controla con relación a cómo evolucionará y funcionará en el futuro la industria del fútbol.
Porque, aunque, por ejemplo en el caso de España, LaLiga haga su interpretación de la sentencia y su presidente, Javier Tebas, diga que determinados periodistas “intoxican” a la opinión pública, lo cierto es que la FIFA y la UEFA pierden el poder sancionador que se autootorgaron durante el punch de 2021 contra el Real Madrid, el FC Barcelona y la Juventus de Turín, principalmente, cuando esos clubes plantearon organizar la Superliga, una competición liderada por los equipos más poderosos de Europa. Lo pierden, definitivamente.
El TJUE deja claro que las normas de la FIFA y la UEFA son restrictivas para la competencia y que estas dos organizaciones no pueden convertirse en árbitros de una industria que tendría que funcionar libremente en el marco de la Unión. De nuevo, la UE recupera su razón de ser cuando es hora de garantizar la libre competencia en su mercado interno.
Los promotores evitan las sanciones
Deportivamente, el Real Madrid y el FC Barcelona, principales impulsores de la Superliga, evitan las sanciones y podrán continuar trabajando con proyectos de creación de nuevas competiciones. Como recuerda Jordi Badia Perea en su tesis doctoral, el desequilibrio económico, competitivo y mediático de la actual pirámide competitiva es el origen de todo.
El mismo día del fallo, a través de la compañía A22 Sports Management, los promotores han oficializado una nueva propuesta con 64 clubes repartidos en tres ligas para la competición masculina y 32 clubes divididos en dos ligas en la competición femenina. Ahora, la clave es encontrar socios que los sigan y puedan, sin miedo, plantar cara al actual monopolio competitivo que la FIFA ha creado.
Atraer socios es la clave si quieren hacer triunfar sus propuestas. Y aquí es cuando la disciplina del derecho se difumina para dar paso a los equilibrios económicos y políticos. O lo que viene a ser lo mismo: ahora es el momento de ver quién tiene más poder.
Así lo analizamos con el compañero Carles Viñas en un artículo publicado en Frontiers in Sport and Active Living, donde dejamos claro que fue la geopolítica la que frenó en 2021 la Superliga o va a permitir (a partir de ahora) la creación de nuevas competiciones como las que ya proponen el Real Madrid y el Barcelona.
El fútbol, actividad económica en la Unión Europea
Pero sobre todo, la decisión del TJUE sitúa el fútbol como una actividad económica más dentro de la Unión. Dice el tribunal que el fútbol y la explotación de sus derechos son “claramente actividades económicas”. Y, consecuentemente, “estas actividades deben respetar las normas en materia de competencia y las libertades de circulación, a pesar de que el deporte, como actividad económica, presente ciertas características específicas, como la existencia de asociaciones dotadas de facultades normativas, de control y sancionadoras”.
No es una cuestión menor. Recordemos que quienes se opusieron a la Superliga –no ya al proyecto de 2021, sino a todos los anteriores que ha habido desde finales de los ochenta– defendían que el fútbol es un activo cultural a proteger o que se debía conservar la meritocracia que forja su pirámide competitiva.
Estos argumentos han sido repetidos y explotados para deslegitimar cualquiera de los proyectos de nuevas competiciones que han situado “la maximización del beneficio” como base de su funcionamiento, al estilo de las grandes ligas norteamericanas.
En el futuro, que los proyectos que Real Madrid y FC Barcelona –oficializados a través de A22 Sports Management– avancen depende del equilibrio de poderes entre múltiples grupos de interés. No obstante, hay un elemento que reconfigura las relaciones de poder entre ellos: todos estos grupos saben que han de competir en igualdad de condiciones. Por este motivo, los promotores de la Superliga podrán volver a intentar convencer a otros clubes de que un modelo de gobernanza donde ellos estén en el centro es mucho más viable (económica y deportivamente) a largo plazo.
