Testimonio 1: «Se abalanzó sobre mí como un monstruo y me metió la mano en la vagina»

«Él acosaba a cada mujer nueva que llegaba a la finca. Las quería a todas. A todas las consideraba suyas. Había quienes subían voluntariamente con él y había otras a las que obligaba. Este es el motivo por el que llegué a odiar mi vida en aquel sitio. Me llegué a odiar a mí misma, pero aguantaba y rezaba para que me permitieran ir a otra empresa a trabajar». 
«El guardia civil que me tomaba declaración era uno de los que estaban por la mañana en la finca. El guardia civil no quería que yo declarase. Se peleó con la abogada. Gritaban. Sentí mucho miedo».
«Si se lo hubiera llegado a explicar a otra mujer marroquí, me habría dicho que la culpable era yo… que si no hubiese subido con él en el coche no me habría pasado nada. Nuestra sociedad no tiene clemencia con las mujeres».
«No descansaré hasta que Antonio pague por lo que hizo y que sirva de ejemplo para los demás».
El testimonio de las temporeras que los jueces no han escuchado

Domingo, 26 de mayo de 2021. La Mar de Onuba reproduce hoy, íntegramente, el testimonio de tres de las diez trabajadoras marroquíes conocidas como Temporeras contra la esclavitud, que los abogados de la Asociación de Usuarios de la Administración de Justicia (AUSAJ) que representan a las temporeras pretenden que escuchen los jueces Virginia Sesma y Carlos Serrano, titulares de los juzgados 1 y 3 de La Palma del Condado (Huelva).

Ambos jueces habían dictado sendos autos ordenando el "sobreseimiento provisional" de las causas abiertas contra el propietario de la empresa Doñana 1998 por presuntos delitos contra la libertad sexual y los Derechos de los Trabajadores, sin haber llegado a tomar declaración a las denunciantes. La decisión de los juzgados palmerinos fue considera entonces "un disparate jurídico" por la letrada de AUSAJ, quién recurrió los autos de Sesma y Serrano.

La semana pasada, la Audiencia Provincial de Huelva daba la razón a los abogados de las temporeras contra la esclavitud y ordenaba reabrir el caso. Y que el juez Carlos Serrano tome testimonio a las temporeras. Queda por resolver el recurso del sobreseimiento dictado también por la jueza Sesma, aunque los letrados de AUSAJ esperan que la Audiencia Provincial se pronuncie en el mismo sentido, al tratarse del mismo caso y las mismas denunciantes.

La Mar de Onuba reproduce también hoy el testimonio de Manuel Matos, propietario de la empresa Doñana 1998, ante el Juzgado de Primera instancia e Instrucción número 1 de La Palma del Condado.

¿Puedes hablarme un poco de tu situación familiar y los motivos que te empujaron a venir a trabajar en Huelva?

Nuestra situación económica es precaria, tenemos pocos medios para vivir, somos pobres. No tenemos ni dinero ni negocios, llevamos una vida modesta. Yo estuve casada durante 4 años, no hubo buen rollo con mi marido y nos divorciamos. Y tengo un hijo pequeño.

Al divorciarme, volví a casa de mis padres; me quedé con ellos cosa de un año y algo. Me propusieron dos de mis hermanos,  que me fuera a vivir con ellos y aprendiera un oficio en una fábrica con vistas a trabajar. Efectivamente, estuve trabajando un tiempo en Tánger, en condiciones precarias. No teníamos derechos como trabajadores, el sueldo no superaba los 200 o 250 euros mensuales, y con eso  pagábamos el alquiler, los suministros de agua y electricidad, la comida, la ropa. No me sobraba nada.

Cuando salió la oportunidad de venir a trabajar aquí en la agricultura, y al oír que tanto el sueldo como el trato eran buenos me animé. Nos explicaron que se cobraban 40 euros al día, que teníamos gratis la comida, la luz, el agua, y el alojamiento. Teníamos entendido que España era un país donde se respetaban los derechos humanos y las leyes. Así que me puse manos a la obra y me inscribí en la oferta como mucha gente como yo. Me inscribí, me aceptaron, me puse muy contenta. Enseguida dejé el trabajo que ejercía en Tánger después de haber cobrado mi último sueldo.

Estuvimos un tiempo preparando los papeles: el pasaporte y demás papeles que nos pedían los de ANAPEC*. Cada vez que nos llamaban de ANAPEC acudíamos. Les llevábamos todo, el pasaporte, el certificado de antecedentes penales, las fotos. Había documentos que aceptaban y otros que teníamos que traer de nuevo como las fotos… las tuve que hacer dos veces. Una vez tuvimos que ir hasta Mequinez , de Chefchaouen hasta Mequinez. Hubo dos días de sufrimiento que yo pasé ahí. Gastamos mucho dinero en ese viaje entre transporte, comida y lo demás. Yo personalmente…

¿Que hicisteis en Mequinez?

