Martes, 23 de abril de 2024. En los últimos tiempos venimos asistiendo a enfrentamientos entre distintos grupos profesionales del sector alimentario con relación a temas tan sensibles como la producción de alimentos o la conservación de recursos naturales. Las posturas de algunos grupos de agricultores chocan con las de los ecologistas –entendidos como aquellos que defienden la naturaleza y la preservación del medio ambiente–, lo que que genera una confusión social sobre las verdaderas causas de los problemas y las medidas a tomar.
A través de seminarios y grupos de trabajo, desde la universidad y foros profesionales hemos identificado varios escenarios de análisis en esta controversia.
Definición de objetivos
Estamos considerando temas comunitarios de alta sensibilidad y prioridad, como el abastecimiento alimentario de la población de forma permanente con productos saludables y asequibles. Los agricultores manifiestan la responsabilidad de su tarea: “Si yo no produzco, tú no comes”. Algo que comparten con sus socios de la cadena de valor alimentaria.
Por su parte, los ecologistas mantienen objetivos de interés para nuestra supervivencia, pero más difuminados en el tiempo, basados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de Naciones Unidas y el Pacto Verde Europeo.
Además, existe una asimetría medioambiental entre los propios pilares de la Política Agraria Común (PAC). Ciertas políticas provocan degradación ambiental y las medidas de conservación son insuficientes.
Heterogeneidad de los actores
Los actores se asocian de forma heterogénea en diferentes grupos.
Los agricultores difieren en su dimensión (pymes y grandes empresas) y prácticas de cultivo, que van desde la agroecología a la agricultura comercial convencional. Están, en todo caso, más dispersos que los agentes con los que comercializan. Sus demandas y capacidad de supervivencia difieren notoriamente, lo que los lleva a manifestarse públicamente.
Al otro lado, encontramos a los ecologistas, los ecólogos que analizan y valoran con estudios los problemas y soluciones y los ecólatras que apuestan por mantener la naturaleza en su estado sin alterarlo.
En el debate de la PAC, algunos científicos (ecólogos) manifiestan que el 80 % de los fondos europeos (46 000 millones de euros) se destinan a carne y leche, los más perjudiciales para el medio ambiente. Además provocan alteraciones en el mercado al fomentar precios más bajos de los que corresponderían en circunstancias normales, desincentivando dietas alimentarias más saludables.
Los consumidores, de forma global, estamos sometidos a cambios en costumbres alimentarias, incorporando el papel de consumidor-ciudadano cuando en el proceso de compra consideramos factores externos a la nutrición o el precio, como es el caso del país o comunidad de origen del producto y la empresa comercializadora.
Entornos cambiantes
El medio que nos rodea sufre cambios, esperados o no, que obligan a tomar decisiones en la ruta marcada. Guerras, pandemias y catástrofes naturales están impactando en nuestro planeta, y necesitamos reconducir los proyectos.
Hemos de mantener los compromisos ineludibles de alimentación y salud, pero necesitamos reflexionar sobre otros temas.
Las protestas de agricultores y preocupaciones anexas han obligado a flexibilizar medidas de la PAC y otros temas medioambientales, con desagrado de ciertos grupos ecologistas.
Innovación y transformación
Tanto agricultores como ecologistas deben prestar atención a los cambios inducidos que se vienen produciendo de forma natural (soluciones basadas en la naturaleza) o de forma humana. La agricultura desde sus orígenes viene sometida a cambios que han traslocado el panorama agroalimentario.
Ya en su nacimiento, la agricultura supuso una revolución al domesticar especies vegetales que permitieron el asiento de comunidades humanas, abandonando la itinerancia de la caza y recolección de frutos silvestres. La revolución mendeliana dio entrada a la genética. La denominada revolución verde, de Norman Borlaug, supuso un gran paso, que se continua con la ingeniería genética.
Sin embargo, toda revolución implica alteraciones que no siempre son aceptadas de forma genérica. La revolución verde, que salvó de la muerte a millones de hambrientos, viene siendo criticada por su dependencia de los agroquímicos y el agua y sus efectos contaminantes.
La ingeniería genética está experimentando el estigma de los transgénicos en el caso de la alimentación. Los ecologistas no admiten en algunos países los cultivos sin tierra, ni los transgénicos. Todo ello es motivo de confrontación entre agricultores adoptantes de innovaciones y los más conservadores y aquellos a favor de la agroecología.
Capacidad de resiliencia
La sensibilidad de los temas de alto voltaje y la pluralidad de los actores obliga a seguir ciertas normas para lograr una estabilidad social justa, equitativa y saludable. La profesionalidad de los participantes debe complementarse con la permeabilidad a otras propuestas alternativas. No cabe un radicalismo inamovible en un mundo cambiante.
Los agricultores son los primeros interesados en proteger la naturaleza donde viven y de la que dependen. Cierto que son la base del sustento, pero también hay que admitir que estamos en una economía de mercado con flujos de comercio exterior, sin olvidar la necesidad de tener un autoabastecimiento en productos básicos. Además de la producción alimentaria realizan otras funciones no remuneradas como vigilantes del bosque y mantenimiento de tierras.
Los ecologistas, en sus diferentes variantes, desarrollan un papel esencial en la concienciación social del respeto y protección de la naturaleza, pero también deben ser conscientes de los tiempos y lugares donde aplicarlos.
En el fondo subyace la cuestión de quién debería beneficiarse más de las políticas medioambientales, si el mundo rural o el urbano, y qué colectivos.
La agricultura en los ODS
Hace falta transparencia y objetividad en este escenario tan sensible por parte de instituciones y expertos que muestren análisis realistas y se ganen la confianza de la sociedad.
Las manifestaciones con tractoradas contra los ODS de la Agenda 2030 y el Pacto Verde reflejan la desconfianza o desconocimiento de la realidad. De los 17 ODS, tan solo el numero 2 aborda directamente la agricultura, promoviendo la sostenibilidad, sin especificar el modelo de producción, con recomendaciones sobre biodiversidad, ecosistemas, calidad del suelo, en un espíritu de cooperación internacional, dando flexibilidad a las instituciones nacionales para su aplicación.
El entroncamiento de los ODS con el Pacto Verde Europeo se plasma en actuaciones sobre la cadena alimentaria, del campo a la mesa, impulso a la agricultura ecológica y reducción del uso de agroquímicos. Solo de forma concreta, la PAC 2023-2027 incorpora medidas criticadas por los agricultores por la carga burocrática, como el cuaderno digital de la explotación, los ecorregímenes y las condiciones medioambientales para recepción de ayudas.
Aunque no existe una única solución a estas diferencias, las posibles actuaciones pasan por dar información objetiva y llegar a un consenso de todos los actores implicados, lo que requiere tiempo y voluntad política. Y para ello es necesario involucrar también a expertos y científicos.
Julián Briz Escribano es Catedrático emérito, Universidad Politécnica de Madrid (UPM); e Isabel de Felipe Boente, Profesora jubilada de Economía y Desarrollo, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
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