Por el mismo motivo, la FIFA y la UEFA, así como la Asociación de Clubes Europeos (ECA) y las ligas involucradas, tendrán que sentarse a negociar con los clubes mejoras en el sistema de gobierno de sus competiciones que permitan que estos –los generadores reales del negocio y quienes “pagan la fiesta” a través de sus cuentas de explotación– se sientan más partícipes del reparto de beneficios. Una vez que el TJUE ha sentenciado, la dinámica del mercado los hará sentar todos en la misma mesa de negociación. Competencia e igualdad.
Los aficionados tienen derecho a quejarse
Todo ello, bajo la atenta mirada de aficionados que tienen todo el derecho a pedir que la disneyficación del fútbol no vaya en contra de los valores históricos que han hecho de este deporte un activo de creación de identidad territorial (la geografía del fútbol, apelando al concepto de “nuevas geografías” del profesor Joan Nogué). O de gobiernos como el británico, que políticamente ha vinculado la Premier League con su estrategia de diplomacia pública para usarla como activo de posicionamiento global después del Brexit.
Crear una nueva competición continuará siendo un proyecto titánico para sus promotores, pero la decisión del TJUE abre la puerta a que puedan trabajar con garantías. Y, si no acaban materializándola, habrán obtenido una posición de fuerza para que sus reivindicaciones –que también son las de otros clubes que se han bajado del carro– ayuden a reconfigurar el tablero de intereses y productos de la geopolítica económica del fútbol.
Xavier Ginesta Portet es doctor en Comunicación y Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona. Profesor titular del Departamento de Comunicación, de la Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya. Investigador del grupo consolidado TRACTE (Traducción Audiovisual, Comunicación y Territorio) de la UVic-UCC. Es docente de asignaturas como Redacción Periodística, Estructura del Sistema de Medios de Comunicación o Marketing Deportivo. Ha publicado en revistas de alto impacto como "American Behavioral Scientist", "Communication & Sport" o "Soccer & Society".
En 2021, hubo un terremoto que amenazó con cambiar las estructuras del fútbol europeo: la Superliga, que postulaba seguir el modelo de competición estadounidense. En un torneo cerrado, quince equipos tendrían plaza fija, independientemente de su rendimiento deportivo, y otros cinco entrarían cada temporada por invitación.
El proyecto fracasó en ese primer intento, pero el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) acaba de sentenciar a favor de la Superliga y sus promotores. Según los jueces europeos, la UEFA y y la FIFA cometen abuso de poder y ejercen un monopolio. Esto puede suponer un hito tan importante como lo fue, en 1995, la sentencia Bosman, que permitió la libertad de circulación de los futbolistas europeos.
La sentencia
La resolución establece que la UEFA y la FIFA ejercen una doble actividad. Por una parte, son órganos reguladores del fútbol y, por otra, tienen una actividad empresarial como organizadores de competiciones deportivas. Esto les proporciona una posición de dominio contraria al derecho europeo.
Así, según el TJUE, la UEFA y la FIFA, como reguladores del sector, pueden establecer los criterios que deben cumplir las nuevas competiciones de fútbol, pero estos criterios deben ser transparentes, objetivos, no discriminatorios y proporcionados.
Además, no pueden servirse de su posición para impedir la aparición de nuevas competiciones, ni pueden establecer sanciones que las desincentiven (como prohibir a sus jugadores competir con sus selecciones nacionales).
No resucita la Superliga
Esta sentencia no garantiza la viabilidad automática del proyecto de la Superliga. La UEFA podría imponer algún requisito que impidiera su aprobación y que fuera compatible con la legislación europea. Tal vez el más probable sea la obligación de que se hagan competiciones abiertas, a las que los clubes accedan por sus méritos deportivos.
Una de las principales motivaciones para la creación de la Superliga fue la promesa de grandes beneficios. Por su carácter cerrado, los miembros fijos se aseguran la facturación y el reparto de ingresos sin miedo a descender de categoría.
Por el contrario, ahora los equipos europeos tienen que pelear todas las temporadas para clasificarse a la Champions League y para no descender de categoría en las competiciones nacionales. Esta incertidumbre lastra la rentabilidad de los inversores.
Se abre la puerta a una liga paneuropea
Algunos de los promotores no ingleses de la Superliga iniciaron otro proyecto, con muchas diferencias respecto al anterior, pero que podría cumplir la normativa europea pues:
- Establece tres divisiones a nivel europeo, con ascensos y descensos.