Yo personalmente gasté ahí 250 euros entre pasaporte, transporte y comida. Fuimos ahí porque vino una comisión formada por gente marroquí y gente española. No hicimos nada; les dimos nuestro carnet de identidad,  lo miraron, nos dijeron, y ya está. Yo pensaba que harían algo más. Había a quienes les miraban las manos… si eran realmente manos de trabajar o no. Lo sabían por el estado de los dedos.

¿A ti te miraron las manos?

Sí, las puse encima de la mesa y las miraron. También me preguntaron si había trabajado anteriormente en la agricultura o no. Yo les contesté que había trabajo en muchas cosas. Me he hartado de trabajar.

¿Te fuiste de Chefchaouen hasta Mequinez para que te miraran las manos?

Sí, primero me fui  hasta Chefchaouen, recorriendo más de 60 kilómetros, y luego de ahí hasta Mequinez, que no sé cuántos kilómetros son, en autocar, y sola, sin saber ni dónde iba. Cuando el autocar hizo transbordo en Ouazzane, me bajé, quise llamar a mi familia, y no tenía cómo hacerlo. Mi móvil se me apagó. Pedí dinero a  gente para coger un medio de transporte hasta un sitio donde vive un conocido de mi padre. Sufrí mucho para poder llegar hasta ahí. Me moría de miedo… nunca había viajado a zonas del interior, solo me sabía mover por el norte.

¿Y cuando llegaste, qué pasó?

Llegué, gracias a Dios. Aquella gente me trató bien.

¿Al llegar te pidieron el carnet de identidad?

Sí, el carnet, y me pidieron que les enseñara las manos.

Las manos… ¿por si eran o no de currar o no?

Eso, y lo apuntaron todo en una hoja. No nos dieron ni papel ni nada.

¿A vosotras os pidieron que les enseñarais las manos? 

Hay a quien lo piden y hay a quien no… había dos mujeres marroquíes y dos hombres españoles. Las mujeres marroquíes se lo pedían a todas las que atendían, a los hombres les daba algo de vergüenza hacerlo. A mí me tocó pasar por la parte donde estaban estas dos mujeres. Estaban sentadas detrás de una cortina no transparente; nos metían ahí y nos pedían que les enseñáramos las manos. Nos explicaron también que si la mujer tenía más de 46 años no se la aceptaba en aquella campaña y si tenía menos de 20 años tampoco. Tenías que tener unos 30 años más o menos.  Hay a quienes aceptaron y a quienes no. A la mayoría las aceptaron. Este año [por el año pasado, 2018] aceptaron a muchísima gente. Ya está, regresé a casa de mis padres, dejé mi trabajo, y me quedé esperando a que me llamasen. Estuvimos preparando el papeleo mi padre y yo.

El 9 de abril me llamaron. Vine a Tánger acompañada de mi hermano. Llevaba peso. Estuvimos 3 o 4 horas  de pie esperando y yendo de un sitio a otro: firma aquí, ve ahí, haz eso, haz aquello, y bueno… al final nos subimos al ferry.

Te seré sincera; nos azotó una mezcla de miedo, horror, preocupación y hambre. No sabíamos dónde íbamos. ANAPE no nos dio ninguna información sobre el sitio donde íbamos. Yo tenía entendido que todos los gastos (alquiler, agua, luz y comida) iban a cargo de ellos. Nos dijo, sí, la chica de ANAPEC y que cobraríamos 40 euros al día.

¿ANAPEC no os explicó nada?

El ANAPEC no nos explicó nada. Les pedíamos que nos informaran sobre cómo sería nuestra estancia aquí, aunque fuese de manera parcial. Pero se ve que la persona de contacto de ANAPEC les pidió que no nos informaran de nada. Nos decía: “Hermana, somos igual que tú, no sabemos nada”.

Si me llegan explicar todo eso, te juro por Dios, hermana, que no habría venido, ni aunque hubiese sido por 60 o 80 euros al día. No habría metido mis pies aquí. Dios es testigo de que digo la verdad. No habría puesto mis pies aquí, no te miento. Lo que pasa es que hemos  venido como rebaño de corderos, como burros. Ellos, de hecho, escogen entre todas las mujeres a las analfabetas, a las que no han ido a la escuela y a las que viven en el medio rural.  Saben que no tienen estudios ni son despiertas. Saben que las de la ciudad son más despiertas. Si en  tu carnet de identidad pone que vives en Tánger o en Tetuán no te aceptan.

Cuando llegasteis a Tarifa, ¿qué pasó?

