Muchos de los 40 000 extranjeros de 54 países que acudieron a combatir el fascismo en España entre 1936 y 1939 como soldados, médicos o asesores militares eran inmigrantes y exiliados políticos. Entre 32 000 y 35 000 se unieron a las Brigadas Internacionales (BI), creadas por la Internacional Comunista.
La cultura híbrida que personificaron era la antítesis del fascismo. De hecho, su experiencia en España ayudó a dar forma a una nueva identidad antifascista transnacional. Pero, como hemos destacado Maria Thomas y el autor en un reciente artículo, la diversidad cultural, étnica y lingüística de las BI planteó también serios desafíos para la organización del esfuerzo bélico republicano.
Sinfonía lingüística
Los BI llevaron consigo una sinfonía lingüística a España que incluía, además de alrededor de 30 lenguas europeas, otras que sonaban más exóticas a los oídos occidentales como el turco, el árabe, el chino o el japonés. Tanto en los informes internos de las BI como en las memorias de los voluntarios es recurrente la referencia a la Torre de Babel, la historia bíblica que subraya la decisión divina de provocar una división lingüística en la humanidad.
Por un lado, el mando de las BI destacaba que este crisol lingüístico era la mejor representación del nuevo mundo que el antifascismo trataba de construir más allá de las barreras étnicas. Pero por otro lado, reconocían que presentaba enormes dificultades en términos prácticos, al convertirse en una cacofonía que provocaba elevados niveles de confusión y malentendidos.
La mayor parte de los líderes de las Brigadas Internacionales eran políglotas, y hablaban entre ellos en francés, español y ruso. De hecho, el ruso se convirtió en su signo de distinción de las élites de las BI, dado que muchos habían obtenido experiencia militar en la Unión Soviética. Sin embargo, como el mayor contingente de voluntarios procedía de Francia –ya fueran franceses o exiliados–, el francés se convirtió inicialmente en la lengua oficial de las BI. El problema era que muchos voluntarios que llegaban a España no entendían el francés.
Malentendidos
Las BI se organizaron con premura a mediados de octubre de 1936 y realizaron su bautismo de fuego tan solo dos semanas después para impedir la ocupación fascista de Madrid. La participación de las BI fue clave en la defensa de la capital, pero también puso en evidencia los retos de manejar unidades multi-lingüísticas. En ocasiones las órdenes se tenían que traducir oralmente hasta en tres idiomas, provocando inevitables malentendidos en esta cadena de traducciones.
Algunos mandos de las BI señalaron desde noviembre de 1936 que era necesario crear batallones homogéneos en términos lingüísticos para reforzar la eficacia militar en el campo de batalla. Sin embargo, el líder de las BI, André Marty, se mostró contrario a esta medida. Basándose en una visión utópica e idealista, defendió que era necesario mantener el multilingüismo para no romper la unidad internacional de las Brigadas.
Brigadas monolingües
Esta organización se mantuvo entre noviembre de 1936 y marzo de 1937. Sin embargo, los problemas lingüísticos generados en la Batalla del Jarama convencieron a los altos mandos de las BI de que era necesario establecer una nueva política. En abril de 1937 el alto mando comenzó a reorganizar a los soldados, moviendo batallones entre brigadas, tratando de reunir grupos en base a las lenguas predominantes: la 11 Brigada (alemán), la 12 Brigada (italiano) y la 14 Brigada (francés). Al mismo tiempo se creó una nueva integrada por voluntarios del este de Europa, quienes gozaban de una mayor habilidad políglota dada la naturaleza multiétnica del antiguo imperio austrohúngaro.
Sin embargo, el alto mando de las BI tuvo que enfrentarse pronto a un nuevo reto lingüístico. Desde febrero de 1937 las unidades de las BI estaban aceptando soldados españoles debido a la falta de voluntarios internacionales para abastecer los batallones. En mayo, algunos batallones tenían más soldados españoles que extranjeros, los cuáles desconocían las lenguas oficiales de cada una de las unidades militares.
Batallones bilingües
Ante esta situación, el alto mando de las BI decidió realizar un proceso de “españolización” de los batallones. El objetivo era pasar de la política lingüista existente hacia el bilingüismo. De este modo, las nuevas brigadas tenían que combinar dos lenguas oficiales: español-alemán (11 Brigada), español-italiano (12 Brigada), español-lenguas eslavas (13 Brigada), español-francés (14 Brigada) y español-inglés (15 Brigada).
La nueva política lingüística ayudó a mejorar la eficacia militar de las BI, aunque siguió habiendo dificultades de comunicación durante el resto de la guerra.
Para ello las BI contaron con la ayuda de traductores e intérpretes, quienes trataron de construir puentes comunicativos. También se ofrecieron cursos de español para los voluntarios, aunque tan solo fueron obligatorios en la 13 Brigada, donde el predominante multilingüismo favorecía el aprendizaje de idiomas.
Además del español, el yiddish se convirtió en otra lengua vehicular entre voluntarios de distintas nacionalidades. En España se reunieron muchos hablantes de yiddish que habían huido de los regímenes fascistas y autoritarios del este y centro Europa, junto a otros procedentes de EEUU. De hecho, para muchos de estos voluntarios su experiencia en España implicó recuperar el yiddish perdido de su infancia.
Argot antifascista
El multilingüismo de las BI generó enormes dificultades de comunicación en términos prácticos, pero también ofreció una oportunidad para crear un nuevo argot y cultura antifascista.
Muchos brigadistas terminaron hablando un lenguaje híbrido que contenía palabras y estructuras gramaticales de diferentes idiomas. De hecho, numerosas palabras en castellano pasaron a su vocabulario cotidiano. Dos de las palabras más comunes utilizadas por los brigadistas fueron “salud” y “camarada”, las cuales se incorporaron al vocabulario internacional antifascista.
Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos brigadistas, junto a sus camaradas españoles, llevaron este nuevo lenguaje e identidad antifascista a los campos de concentración y movimientos de resistencia en sus respectivos países. En los labios de estos “Spanci” –como se denominaba a los Brigadistas en varias lenguas del este de Europa– este nuevo idioma híbrido forjado en España resonó a través de montañas, bosques y desiertos de Europa y el Norte de África.
La versión original de este artículo fue publicada en inglés en The Volunteer.
Jorge Marco es profesor de Historia y Política en el Departamento Politics, Languages and International Studies en University of Bath (Reino Unido). Anteriormente fue profesor en la Universidad Complutense de Madrid, donde fue miembro de la Cátedra “Memoria Histórica del siglo XX”. Es co-editor de libros como El último frente (2008), No solo miedo (2013) o Violência e sociedade em ditaduras ibero-americanas no século XX (2015), además de autor de monografías como Hijos de una guerra (2010, nueva edición revisada en 2019), Guerrilleros y vecinos en armas (2012, versión inglesa en 2016) y coautor, junto a Gutmaro Gómez Bravo, de La obra del miedo (2011). Su más reciente trabajo es la edición e introducción de las memorias de Juan Alonso, tituladas: Salida de las tinieblas. Memorias de un toxicómano en la República, la guerra y el franquismo (2019)
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