No hay manera de frenar el ímpetu intervencionista y de “mete patas” del presidente de la todavía primera potencia mundial. Trump no parece que vaya a pasar a la historia por ser un negociador hábil o un político que sepa pactar, dialogar o hablar.
El nuevo ataque que llegó de Washington a la economía turca ha sembrado terror hace dos semanas. El secretario del Tesoro Steven Mnuchin advirtió que Estados Unidos impondrá más sanciones si la Justicia turca no libera inmediatamente a Andrew Brunson, el pastor evangélico norteamericano encarcelado, que en los últimos días pasó a arresto domiciliario tras un año y medio en prisión.
Ankara cuenta que Brunson estuvo implicado en actividades terroristas y en labores de espionaje. Washington lo niega y sólo admite su liberación incondicional y que se le permita salir del país.
El gobierno turco respondió el viernes por la mañana asegurando que tomará represalias si Estados Unidos sigue adelante con más sanciones.
El ministro de Comercio Ruhsar Pekcan dijo a la agencia pública Anadolu: “Ya replicamos a las sanciones estadounidenses de acuerdo con las normas de la Organización Mundial del Comercio y seguiremos haciéndolo”.
El presidente norteamericano Donald Trump no pudo resistirse y volvió a usar Twitter para decir que “Turquía se ha aprovechado durante muchos años. Ahora retienen a nuestro maravilloso pastor cristiano, a quien ahora debo pedirle que represente a nuestro país como un gran rehén patriota. No vamos a pagar nada por la liberación de un hombre inocente, pero ¡vamos a recortar a Turquía!”. Madre mía…..blanco y en botella, un relato atroz de una crisis que se ha desatado de forma inminente.
La Justicia turca volvió a rechazar la liberación de Brunson y la crisis diplomática y su correlato en forma de desplome de la moneda podría llevar a Turquía a pedir ayuda exterior, aunque el gobierno por ahora lo niega.
El ministro de Finanzas Berat Albayrak (yerno del presidente Erdogan) dijo que no tienen pensado llamar a la puerta del Fondo Monetario Internacional. Se trata de una petición que podría ser rechazada: Estados Unidos tiene minoría de bloqueo en el órgano directivo del FMI. Albayrak también negó que estudiara la puesta en marcha de controles de capitales o de un «corralito».
La economía turca creció en 2017 un 7% pero el gobierno ya reconoce que la cifra será menor este año. Erdogan se niega a dar vía libre al Banco Central turco para que aumente las tasas de interés a pesar del hundimiento de la moneda y de la fuerte subida de la inflación, que podría saltar del 16% a casi el 20% interanual.
Europa parece tender la mano, pero hasta el momento sólo de manera política. Erdogan habló inmediatamente con Angela Merkel y con Emmanuel Macron.
La promesa de 15.000 millones de dólares de inversiones qataríes en Turquía y los primeros gestos de Berlín y París hacia el gobierno turco no frenan por ahora el desplome de la lira, que desde principios de año perdió más de un 40% de su valor frente a las grandes
El desplome de la lira turca frente al dólar supone el mayor desafío económico para la Turquía de Erdogan desde la crisis financiera de 2001. Las razones de este hundimiento son tanto coyunturales como estructurales nada desdeñables.
Una crisis disparada por un cortocircuito político. El 10 de agosto, día que los economistas ya bautizaron como “viernes negro”, la lira perdió un 20% de su valor frente al dólar, una caída que se aceleró con un tuit de Donald Trump anunciando su intención de duplicar los aranceles a la importación del acero y aluminio turcos, llevándolos al 50 y al 20% respectivamente. Al mismo tiempo, Washington impuso sanciones contra dos ministros de Erdogan en protesta por la prisión del pastor estadounidense Andrew Brunson, acusado de terrorismo por Ankara. La disputa sacudió a los inversores, que comenzaron a sacar sus capitales del país.
Base económica endeble. Ya antes de la crisis con Estados Unidos, los economistas anunciaban una inminente tormenta financiera. Los problemas estructurales de Turquía se reflejan en una fuerte inflación, que alcanzó en julio casi el 16% interanual, y un déficit de las cuentas corrientes que no cesa de aumentar. A pesar de que el PBIturco creció un 7,4% en 2017, la debilidad de la moneda y, ante todo, la exacerbada dependencia de capitales externos han desestabilizado la economía otomana. Erdogan, que sustentó en la bonanza económica y las grandes inversiones en infraestructuras y equipamiento público su imbatible popularidad electoral, ve peligrar ahora un modelo de desarrollo basado en bajos tipos de interés.
Obra pública y endeudamiento. Desde su llegada al poder en 2003, Erdogan construyó gran parte de su popularidad apostando a la obra pública. Los economistas describen al presidente turco como un partidario del “crecimiento a cualquier precio”, empezando por el de un fuerte endeudamiento. En muchas ocasiones, las tesis defendidas por Erdogan provocan más de una sorpresa, como cuando dijo que bajar las tasas de interés reduce la inflación, mientras la mayoría de los economistas dudan de esa idea. “Era evidente desde hacía un tiempo que el mal gobierno económico acabaría teniendo consecuencias”, asegura Paul Levin, director del Instituto de Estudios Turcos de la Universidad de Estocolmo.
Un Banco Central que no es independiente del gobierno. El Banco central de Turquía debe ser en teoría independiente, pero muchos economistas estiman que cada vez está más bajo la presión de Erdogan. Su decisión de no aumentar sus tasas de interés la semana pasada causó alarma en los mercados. El Banco central anunció una serie de medidas para tranquilizar a los inversores, entre ellas que aportaría toda la liquidez que necesiten las entidades bancarias. Las medidas respecto a la liquidez no atacan el problema principal que es la caída de la lira.
Excesiva concentración de poder. Tras las elecciones de junio, Turquía pasó a un sistema hiperpresidencial que concentra en las manos del jefe de Estado todos los poderes ejecutivos. Erdogan además nombró ministro del Tesoro y de Finanzas a su yerno, Berat Albayrak, alguien con poca experiencia. Sin duda, es la ausencia de una respuesta rápida, firme y racional por parte de las autoridades turcas lo que envió la lira al abismo. En España algunos dirán sin dudar que esta crisis está provocada por el Presidente Pedro Sánchez… Seguro, pero seguro…
Francisco Villanueva Navas, analista económico de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero