Tenía bien definida las ramas “operativa” y “financiera” de su organización criminal.
Llegó a acumular más de 30 millones de euros.
Viernes, 8 de diciembre de 2017. La Policía busca a El Yeyo. El empresario que se ha convertido en el «oubiña» onubense, considerado uno de los principales narcos de toda la península Ibérica. Su organización, según ha comunicado la Policía Nacional, ha quedado desmantelada tras la detención de 14 personas, la incautación de más de cinco mil kilos de hachís, material telefónico, electrónico e informático, seis embarcaciones, dos motos de agua, un helicóptero, una avioneta, un ultraligero, diversas armas de fuego y munición. No se especifica si en la operación se encontró alguna gran cantidad de dinero, como suele ser habitual en este tipo de operaciones. Tampoco estaba el Yeyo. El gran narco onubense había conseguido huir. Si se mira la prensa este largo puente de diciembre, puede que hoy El Yeyo sea el delincuente más buscado. La pieza mayor de una brillante operación policial ensombrecida por la huida del cerebro del cártel onubense.
La organización desmantelada movía grandes cantidades de droga y estaba muy bien estructurada. Se dividía en dos ramas perfectamente diferenciadas y estancas. Una dedicada a los aspectos operativos como el transporte, el almacenamiento de la droga y la entrega de la droga. Otra encargada en exclusiva de los aspectos financieros. La organización estaba a punto de dar un salto a lo Pablo Escobar, y ampliar sus negocios criminales introduciendo cocaína a través de hidroavionetas. Para ello, la red del Yeyo planeaba construir su propio narco aeroclub.
Hace 22 meses, la Policía incautó 2.700 kilos de hachís y arrestó a tres personas que transportaban un alijo de hachís desde las playas de Huelva hasta la zona en la que iban a almacenar el estupefaciente. Esto situó a los agentes tras la pista de una gran organización dedicada al tráfico marítimo de hachís que distribuía tanto a nivel nacional como internacional. Acababan de ponerse tras la pista de El Yeyo.
La primera fase de la operación desveló un entramado dirigido por un conocido empresario onubense con dos estructuras totalmente diferenciadas. Una de ellas se dedicaba a los aspectos financieros recaudando dinero, blanqueando y financiando las actividades delictivas; la otra rama se encargaba del transporte, almacenamiento y distribución de hachís por todo el territorio nacional y estaba dirigida por un mecánico naval. Esta parte de la organización funcionaba con un estricto régimen paramilitar y contaba con sofisticados medios tecnológicos para la identificación y seguimiento de vehículos policiales en la zona.
Tras continuar con las pesquisas en una segunda fase de la investigación se tuvo conocimiento de la infraestructura con la que contaban destinada a introducir embarcaciones semirrígidas por el río Piedras, a la altura del municipio de Cartaya (Huelva). El empresario contactaba con los proveedores marroquíes y negociaba los términos de los transportes de droga, ofreciendo seguridad y garantías para la llegada de la mercancía a tierra firme.
Posteriormente la rama operativa, ubicada en Cartaya, se comunicaba con el empresario a través de teléfonos encriptados o personas que servían de enlace para asegurarse confidencialidad. A partir de este momento los investigados preparaban dispositivos de vigilancia terrestre, marítima y aérea para asegurar la introducción de la droga, en las que participaban hasta 30 personas que se distribuían de forma coordinada en ambas orillas del río Piedras para dar cobertura y seguridad a las embarcaciones cargadas con la sustancia estupefaciente. Al frente de esta rama operativa se encontraba un individuo que aprovechaba su profesión como mecánico naval para preparar las embarcaciones semirrígidas.
Una vez que el hachís era introducido en la costa peninsular, se procedía a su distribución y venta. Para ello la organización recibía un código desde un teléfono de Marruecos, impreso también en los fardos de mercancía, el cual indicaba la cantidad pagada y su calidad, de este modo sabían qué partida de droga debía distribuir a cada uno de sus múltiples clientes.
La última, blanquear los ingresos, se ejecutaba a través de diferentes establecimientos hosteleros, lo que permitía a los miembros de la trama justificar la posesión de inmuebles, vehículos y medios aéreos.
Agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, de manera conjunta con funcionarios de la Agencia Tributaria, han dado por desmantelada la red del Yeyo. Una de las principales organizaciones criminales que operaba en el sur de España. La investigación que dirigen al alimón la Fiscalía Antidroga y el juzgado Central de Instrucción 5 de la Audiencia Nacional. Falta por caer el Yeyo.
El Yeyo no es un recién llegado al mundo narco. En 2009 ya portaba en su currículo delictivo condenas de hasta 11 años de prisión. Antes de ser El Yeyo, el apodo de Sergio Jesús Mora Carrasco era Mora. Un conocido piloto de carreras. Despuntó en la competición conocida como Fórmula 1 del mar como piloto de Powerboat Class 3. Su hazaña en el ámbito deportivo protagonizó titulares de prensa. Fue justo cuando se disponía a dar un salto a una categoría aún más rápida, la Class 1, lo que le hubiese convertido en el primer piloto español de la historia en el máximo nivel, cuando su carrera quedó truncada al ser detenido por la Policía.
El 2011, el Tribunal Supremo le absolvió de los delitos de cohecho por los que Audiencia Provincial le había condenado junto a dos agentes de Policía. La Audiencia consideró probada la colaboración que, presuntamente, permitía al Yeyo operar con la droga si ser interceptado. El fiscal defendió entonces que los agentes habían facilitado al capo onubense «información importante desde un punto de vista policial». Y sostenía la compra de voluntades dentro cuerpo policial. «No se facilita información de manera altruista sin que necesariamente tenga que haber una contraprestación del tipo que sea, que no necesariamente tiene que ser económica», afirmó. Sin embargo, el Supremo entendió que las conversaciones telefónicas que habían servido de prueba no podían usarse para condenar o absolver a los acusados «al no ser un dato cierto que los actos que en ellas se trataron fueran próximos a la fecha en la que se grabaron».
No pudo eludir la condena en 2015, cuando le cayeron tres años y dos meses, y una multa de cinco millones de euros, por blanquear el dinero obtenido con el tráfico de drogas. El Yeyo había acumulado una larga lista de bienes, entre ellos, pisos y locales comerciales de Huelva, chalés y cortijos de El Rompido, Trigueros, Lepe y Marbella; naves, barcos y vehículos, aunque la rama finacnera de su organización supo poner siempre todo a nombre de terceras personas. Según la sentencia de la Audiencia Provincial, los bienes permanecían inscritos en el registro a nombre de su anterior titular o bien «constituían titularidades meramente formales o aparentes a favor de personas de su confianza o de sociedades instrumentales carentes de actividad o siendo ésta insuficiente para justificar su patrimonio».
En diciembre de 2017, cuando la Policía ha dado por desmantelada su organización, El Yeyo y su familia regentan la hacienda La Montija, una lujosa finca para eventos y celebraciones, habitual de clientes de alto poder adquisitivo. La tiene en régimen de alquiler con opción a compra, y fue una de las propiedades del narco registrada por los investigadores el pasado octubre (hubo once entradas y registros y nueve detenidos) con la esperanza de encontrarlo. Había huido, algunas fuentes aseguran que en su propio helicóptero. El Yeyo, que llegó a pedir el indulto por su glorioso pasado deportivo, había dado esquinazo a los investigadores. Su inmediata detención es ahora la máxima prioridad de la fuerzas de seguridad del Estado.
Joven emprendedor que no dejan trabajar.Legalizacion ya.