Brasil se convierte en un actor principal por la paz en Ucrania

por Francisco Villanueva

 

Viernes, 5 de mayo de 2023. Brasil impulsa una política mundial para terminar con la guerra en Ucrania de manera decidida y como principal agente de la mano del presidente Lula da Silva.

Hay un hecho decisivo respecto a Brasil; y es que con el presidente Lula a la cabeza se ha lanzado a desplegar una política mundial tendiente a terminar con la Guerra de Ucrania a través de un proceso de paz de carácter político y diplomático.

Es la  primera vez que esto ocurre desde que Brasil declaró la guerra al Eje en octubre de 1942; y con la conducción de Getulio Vargas y Oswaldo Aranha, y con la colaboración directa del presidente Franklin Delano Roosevelt, se trasladó a Europa a combatir a la Fuerza Expedicionaria Brasileña contra el Tercer Reich.

La iniciativa de Lula ha desplegado hasta ahora dos maniobras de alto significado estratégico: viajó a China el 11 de abril para acordar con Xi Jinping los términos de una mediación conjunta destinada a terminar con la Guerra de Ucrania; y previamente, envió a Celso Amorim, su principal asesor en política exterior, a Moscú y París para pactar con Putin y Macron las condiciones de un proceso de paz en Ucrania.

La semana previa se encontraba en China el presidente de Francia Emmanuel Macron en visita de estado, y declaró: “La autonomía estratégica es el combate de Europa, y sin ella el Continente arriesga salir de la historia”. Es la herencia del General De Gaulle, que afirmaba en su prédica una total autonomía frente a las superpotencias, lo que significaba primordialmente EE.UU. Macron subrayó en Beijing: “No queremos una lógica de bloques ni de enfrentamientos”; y después de condenar, como lo ha hecho siempre, la invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022, señaló el carácter imperioso que ha adquirido poner término al conflicto ucraniano. “China y Francia, anunciaron Xi Jinping y Macron, han decidido desplegar una asociación estratégica global que impulse un mundo multipolar”, sin dominaciones ni hegemonías, en obvia referencia a EE.UU. “Esta es una nueva fase histórica”, precisó Macron. “Por eso hay que reinventar un orden internacional de nuevo tipo que otorgue al mundo paz y estabilidad”.

Lo que torna posible esta enorme esperanza es que EE.UU. enfrenta ahora por primera vez desde el comienzo de la Guerra Fría en 1948 a otra superpotencia global, que es China, que se ha convertido en la segunda economía del mundo, y que es capaz de desafiarlo incluso en el dominio de las tecnologías de avanzada de la Cuarta Revolución Industrial. “Un mundo multipolar”, en suma, no es hoy un simple reclamo de Justicia sin andamiaje histórico, sino una posibilidad real, de carácter político, que está a la vista.

De Gaulle, después de haber sido el aliado incondicional de EE.UU. y el único entre los países avanzados en el momento más álgido de la Guerra Fría (“Crisis de los misiles en Cuba”/octubre de 1962), cuatro años después retiró sin dudar a Francia del mando integrado de la OTAN, aduciendo que se proponía “retomar el ejercicio de la soberanía en todo el territorio francés para disponer de la totalidad de sus instrumentos militares”. Lo hizo porque advirtió que la Guerra Fría estaba históricamente agotada, y que se aproximaba una época que abría una inmensa libertad de acción para Francia y el mundo; y la libertad de acción era sinónimo de autonomía estratégica. De ahí que la exhortación de Macron en Beijing sea el “Gaullismo” de la época.

La Guerra de Ucrania experimenta una situación de completo estancamiento estratégico, y se ha convertido en un conflicto de largo plazo, de carácter prolongado, que torna imposible una solución militar, en que se enfrentan EE.UU. y la OTAN, por un lado, y Rusia por el otro; y en el que las fuerzas ucranianas cumplen un papel muchas veces heroico, pero meramente operativo, completamente subordinado a las decisiones estratégicas del Pentágono.

El objetivo de EE.UU. en esta guerra consiste en destruir la potencia militar de Rusia, modificando irreversiblemente su status internacional de gran potencia. La paz, por lo tanto, no es una finalidad norteamericana, porque necesita el carácter prolongado de la guerra como condición de eficacia de su estrategia fundamental.

Es en estos términos que ha viajado a China el presidente Lula, y es lo que le otorga a este periplo su auténtica dimensión histórica, semejante por su importancia a la iniciativa de Getulio Vargas de 1942.

En este momento, los tres grandes países que intentan mediar para poner término a la Guerra de Ucrania son China, Francia, y Brasil; es parte de este juego global, que es la gran política de la época.

Esto es lo que sucedió en China la semana pasada con la presencia del presidente Lula allí, cuatro días después de haber arribado el actual presidente de la V República Francesa, Emmanuel Macron.

Este es un gran momento histórico para Brasil, y también, por consiguiente, para Francia y los valientes que medien y acaben con este desastre económico mundial.

Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero
@FranciscoVill87

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