Llegamos a Tarifa. Vimos al hombre que se encargaría de nosotras. Se llama Omar. Nos llamaba por los nombres. Estuvimos de pie 2 o 3 horas ahí, esperando. Hemos pasado mucha hambre, sol y calor. Dios sabe lo que sufrimos. Estuvo llamando por nombres y enviando a cada una a subir al autocar que le tocaba, A, B,… Los autocares tenían nombres franceses (se refiere al alfabeto latino), él nos decía en qué autocar debíamos subir. Cuando se equivocaban de autocar, las volvían a bajar y las enviaban a otros autocares… sin acompañarte hasta el autocar que te había tocado. Te tenías que espabilar sola e ir subiendo de autocar en autocar. Como no hemos ido a la escuela, nos sabíamos cuáles eran los autocares A, ni B, ni nada. Se ve que en el pasaporte ya lo ponía, pero yo no sé leer para saber con qué empresa iba a trabajar. Nos hemos subido como corderos o camellos, viajamos unas 5 horas.

Como no hemos ido a la escuela, nos sabíamos cuáles eran los autocares A, ni B, ni nada. Se ve que en el pasaporte ya lo ponía, pero yo no sé leer para saber con qué empresa iba a trabajar.

Cuando llegamos, pensábamos que nos acompañaría aquel encargado, pero nos encontramos  una encargada rumana. Cuando bajamos  nuestras cosas del autocar, y nos hemos visto frente a frente con el panorama de aquel sitio, sol y arena como en un desierto, no supimos qué decir. Ahí nos tocó esperar de pie, desde las 7:00 h de la tarde hasta las 11:00 h de la noche. Nadie vino a hablar con nosotras, como si fuéramos perros.

Al final vino aquella rumana que te he comentado. Nos hablaba en su español del que no entendíamos nada. Nos repartía por las barracas.

Dijo que entraran en cada barraca seis mujeres. Nos colocaba como fuera… no sabías si te tocaría con una buena persona o con una mala. Una habitación muy pequeña para 6 mujeres como si fuera una celda de prisión. La cocina era para 12 mujeres. Nosotras no llevábamos comida. No nos informaron de que teníamos que traer comida, ni vajilla, nada. Suerte que había dos chicas que si trajeron algo de vajilla. En la cocina había una olla, un plato para cada una y los cubiertos. No había ni teteras ni cafeteras. No había ni agua caliente ni butano de gas en la cocina. La cocina la estaban todavía montando… en los días siguientes a nuestra llegada la estuvieron acabando.

Me dejaron 3 días allí sin hacer nada. No me dejaron empezar a trabajar hasta el día 12 de abril. Al principio trabajábamos desde las 07:30 de la mañana hasta las 14:30. Descansábamos media hora, de 12:00 a 12:30. Llegábamos a casa y empezaba el empujón para ducharnos… como si estuviéramos en un hammam.

¿Te informaron de las condiciones de trabajo cuando llegaste?

Cuando llegué, la encargada del sitió donde he ido a trabajar dijo que en cada tubo había 3 o 4 filas… los árboles de fresa por el medio. Nada más.

Nos decían: “¡Qué… os pasáis la noche haciendo friqui friqui y os despertáis cansadas!”. A mí me dolía mucho que nos dijeran aquello. Lloraba por no saber contestarles como se merecían. No podías hacer nada; el cielo queda lejos y la tierra te ata.
Había mujeres que llevaban tiempo trabajando ahí y eran muy rápidas recogiendo. Yo no tenía la misma agilidad, no sabía cómo se recogía la fresa. Ellas me dejaban y avanzaban. El primer día me estuvieron llamando por megafonía toda la jornada. Los días siguientes iba aprendiendo cada día más. Hasta que al quinto o sexto día ya le había cogido el truco al trabajo. Nunca me dejaron ningún día sin trabajar. Había días que me sentía enferma o agotada, no podía. Sabía que había trabajado muchas horas de más. Trabajaba las horas que me tocaban en la mañana, iba a descansar un poco y luego volvía para trabajar 4 horas. Había días que al día siguiente no podía levantarme de tanto cansancio. Lo único que me decían en ese momento era: “Haces friqui, friqui” (es un palabra que significa “mantener sexo”, eso me explicaron las chicas).  No teníamos encargada marroquí, todas eran de otras nacionalidades (rumanas o búlgaras, y españolas). Nos decían: “¡Qué… os pasáis la noche haciendo friqui friqui y os despertáis cansadas!”.

A mí me dolía mucho que nos dijeran aquello. Lloraba por no saber contestarles como se merecían. No podías hacer nada; el cielo queda lejos y la tierra te ata.

