El prestigioso profesor de Psicopatología en Criminología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y eminente psiquiatra y psicoterapeuta de niños y adolescentes, J.L. Pedreira Massa desarrolla para La de Onuba un necesario relato en al caso de la joven violada por los cinco hombres que se autodeminan como La manada. Pedreira parte de la lectura «diálectica de los hechos, que va desde la violación de una joven de 18 años a la resolución judicial del caso conocida esta semana. Desemboca en la otra lectura, la de su ámbito académico y profesional, la psicopatología criminal. En sintonía con la creciente alarma social que el caso está generando, el colaborador de La Mar de Onuba concluye que la sentencia «es un despróposito» impropio de un país en el que «no queremos una justicia que ensalce los factores machistas. No podemos entender a jueces sin sensibilidad social e histórica. No aceptamos jueces sin formación en los nuevos temas sociales. No podemos permitir que se humille y se revictimice a la víctima» El profesor Pedreira concluye su reflexión alegato avisando a los estamentos judicialoes y legislativos que «por todo eso hemos reaccionado», y se dirige directamente al Presidente del CGPJ, Carlos Lesmes al que advierte: «La población no desprestigia a la justicia, del desprestigio se ocupan los propios jueces que hacen sentencias de este tipo». Por último, Pedreira se une al coro ciudadano que aspira a ser unánime: «¡Yo sí te creo!»
«Viajaba a Sevilla en el Ave y me iba hirviendo la sangre y quemando la garganta de no poder gritar de rabia, de impotencia, de incredulidad de rabia, mucha rabia. Luego hablé con mi hija Sara y nuestra cita se aplazaba porque iba a asistir a una manifestación de mujeres. Me percibí rápidamente que acudiría a la convocatoria ante el Ministerio de Justicia para reclamar a voces ¡Justicia! Justicia para una chica, para una mujer…
Efectivamente, ese grito no era para ese caso en concreto, que también, sino era para todas las mujeres que se encuentran víctimas de conductas machistas y luego, encima, son ultrajadas si las denuncian.
Verán yo, en mi escaso entender, he comprendido lo siguiente: Hay unas fiestas desbocadas como son las de San Fermín, que podrían ser otras y en otro lugar. Una chica acude a las fiestas y bebe unas copas de más, tiene síntomas evidentes de la ingesta de alcohol. Se dirige a un grupo de chicos jóvenes, como ella, circulan por la calle en son de fiesta y jarana. Los chicos se imaginan lo que podrían hacer, “mojar” entre todos y “divertirse” un rato con esa chica, está borracha, no se va a enterar. Entre ji-ji y ja-ja entran en un portal, pero no cualquiera, sino uno que se abre porque sale o entra alguien, tanto da, empujan a la chica dentro, evidentemente sería para algo y si lo hacían por algo es que tendrían pensado hacer algo, no creo que subir a uno de los pisos pues no vivían allí, ni tomar un café porque no era su casa ni la tenían alquilada. Empujan a la chica hacia uno de los recovecos e inician su macabra acción, la chica en su embriaguez dice no, pero esos cinco elementos la fuerzan, no entienden o no quieren entender que no es no, siempre. Así que si la chica dice no, aunque esté embriagada, y esos orangutanes la fuerzan es una violación, aquí y en cualquier lugar, porque no es no, incluso estando embriagada ¿Qué es lo que no entienden?
A partir de aquí se inicia la escalada de acciones, de actos sin pies ni cabeza. Primero es decir que la chica no se opuso y aceptó hacérselo con cinco, nada menos que con cinco. Dicen que no es intimidación que te rodeen cinco bestias o que no has opuesto suficiente oposición porque saliste entera. Luego contratar a un detective privado para que elabore un informe de lo que la chica hace, para ver si tiene repercusiones en su vida. Luego unas conclusiones inadecuadas: realiza vida normal, cuelga fotos en Instagram, sale con las amigas… luego: no ha tenido impacto lo que ocurrió aquella noche. Por fin, lo que es alucinante: el juez acepta este seguimiento anormal e intrusivo como una prueba en el juicio para que sea “garantista” aunque luego lo anule, esos jueces dudan de la violencia y la intimidación y hasta uno realiza un voto particular para denigrar a la chica…
Vamos a realizar una lectura dialéctica acerca de estos hechos:
1) Cinco jóvenes fornidos fuerzan cobardemente a una mujer, porque realizaron una expresión de fuerza bruta, totalmente desigual. Hay que ser cobarde, muy cobarde, y miserable, muy miserable, para entre 5 fornidos 5 sujetos masculinos animales, en manada, reducir y violar a una chica, solo una chica, embriagada. A esto se llama, al menos racionalmente, intimidación y violencia psíquica y física en el hecho de la violación, sí violación.