- La participación en la máxima competencia continental no dependería de los resultados en las ligas nacionales, sino del ascenso desde la segunda división europea.
La mayor oposición a este modelo proviene de las ligas nacionales, que podrían pasar a tener un papel secundario al producirse una desnacionalización de los mercados de fútbol.
La Premier League y el Brexit
La Superliga no es el único peligro que sufren las ligas nacionales. La pujanza de la Premier League inglesa ha hecho que cada temporada acapare mayores recursos económicos, lo que le permite atraer a mejores jugadores. Las diferencias entre la liga inglesa y el resto de ligas nacionales son cada vez mayores, por la capacidad de la Premier de captar muchos más recursos de mercados internacionales como Estados Unidos o Asia.
La amenaza para la Premier League fue una de las principales razones de la resistencia al proyecto de la Superliga en el Reino Unido. Pero su salida de la Unión Europea supone que ya no está sometida a las sentencias del Tribunal de la UE. Ni a la de 1995, relativa a la libertad de contratación de jugadores europeos, ni a esta de diciembre de 2023 sobre las atribuciones de la UEFA y la FIFA en el control de las nuevas competiciones.
La posible configuración de una liga paneuropea supondría una nueva prueba para el Reino Unido, que tendría que decidir si se incorpora a un proyecto europeo o trata de aprovechar la ventaja competitiva que supone la actual fortaleza de la Premier.
El baloncesto como ejemplo
Aunque el panorama que se abre es totalmente nuevo para el fútbol, el baloncesto europeo puede ser una bola de cristal sobre lo que puede ocurrir. Existen dos organizadores de competiciones continentales que funcionan de manera paralela a las competiciones nacionales. La FIBA (Federación Internacional de Baloncesto) organiza dos competiciones de clubes: la Liga de Campeones y la Copa de Europa. Por otro lado, la Euroliga organiza otras dos competiciones: la Euroliga y la Eurocup.
A la Euroliga se accede por invitación y por ascenso desde la Eurocup, como si esta fuera una segunda división. A la Eurocup se accede por los resultados de las ligas nacionales, igual que en las dos competiciones organizadas por la FIBA. Hasta ahora, la mayoría de los equipos han preferido disputar la Eurocup en vez de las competiciones organizadas por la FIBA.
El baloncesto también ha mostrado cómo la justicia puede suponer un fuerte obstáculo para la constitución de ligas cerradas. Durante varias temporadas, la liga española de baloncesto (ACB) no tuvo descensos por los elevados requisitos financieros que se exigían a los que se habían ganado el ascenso por méritos deportivos. De esta manera, la liga se convirtió en una competición cerrada por la vía de los hechos.
Una denuncia de uno de los equipos ascendidos, Tizona Burgos, ante la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia cambió la situación al considerarse dichos requisitos desproporcionados. Recientemente, un juzgado acaba de sentenciar que la liga ACB debe devolver al equipo Morabanc Andorra 1,18 millones de euros que pagó como canon por el ascenso, al considerar ese pago como contrario a la ley.
¿Ahora qué?
Pese a la fuerte resistencia de las federaciones nacionales de fútbol a la libre circulación de jugadores, la sentencia Bosman puso fin a esas limitaciones. Si es posible que un equipo de cualquier club europeo tenga once jugadores extranjeros, esta nueva sentencia puede traer una liga que no tenga en cuenta las fronteras nacionales dentro de la UE.
Se abre la puerta a nuevas competiciones de fútbol en Europa. Pero esto no puede suponer un cheque en blanco para imponer modelos ajenos a la concepción europea del deporte.
Luis Carlos Sánchez es Profesor de Economía, Universidad de Oviedo. Doctor en Análisis Económico y Estrategia Empresarial por la Universidad de Vigo. Profesor del Departamento de Economía de la Universidad de Oviedo. Sus áreas de investigación se centran en la influencia de la propiedad en la gestión de los equipos de fútbol y en la estructura financiera del fútbol europeo.
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