Cuando me quería duchar, me sentaba con 40 o 50 mujeres esperando el turno y empujándose para poder quitarse la arena y  el sudor. Tuve una gran conmoción al enterarme de que el alquiler iba a cargo nuestro, y que si  llegabas a perder la llave o se te rompía el vaso lo tenías que pagar todo. Tres euros al día era lo del alojamiento. [Nota de la redacción: este aspecto fue confirmado por el propio dueño de la finca, Antonio Matos, en una conversación telefónica grabada (con conocimiento de ambos interlocutores, y de la que fue testigo otra periodista onubense), aunque el propietario de Doñana 1998 aseguró que la cantidad que les cobraba, en concepto de agua y gas, era «inferior a tres euros»].

En los 3 días en los que no trabajaste y no tenías comida, ¿cómo te las apañaste?

Hemos pasado hambre. Había muy poca comida para repartir. Nos hemos mantenido con migajas. Yo me traje aceite de oliva. Si me daban algún trocito de paz, me lo comía. Sufrimos mucho. Hasta que no trabajé una semana o 9 días no me pagaron. Me dio 50 euros como adelanto y con eso nos fuimos a comprar comida y cosas que necesitábamos. Nada mas cobré.

¿Y después?

En el mes de abril trabajé 15 días. Los demás días nos decían que no había trabajo, que tocaba reposo, que no sé qué… Yo no podía más. Además Antonio empezó a acosarme.

Explícame con más detalles eso último.

Desde el primer día de mi llegada, el jefe, Antonio, me decía “Buena, buena”. Siempre me decía “buena”, quería decir que soy guapa.  Me preguntaba si uno de mis padres era marroquí y el otro español. Que era imposible que mis dos padres fueran marroquíes y engendraran una hija tan bella.

Me lo explicaban las mujeres que entendían español. Él hablaba alto y claro, no le daba vergüenza. Yo no le daba importancia al tema. Hasta de la palabra friqui friqui tardé en entender su significado…pensaba que era algo comestible. Nunca llegué a pensar que nuestro jefe iba a acosar a sus trabajadoras.

Un día… Normalmente volvía del trabajo en bus. Cuando trabajábamos lejos de casa cogíamos el bus, cuando no, volvíamos a pie. Aquel día me apresuraba a volver rápido para llegar a ducharme e ir a comprar, me urgía ir a hacer la compra, tenía que ir sí o sí.

Me cogió por la cintura de golpe con mucha fuerza. Tenía mucha fuerza, gordo como un cerdo…me apretaba. Y yo gritando y golpeando con mis manos, era como un animal. Y él  intentaba bajar el asiento para que fuese como una cama, al mismo tiempo que me apretaba para hacer conmigo lo que no debía a la fuerza. Yo lo empujaba y daba golpes con el codo de mi brazo y con mis pies al cristal del coche, golpeando y golpeando el cristal del coche. Me cogió los pechos y los estuvo apretando con mucha fuerza, era como un poseído. Se abalanzó sobre mí como un monstruo, me tocaba los pechos, apretaba mis pechos, me metió la mano en la vagina…
Para coger el tercer bus que iba a salir éramos unas 6 o 7 mujeres esperando subir, él también estaba ahí con su coche. No me había tocado nunca excepto el acoso con la palabra “buena, buena” que me decía. Me miraba detenidamente sin que me diera cuenta. Me pidió que subiera al coche y me sentara a su lado. Yo lo hice sin llegar a pensar en nada más que volver a casa a ducharme e ir a comprar. En el camino, bajó delante de unas vallas de unos campos suyos, arregló una parte de la valla rota. Dejó el material en su sitio en el coche y dio la vuelta hasta donde estaba sentada yo. Abrió la puerta y estuvo hablándome. No sabía qué me decía. Yo le explicaba con las manos que no entendía qué quería. Me cogió por la cintura de golpe con mucha fuerza. Tenía mucha fuerza, gordo como un cerdo…me apretaba. Y yo gritando y golpeando con mis manos, era como un animal. Y él  intentaba bajar el asiento para que fuese como una cama, al mismo tiempo que me apretaba para hacer conmigo lo que no debía a la fuerza. Yo lo empujaba y daba golpes con el codo de mi brazo y con mis pies al cristal del coche, golpeando y golpeando el cristal del coche. Me cogió los pechos y los estuvo apretando con mucha fuerza, era como un poseído. Me puso su boca en los labios, el perro, me apretaba de una manera salvaje. Era como un animal salvaje, como si fuera a querer comerte, así lo vi yo.