2) Hacer eso es considerar al otro como un trapo, no darle la consideración de persona, denigrarla para las acciones de más baja estopa que se conozcan en una desigual batalla de cinco contra una ¡ya podrán! Eso una manada contra una persona: ¡cobardes! ¡Miserables!
3) La chica sale derrotada, desorientada, cansada y llora, amargamente llora pero ¿alguien se esperaría menos? Cuando dijo que la habían forzado fue suave, la habían violentado, obligado, menoscabado, humillado y, sobre todo, deshumanizado.
4) A partir de ahí ¿qué hay que hacer? Según estos animales-orangutanes-desalmados en manada, la chica debería haber sucumbido, se debería haber metido en un claustro y debería haber desaparecido de la faz de la tierra para llorar amargamente y para culpabilizarse. Es decir debería sentir culpa ella, la víctima, pero culpa ¿de qué? Es la víctima, pero estaba en unas fiestas de desmadre, era joven, iba en mini pantalones, estaba borracha, luego… “lo estaba pidiendo a gritos”.
5) Entonces a la chica se le hace una segunda violación: seguirla en su intimidad, en secreto, con alevosía para recoger información “sensible” para saber en forma francamente voyerista acerca de su vida y luego utilizarlo, no para la defensa de los desalmados, sino en contra de la víctima.
6) El juez, en ejercicio de su fuerza y autoridad, acepta este documento de franca intrusión en la vida de la víctima como prueba de la defensa. Tercera violación a esta víctima, en esta ocasión desde un órgano de poder social, aunque luego rectifique, el mal ya está hecho.
7) Sale la sentencia y resulta que la intimidación no era tan potente, que la violencia no fue tan relevante, que la chica jadeaba… ¡Ya está bien! Cinco bestias frente a una sola mujer joven es violencia e intimidación suficiente para dejar hacer ¿qué oposición podría haber hecho? ¿Acaso debe dejarse matar para demostrar que fue violación, violencia e intimidación?
Hagamos una lectura con un perfil más profesional de la psicopatología y de la vida relacional, desde esta visión realizada hasta ahora más en el plano de lo judicial y social.
Cuando uno es violentado por una panda de la “manada” (como ellos mismos se denominaban) el sentimiento de las personas es de angustia por miedo “al final”, si el nivel de conciencia se encuentra afectado el sentimiento es menor, pero aún existe un rasgo ético personal de decir no, que paren esa manada. La insistencia entre cinco y el sentimiento de estar sola, lo que hace es que el pensamiento de supervivencia prevalezca, siendo consciente de la propia impotencia ante cinco bestias, con lo que la resistencia física decae. No, la manada siguió y, entonces, la percepción de la comisión de un acto violento y no deseado toma conciencia con mayor presencia y consistencia. Así hay que entender la salida y sensación de derrota, de tumbarse en el banco sola y llorar.
La denuncia culmina el sentimiento de violencia sentido y colabora a establecer los primeros pasos para la reconstrucción personal hacia la nueva situación de poder castigar, como se merecen, a esa manada de agresores y violadores. Fin de la primera etapa, pero comienzo de las siguientes.
A partir de ahí la vida sigue y en una persona joven debiera seguir siendo activa, en todos los aspectos, incluido el social y el relacional. Por un lado el respeto a la intimidad personal debe ser la pauta general, respeto que incluye el ritmo y los contenidos que cada persona utiliza para superar el acto traumático. Todo ello es del ámbito de la intimidad personal, por eso realizar una vigilancia oculta es una segunda violación, sobre todo porque hay una doble interpretación de los actos que se realizan, desde la perspectiva psicológica y relacional.
