Ángel Gabilondo

por José Luis Pedreira Massa

 

Sábado, 23 de octubre de 2021. Es una reedición de un artículo, hoy más necesario que nunca y, sobre todo, honrar a quien se lo merece por honradez, sensatez, y porque es un sabio que trabaja por la ciudadanía.

En ocasiones no es preciso buscar títulos de impacto, basta y sobra con poner solo el nombre de una persona para que se llene de sentido el artículo. Los lectores se centran de inmediato con lo que se va a tratar y, casi siempre, se notará el respeto y la admiración que traducen solamente con mentarlo.

La persona que nos ocupa parece soso, pero resulta ser sosegado, un matiz diferencial de suma importancia. Es una persona que llega a la política para hacer cosas, para trasmitir serenidad y para impulsar a pensar.

Profesor de Metafísica, ex-rector, ex Presidente del Consejo de Rectores de las Universidades Españolas y ex Ministro de Educación que logró un acuerdo de Estado de Educación y que solo la irresponsabilidad del pp frustró por unas míseras elecciones ¡Menuda carta de presentación!

Para los que sonríen ladeando la comisura labial porque un filósofo llegue a transformarse en político, habría que recordarles lo que dijo Ludwig Wittgenstein: “La filosofía es praxis analítica y crítica del lenguaje, un estilo de vida y de pensar, no una doctrina” a lo que matizaba Platón, con gran escepticismo, al recordar que en nuestras sociedades la justicia es la conveniencia del más fuerte.

Habla de forma pausada, con volumen adecuado, con escasas inflexiones de voz, pero son las adecuadas y en el momento pertinente para atraer la atención del auditorio, como si de una clase universitaria se tratara. Su lenguaje es rico y fluido a la vez, haciendo verdad lo que decía Fernando Lázaro Carreter: “Si se empobrece la lengua se empobrece el pensamiento”, es decir que un lenguaje tan preciso y bien utilizado representa que su pensamiento es rico, quizá por eso destaca sobremanera entre tanto mediocre que nos manda.

Sus gestos son acompasados, suaves, sin aspavientos ni desmesuras. En ocasiones acaricia el aire con la parsimonia de una gesticulación medida y en otras denota una elegancia natural y serena. Hay un gesto muy suyo, ha sido reproducido en muchas fotos: Mirada el frente, al infinito, la mano derecha se dirige con prestancia hacia la derecha y arriba y señala, a la par que reclama, con la mano entreabierta o semicerrada, con los dedos índice y medio dirigidos hacia ese infinito en posición casi abierta, mientras el anular y el meñique permanecen flexionados y casi cerrados. Una posición del brazo y de la mano que hemos visto muchas veces en los gráficos de filósofos de la Grecia clásica cuando hablaban en el ágora o en intervenciones de patricios romanos en el senado. No obstante en Ángel es más de la clásica Grecia, sin duda alguna.

Cuando desarrolla la actividad en clave política, no se deja llevar de imposturas, ni exageraciones, no le duelen prendas y cita a Marco Aurelio, Platón, Kant o Hegel, lo hace de forma natural y encaja con gran facilidad en el discurso. No utiliza frases hechas, ni siquiera palabras altisonantes. Ni insulta ni hace de menos al adversario, pero le rebate con contundencia, ubicando el debate en el lugar que corresponde y ofertando dimensiones para disentir sin necesidad de descalificar, salvo que el interlocutor se descalifique a sí mismo o misma. Les pone en evidencia lo que dijera José Luis Sampedro: “Los que se negaban a discutir ahora quieren discutirlo todo”.

La ironía que pone en práctica es fina e inteligente. La sorna se desliza en algunas frases con gran intencionalidad y la señalización rotunda y clara siempre la formula de forma directa, como para subrayar que no se equivoque la gente. Así sabemos ver lo fundamental y los ornamentos, que no haya duda.

Acepta con disponibilidad las invitaciones que le hacen, lo que promueve ataques de racionalidad en su gabinete. Pero al final Ángel decide.

En la Asamblea de Madrid acudía desde el inicio y no se muevía de su escaño. Los días de pleno eran de permanencia. Escucha y cuando interviene, la duración es exacta. Sabe lo que debe decir y cómo decirlo. Personalmente prefiero sus intervenciones directas, yo creo que las de papel le encorsetan un poco y le restan algo de naturalidad.

Cuando Ángel habla de libertad, me recuerda una frase de Walter Lippman: “No puede haber libertad en una comunidad que carece de la información necesaria para detectar la mentira”. En la última campaña electoral se ha hablado mucho de libertad, pero Ángel se comprometía con el significado conceptual de libertad. No es solo una palabra ni la banalización de un concepto bello y hermoso, la libertad significa conocimiento, compromiso, saber lo que se debe hacer, como repetía Ángel, parafraseando a Ramón Campoamor. Así lleva a la práctica aquello que formulara Darío Fo: “Con el conocimiento se reta al poder”, porque destila libertad por parte del que tiene ese conocimiento.

Ángel nos habla de la diferencia del hablar y del hacer en política, parece que ha llevado a la palestra política el principio que formulara Aristóteles: “Los que tenemos que aprender, lo aprendemos haciendo” y es que la política se basa en la acción para aprender a solventar las necesidades de la ciudadanía, por eso nos recuerda a Kant para recordarnos que para mejorar hay que hacer.

Su tolerancia le hace buscar el consenso de forma constante, llevando a la práctica lo que decía Francisco Calvo Serraller: “La moderna tolerancia supone aceptar al otro incluso cuando no se comparte nada con él”, por eso consigue suturar las divisiones y las diferencias, porque es una persona tolerante de verdad y practica la tolerancia. Además es tolerante porque “La tolerancia es una condición previa para la existencia de la libertad”, tal como plantea Antonio Elorza, consiguiendo unir dos grandes virtudes: Tolerancia y defensa de la libertad, pero de la libertad de verdad.

El Premio Nobel de Medicina John Sulston decía que “la globalización de la codicia ha superado con mucho la de la democracia y la justicia”, por eso ahora, en nombre de la democracia y la justicia, se cometen toda suerte de tropelías y se apela a la libertad, pero se quedan en lo superficial, en lo banal, en lo mediocre que alimenta esa codicia.

Ángel defiende las políticas públicas, las estimula y en esta pandemia las formula como germen para atajar las desigualdades, me recordaba lo que el Prof. José María López Piñero repetía en sus escritos: “El Estado del bienestar es la gran conquista moral del siglo. La desigualdad humana ante la enfermedad y el dolor es la más odiosa de todas”. Por ello hay que enfrentarse tan directa y contundentemente a la desigualdad, como insiste Ángel.

Un buen esquema conceptual no cambia las respuestas, sino las preguntas, nos enseñaba el Prof. Wansgerberg, Ángel está cambiando las preguntas, porque las respuestas que nos ofrecen los sistemas imperantes son respuestas inconsistentes y que provocan pobreza y desigualdad. Es evidente, hay que cambiar las preguntas, esa es la propuesta de Ángel Gabilondo.

Es más, en la última campaña se ha visto con gran pujanza la sorprendente fascinación que parecen tener las ideas incoherentes, tal y como nos avisara Hilary Putnam.

Ya va llegando el tiempo al que se refería Sófocles: “Cuando las horas decisivas han pasado, es inútil correr para alcanzarlas”. En nuestras manos estuvo cambiar el tiempo.

El Dr. José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).

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