El asiento cedió por su peso y cayó hacia atrás. Entonces yo perdí la fuerza de resistencia; él tenía mucho peso, yo ya no podía más, ya no tenía fuerzas. Se abalanzó sobre mí como un monstruo, me tocaba los pechos, apretaba mis pechos, me metió la mano en la vagina. Yo lloraba y le pegaba con las manos. Se me quitó de encima sin llegar a penetrarme (con su miembro). Entonces yo me lancé a la fuga. Lloraba y corría sin rumbo. No sabía por dónde iba. No sabía el camino, no sabía regresar sola. La casa quedaba muy lejos aún. Él se bajó del coche, me siguió y me  llevó al coche por la fuerza. Parecía como si tuviera miedo del escándalo. Empezó a ser más amable conmigo para que volviera con él al  coche.

Subí con él en el coche. Llegué a la finca en un estado lamentable. En la finca estaba todo lleno de trabajadores, hacía mucho calor. Yo lloraba, daba pena. No hablé con nadie de lo que me había pasado, ni siquiera con mis amigas de la habitación. Estaba temblando… Me preguntaban qué me pasaba y no les pude explicar nada. Les dije que me había cansado mucho en el trabajo y ya está. Me duché y pasé de ir a comprar. Aun así, el maldito perro un día me sacó 50 euros por el coche, y me decía: “española no trabajo tú dormir yo dinero”.

Otro día tenían fiesta ahí. Él estaba en su coche, y a su lado había una proxeneta marroquí que se llama H. Pasé por delante de ella de camino a hacer autostop para ir al pueblo a hacer la compra.

Me llamó y yo le dije que se acercara a mí si quería hablar conmigo. No quise ir donde estaba él. Me dijo que yo le gustaba a él (a Antonio) y que  él quería una mujer nueva, quería renovar. Le pregunté  qué quería decir “renovar”. Me dijo que me subiera con él y que me daría 50 euros. Le contesté que se fuera ella con él y cobrara los 50 euros, que no hacía falta que le buscara otras mujeres (a sus hermanas marroquíes), que lo hiciera ella misma directamente… que yo me vine aquí para trabajar con mis hombros y mi sudor, que si hubiera querido el haraam**  e ir con hombres y cobrar, no me faltarían. Los hay a montones en Marruecos. Me habría hecho rica y no me habría hecha falta venir hasta aquí.

Aun así, continué viendo cosas de estas. Él acosaba a cada mujer nueva que llegaba a la finca. Las quería a todas. A todas las consideraba suyas. Había quienes subían voluntariamente con él y había otras a las que obligaba. Este es el motivo por el que llegué a odiar mi vida en aquel sitio. Me llegué a odiar a mí misma, pero aguantaba y rezaba para que me permitieran ir a otra empresa a trabajar.

A todas nos consideraban putas. Venían coches a la puerta de la finca…10, 15 coches, hasta altas horas de la noche.

En el camino se me acercó uno. Yo sabía que era español o rumano por sus rasgos físicos. Le pregunté si iba a la casa Doñana para llevarme ahí… de golpe me di cuenta que tenía las partes bajas desnudas, haciéndome señales. No lo hizo solo conmigo, algunas amigas me explicaron que les había pasado lo mismo. Le regalé un escupitajo y me fui
Era constante. Lo veía todo el mundo.

Igual que veían a las tres proxenetas ir y venir con chicas a los coches. Los jefes lo sabían y lo permitían.

Las mujeres desaparecían tres o cuatro días. Y no pasaba nada.

Hayat me ofreció ir con otros hombres, a cambio de dinero, además de con Antonio. Se lo hacían a casi todas. Se aprovechaban cuando peor estaban las chicas.

Yo los insulté.

¿Intentó acosarte otro hombre, aparte de este Antonio?

No, ha sido el único. Sí que hizo un intento un rumano. Yo venía del autostop. Una persona me trajo en su coche desde Almonte. Cuando bajé en la carretera camino a la casa -hay media hora de camino a paso rápido entre la carretera y la casa-, en el camino se me acercó uno. Yo sabía que era español o rumano por sus rasgos físicos. Le pregunté si iba a la casa Doñana para llevarme ahí… de golpe me di cuenta que tenía las partes bajas desnudas, haciéndome señales. No lo hizo solo conmigo, algunas amigas me explicaron que les había pasado  lo mismo.

Los rumanos en los túneles no paraban de decir «friki-friki». Yo al principio no sabía ni qué era.

Nos quejamos, pero dio igual.

Cuando lo viste desnudo, ¿huiste?

Claro, ¿cómo iba a subir en su coche! Iba a hacer lo que quisiera conmigo. Esto no se hace. Le regalé un escupitajo y me fui.

¿La gente de la empresa no os llevó nunca a hacer las compras?