La primera dimensión es que la persona que ha vivido o sufrido un acto traumático, violento debe realizar un gran esfuerzo por retomar sus actividades normales y normalizadas, para lo que requiere decisión, voluntad y valor. Intentar hacerlo desde la puerta de su casa para afuera, no quiere decir que sea el sentimiento interno y hacia el interior de la puerta. Hacia afuera la persona que tiene la suficiente fortaleza individual tiende a aprovechar los apoyos que le brindan para recomponer su imagen, su autoestima y su vida, por ello es de hacer valer ese esfuerzo que desde el mundo de la psicoterapia tanto recomendamos en estos casos, sobre todo para que no quede el engrama a sangre y fuego del hecho traumático como dominador de vida y sentimientos… Así combatimos lo que se denomina como síndrome de estrés postraumático, incluyendo la técnica denominada como “debrifing”, que consiste en volver a encararse al hecho traumático, si ello fuera posible.
Otra cosa es el interior de la casa, cuando la persona vuelve a su intimidad, a su soledad, a su encuentro consigo mismo y entonces aparece, posiblemente, la rememoración del hecho traumático, incluso con el revivir de lo acontecido, denominado como “flashback”. Entonces aparece la angustia, el llanto, la rabia, la impotencia. Pero ese es el reencuentro con el mundo interior de los sentimientos, de los pensamientos, del funcionamiento mental. Ahí no podían entrar los violadores de segunda intención, el detective privado de la vigilancia de vida.
No, Sr. Presidente del CGPJ, la población no desprestigia a la justicia, del desprestigio se ocupan los propios jueces que hacen sentencias de este tipo y ya son varias, la población nos hemos cansado de su prepotencia, de su desprecio a la racionalidad. No, la población no desprestigia a la justicia, para desprestigiarla se ocupan Vds. mismos y a fondo lo hacen.
La segunda interpretación tiene un fondo francamente perverso, en el sentido de la perversión en el funcionamiento mental y de la mala intención consciente en el mundo externo y social. Esta segunda interpretación es reduccionista, pues pretende que lo que se hace de cara al exterior de la casa es lo que acontece en realidad. Por lo tanto se hace a escondidas, no puede ser explícito porque necesita la lectura perversa de la intrusión y de la generalización simplista y agresiva. Porque es expresión de agresividad ser vigilado a escondidas para utilizar lo que se detecta en contra de la persona, sin preguntar siquiera un para qué hace esas cosas. Confundir perversamente estar intentando divertirse, con disfrutar y que no se piensa o no se tienen recuerdos, el uso de las redes (in)sociales con lo que acontece en la realidad.
Hay que tener una mente muy retorcida para excluir el sentimiento y anular la capacidad de reacción de las personas, hay que ser malintencionado para pensar que estas circunstancias son pruebas del bienestar de alguien. Francamente, este hecho, simplemente esta interpretación, no es más que someter a la víctima a una violación por un nuevo acto forzado e intrusivo, es un claro acto de revictimización.
Con ocultamiento y por la espalda, al iniciar el juicio oral el juez acepta como prueba de la defensa esas grabaciones de las vigilancias realizadas por el detective privado a la víctima, así acontece una nueva revictimización, como consecuencia de una nueva violación acontecida por el abuso real de quien detenta una autoridad y la ejerce en contra de la víctima. Porque es actuar en contra de la víctima violentar su intimidad y disfrazarlo de un garantismo leguleyo para los acusados, para la manada. Desde ese mismo momento la autoridad con su poder pasan a ser integrantes de la manada y, por lo tanto, su decisión pasa a tener la categoría de acto violento y, al ser en contra de la víctima, la revictimiza por guardar íntima relación con el grado de agresión y violencia que el originario del juicio actual. No importa que luego rectifique, el mal ya está hecho.
El que debería proteger y garantizar los derechos de la víctima, se transforma en agresor indiscriminado contra la víctima al aceptar que sus actos son objeto de juicio de valor.