Decían que tenían un bus que iba cada mes al pueblo para hacer las compras, pero no llegué a ver nunca ningún bus. Solo veía a mujeres haciendo autostop. Llegábamos a ser 10 o más mujeres haciendo autostop. Podíamos estar ahí horas esperando de pie, bajo el calor del verano y en pleno Ramadán, como si no tuviéramos suficiente con el cansancio del trabajo. Podías tener suerte y encontrar coche como podías volver a la habitación sin compras. Nos quedábamos haciendo señales con las manos, podíamos tener suerte y nos paraba una buena persona como no tenerla y nos paraba uno que nos enseñaba sus partes bajas. Había quienes nos llevaban cobrándonos 5 euros por  la plaza para  un trayecto de 10 minutos desde el lugar del autostop hasta Almonte.

Cuando pasé por aquella experiencia, sentí el dolor y el sufrimiento de los inmigrantes subsaharianos que hacen autostop en nuestro país [por Marruecos] y están pidiendo limosna a los demás… Ya está. He odiado aquel sitio y me he odiado a mí misma.

¿Antes de llegar aquí conociste a alguna mujer en Marruecos que hubiese trabajado antes aquí?

En Mequinez me encontré con algunas, pero cada una tenía una información diferente. Si les preguntaba sobre el sueldo me decían “depende”. Algunas me decían que tenía que llevar mi vajilla…otras me decían que no hacía falta…algunas otras me decían que nos lo pagarían todo (la comida, el alquiler, agua, luz). En  ANAPEC no nos quisieron informar de nada.

¿Tú conocías a la persona que puso los carteles informativos de esta campaña en tu pueblo?

Son las autoridades las que nos informaron de ello.

¿Quién os dio el pasaporte para viajar desde Tánger?

No sabemos quiénes son

¿Los autocares que partían de Tarifa todos iban a Doñana? [por la empresa Doñana 1998]

No sabíamos. Algunas tenían apuntado en su pasaporte la empresa que les había tocado, pero otras no. Esto es un disparate. Cada una tenía que saber dónde iba, pero no sabíamos.

Cuando os visitaron los de AUSAJ y el SAT ¿Qué pensasteis?

Nosotras organizamos una manifestación días antes de que llegaran ellos. El primer motivo era porque nos dijeron que a las trabajadoras nuevas les pagarían por caja y a las antiguas por día laboral.

Un día que llegaba del trabajo me encontré con una multitud de trabajadoras alrededor del jefe hablando y gritando. Pregunté qué pasaba y me lo explicaron. Un trabajador marroquí hizo de traductor y le hizo llegar al jefe el mensaje de las demás de que queríamos cobrar por día laboral y no por caja. El jefe no lo quiso ni escuchar. Lo mandó a callar y lo echó de allí. Lo trató como a un perro…aquel chico estuvo a punto de llorar.

El que llegaran los de la Asociación nos dio fuerza, nos sentimos menos solas.

¿Quién era el trabajador que os quiso ayudar?

Un trabajador de ahí que quiso eso, ayudar. Él sabía que nos robaban, que las horas que hacíamos de más no las cobrábamos. Claro, él ha ido a la escuela y sabe.

Un día me enfermé, estuve dos días en la cama enferma. Me fui a pedir medicamentos a la encargada y me dijo que no tenía. Ella se los daba a quien quería. Tampoco me llevaron al médico.

Le dije que me diera un papel para ir al hospital. Tampoco sabía cómo me las iba a apañar sin saber el idioma. Me sentía como una vaca, una cabra. Me dijo que me llevara mi pasaporte y me fuera. Aún tengo aquí la radiografía y el tique de 20 euros que me gasté en la medicación. Ella tenía la obligación de llevarnos en su coche al hospital, traducir por nosotras, y comprarnos la medicación.

Trabajábamos sin saber ni cuánto íbamos a cobrar, nadie nos dijo nada. Lo de los 40 euros lo oímos en Marruecos.
No nos daban las nóminas, excepto a una minoría. Cuando se las pedí no quiso dármelas…que hasta el año que viene no nos las  daría ¡Si es gracias a la nómina que podemos saber cuántas horas trabajamos, cuántas cobramos…!
No nos las dan precisamente por eso, para que no sepamos que nos roban.

¿Y a partir de ese primer día de protesta?

A partir de ahí todo han sido conflictos. Primero hicimos la manifestación por lo de las cajas. A partir de ahí cada día manifestaciones, conflictos, discusiones…

Si respondías al teléfono a una llamada urgente, al día siguiente te quedabas sin trabajo. Si se te aplastaba una pieza de fresa también.
Aquél mes que nos pagaron algo, un autocar lleno y otro medio lleno se llevó a unas trabajadoras rumanas que se fueron de allí. No estaban satisfechas con el sueldo que cobraban aun siendo de ellos (quiere decir cristianas). Solo se quedaron ahí las nuevas que no saben nada. Las antiguas trabajadoras cobraban bien. De hecho a las nuevas nos odiaban porque esta empresa contrató a un montón de gente nueva. No paraba de llegar gente nueva para trabajar cuando ahí ya había demasiadas. Cuando salíamos todas a trabajar parecíamos abejas. Había mucha injusticia y menosprecio en aquella empresa. Hacia las 10:30 tenías que haber acabado una raya de fresas.

¿Qué es una raya?

Una raya son 10 filas.

De cada fila sacábamos 10, 11 cajas. Yo sacaba 14 y 16 a la vez. Trabajaba como nadie, no levantaba la cabeza… agachada todo el rato. Si respondías al teléfono a una llamada urgente, al día siguiente te quedabas sin trabajo. Si  se te aplastaba una pieza de fresa también.

Antes solo recogíamos la fresa, no la ordenábamos. Lo hacían en la fábrica. Cuando vieron que la empresa tenía muchos trabajadores, nos exigieron que las ordenáramos también. Nos pasábamos muchas horas en eso. Nosotras no somos aviones. Las que acababan su trabajo se marchaban, no se ponían a ayudar a otras personas.

Había manifestaciones cada día. Los jefes nos hacían fotos… el Antonio que abusó de mí, la encargada rumana… todos. Se metieron dentro y empezaron a clasificar a las que participaban y hablaban en las manifestaciones.
Explícame cómo hiciste para salir de aquella finca. ¿Qué pasó? ¿Cómo llegaste a formar parte de la lista de mujeres que decidieron denunciar? ¿Fuiste a denunciar a la Guardia Civil?

Cuando pasó lo del acoso, no fui a denunciar. Si se lo hubiera llegado a explicar a otra mujer marroquí, me habría dicho que la culpable era yo… que si no hubiese subido con él en el coche no me habría pasado nada. Nuestra sociedad no tiene clemencia con las mujeres.

¿Cuándo denunciaste?

El día que huí de ahí. Sufrimos mucho. Muchas mujeres se marcharon. Ellos tenían que habernos formado durante 15 días. Solo nos enseñaron algo el primer día y ya está. Había quienes no trabajaron ni un día desde que llegaron porque no les daban trabajo o porque no habían hecho bien el trabajo el primer día y las castigaron. Te dejaban hasta que te hartabas de estar sin hacer nada y les pedías que te llevaran en el autocar para marcharte. Una de las mujeres que huyó conmigo no trabajó ni un día.

Había manifestaciones cada día. Los jefes nos hacían fotos… el Antonio que abusó de mí, la encargada rumana… todos. Se metieron dentro y empezaron a clasificar a las que participaban y hablaban en las manifestaciones. Cuando oyeron que venía la prensa y que su reputación quedaría por los suelos,  llamó la encargada a nuestra puerta por la mañana para llevarnos a Marruecos por la fuerza, junto con las que querían marcharse. Yo no llegué nunca a imaginarme que harían una cosa así.

Salimos fuera, todo el mundo salió. Omar también, el jefe en el medio. Nos dijo que saliéramos todas, que no se quedara nadie adentro. Había un grupo que quería marcharse el martes, les dijo que se marcharan el domingo. Cuando oí mi nombre, estaba a punto de desmayarme. Ni nos habían pagado ni me habían avisado. Yo tenía contrato. Y a mi hijo no le había comprado nada para llevárselo de regalo. Solo me habían pagado algunos días de abril, mayo entero no me lo habían pagado. Durante el mes de mayo no trabajamos muchas horas, no nos dejaban.

Explícame qué pasó ese domingo.

Veíamos desde nuestro escondite cómo corrían por todos los lados el jefe, sus ayudantes, las encargadas y la Guardia Civil buscando a las que se habían escapado. La Guardia Civil en sus vehículos por la carretera para atrapar a las que huyeron por ahí y los demás a pie.
Pues me dijeron que subiera al autocar. Estaba la Guardia Civil, los autocares… A unas compañeras las cogieron de los hombros para que subieran al autocar. No había manera de huir. Todo estaba controlado. Estábamos como en un círculo… ni hemos cobrado, ni sabíamos hablar, ni entendíamos lo que pasaba.

Cuando me llamaron, volví a la habitación, recogí mis cosas. Si no lo hacía, nos sacaban por la fuerza. Él lo tenía premeditado. Cuando nos llamaba nos advertía de  no sacar los móviles, no grabar o hacer fotos. Yo lo tenía apagado, si no, lo hubiera grabado todo.