La víctima pasa a tener que demostrar su malestar, independientemente de su sentimiento. El investigador privado primero y el juez después ignoran conscientemente que los comportamientos de una persona se influencian e interactúan con el contexto y que descontextualizar los actos es vaciar de contenido y de comprensión a esos comportamientos. Ahí está el sentido perverso de esa segunda y tercera violación, expresión de una gran agresividad social contra esta mujer por el hecho de ser mujer y, por lo tanto, es un hecho de machismo potenciado por el funcionamiento del patriarcado social, personalizado en la incomprensible decisión de este juez que pretende juzgar los comportamientos de la víctima, en vez de imponer justicia con los violadores miembros de la manada.
La sentencia es todo un despropósito, tarda en hacerse pública más de cuatro meses. La tardanza ya hacía presuponer que nada bueno iba a acontecer. Dos de los magistrados dicen que hubo violencia e intimidación, pero no suficiente para llegar a violación, así que se queda en abuso, pero ¿se puede medir o pesar esa violencia e intimidación? Es un sentimiento frente al que hay que verse en un momento dado: en soledad, rodeada por cinco animales desmadrados y en un espacio aislado y cerrado. Esa certeza frente al sentimiento contrasta con la realidad de la razón, del sentido común. Por si todo fuera poco, un tercer magistrado dice que no hubo nada, porque había jolgorio y jadeos. De verdad, tienen que hacérselo ver.
Ahí está el sentido perverso de esa segunda y tercera violación, expresión de una gran agresividad social contra esta mujer por el hecho de ser mujer y, por lo tanto, es un hecho de machismo potenciado por el funcionamiento del patriarcado social, personalizado en la incomprensible decisión de este juez que pretende juzgar los comportamientos de la víctima, en vez de imponer justicia con los violadores miembros de la manada
Dice el Presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, por cierto conocido por su ideología fuertemente conservadora, que es muy preocupante la reacción popular en contra de la sentencia de la manada porque eso puede afectar a la valoración de la justicia en general. Verá Sr. Presidente del CGPJ, la población hemos reaccionado porque la justicia está muy desprestigiada y esta sentencia lo ha hundido del todo, la población queremos una justicia justa y equitativa, no queremos una justicia que ensalce el patriarcado y los factores machistas, no podemos entender a jueces sin sensibilidad social e histórica, no podemos aceptar jueces sin formación en los nuevos temas sociales, no podemos permitir que se humille y se revictimice a la víctima. Por todo eso hemos reaccionado, no Sr. Presidente del CGPJ, la población no desprestigia a la justicia, des desprestigio se ocupan los propios jueces que hacen sentencias de este tipo, para su conocimiento no es la única, ya son varias, la población nos hemos cansado de su prepotencia, de su desprecio a la racionalidad. No, la población no desprestigia a la justicia, para desprestigiarla ya lo hacen Vds. mismos y se emplean a la tarea a fondo.
Para colmo de todo el Gobierno y un partido político denominado Ciudadanos dicen que no hay que legislar en caliente, que hay que dejar que se enfríe. No obstante, esta recomendación no la cumplen para aceptar la gran manipulación sobre la prisión permanente revisable, ahí sí que aceptan esos mismos grupos los momentos de ebullición provocada con claros intereses. No queremos una justicia que ensalce los factores machistas. No podemos entender a jueces sin sensibilidad social e histórica. No aceptamos jueces sin formación en los nuevos temas sociales. No podemos permitir que se humille y se revictimice a la víctima. Por todo éso hemos reaccionado. No, Sr. Presidente del CGPJ, la población no desprestigia a la justicia, del desprestigio se ocupan los propios jueces que hacen sentencias de este tipo y ya son varias, la población nos hemos cansado de su prepotencia, de su desprecio a la racionalidad. No, la población no desprestigia a la justicia, para desprestigiarla se ocupan Vds. mismos y a fondo lo hacen.
Sin duda alguna, me refiero a la víctima, a la chica violada: yo sí te creo.
Sea el primero en desahogarse, comentando