Una de las trabajadoras nuevas nos ayudó a huir. Había un agujero en el alambre de la finca debajo de la valla. Hicimos creer que queríamos recoger naranjas de un sitio donde tiraban naranjas podridas. Estuvimos un rato ampliando el agujero para poder salir. El jefe y los que le ayudaban se dieron cuenta de que había 9 mujeres que se habían dado a la fuga. A algunas las pudieron atrapar y las devolvieron a la fuerza. Otras se escaparon. En total fueron unas 30 mujeres las que pudieron escapar. Algunas se fueron a buscar a familiares que tenían en España. Había de todo, las que no habían finalizado aún el contracto… las que no habían cobrado, y de golpe les decían que se marcharan a su país. Es normal que intentaran escaparse. Dejaban allí sus cosas y todo, solo pensaban en escaparse para no volver a Marruecos sin nada. Las mujeres no conocían el camino, cada una huía en una dirección diferente.

¿Tú qué hiciste?

Nos escapamos otra chica y yo. Nos conocíamos de vista nada más. Veíamos desde nuestro escondite cómo corrían por todos los lados el jefe, sus ayudantes, las encargadas y la Guardia Civil buscando a las que se habían escapado. La Guardia Civil en sus vehículos por la carretera para atrapar a las que huyeron por ahí y los demás a pie.

Cuando llegamos las dos a la carretera no sabíamos qué hacer. Aquel fue el día más negro de mi vida. Cogimos la dirección contraria, quería llegar al bosque, donde no nos encontrarían. Estaban a punto de vernos desde una colina cuando saltamos hacía abajo y empezamos a dar vueltas. Si no fuera por las matas, hubiéramos estado a punto de acabar en el alcantarillado. Se oía el ruido del coche. Pensábamos que ya nos habían visto.

La otra chica me decía que subiéramos y nos entregáramos, pero yo le decía que no, que se callara y no se moviera de su sitio. Los de arriba se comunicaban por teléfono con la policía (G.C). Llamaban y decían “Hola”, por si les contestábamos. Yo cogí a mi acompañante de la mano y nos dimos a la carrera hasta llegar a la alambrada. Estaban a punto de cogernos cuando nos lanzamos hacia fuera. Nos hicieron fotos y nos grabaron subiendo a la valla y saltando. De aquella valla tan alta no se podría lanzar ni un hombre, nosotras lo hicimos. Ayudé a mi amiga, que le costaba lanzarse. Estuvimos corriendo otra vez hasta llegar al bosque. Cuando quisimos salir de ahí no supimos. Quedaba una raya de batería en nuestros dos móviles. Llegamos a un sitio donde había muchos caballos y perros. Yo no les tengo miedo a los perros, la otra chica temblaba a mi lado. Cada vez que veía un coche blanco, me decía que ya estaba, que eran ellos con la Guardia Civil y que nos cogerían. Nos agachábamos  para escondernos. Pasamos un gran miedo.

Estuvimos caminando cosa de cuatro horas, pero no sabíamos dónde estábamos. Al final llamamos a los de la Asociación. Nos estuvieron buscando hasta que nos encontraron. Nos trajeron a Almonte. La otra chica tuvo miedo y huyó. Me quedé sola con una mujer que me preguntaba cosas. No quise hablar con ella por miedo a que fuese de la Guardia Civil. Me pasaba a un marroquí por teléfono, pero tampoco quise hablar con él. Cuando me explicó que eran de la Asociación, confié en ellos.

¿Tú sabías que había prostitución en la finca?

Sí, desde el primer día. Aquel Antonio lo hacía todo a la luz del día.

¿A ti te continuaba acosando?

Sí, siempre me decía algo. Todo el mundo decía de mí que iba con él, mi reputación estaba allí por los suelos.

¿Esto lo explicaste a los guardias civiles?

Había detalles que no pude explicarlos como lo hago ahora contigo, pero sí. Había cosas que omití porque había una mujer que me traducía y me presionaba, no estaba cómoda.

Además, el Guardia Civil que me tomaba declaración era uno de los que estaban por la mañana en la finca. El Guardia Civil no quería que yo declarase. Se peleó con la abogada. Gritaban.

Sentí mucho miedo.

¿Quieres añadir algo? 

Agradezco a AUSAJ y al SAT lo bien que se han portado. Pero yo no descansaré hasta que Antonio pague por lo que hizo y que sirva de ejemplo para los demás.


(*) ANAPEC, acrónimo de Agencia Nacional de Promoción del Empleo y la Competencia,  Institución publica marroquí creada en el año 2000.

(**) haraam: concepto religioso para referirse a lo prohibido. En este contexto, la traducción es “dinero sucio”.


Testimonio 3: «Las mujeres que se oponían a subirse al bus, fueron tiradas al suelo y violentadas».

Testimonio 7: «Cuando más miedo sentí es vi que el Guardia Civil que nos tomaba declaración era el mismo que estaba en la finca por la mañana».

Lo que dice la empresa: «Ciento y pico de trabajadoras han declarado que se trata de denuncias falsas que se deben a las promesas del sindicato (por el SAT) de conseguir papeles en España».

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