Jesús Cabaleiro Larrán
Las manifestaciones diarias en lo que se ha llamado ‘la revuelta del pan’ en Sudán, iniciadas el pasado 19 de diciembre de 2018 siguen produciéndose. La oposición cifra en 40 las víctimas, fruto de la brutal represión producida desde entonces.
La propia fiscalía sudanesa ha reconocido la muerte de veinticuatro personas desde el inicio de las protestas. La cifra fue confirmada por el presidente del Comité de Investigación de las Protestas de la Fiscalía, Amer Mohamed Ibrahim.
Serían nueve personas muertas en Gadarif, seis en el estado de Río Nilo, otros tres en el estado de Nilo Blanco, tres en el Estado Norte y tres en Omdurmán, ciudad cercana a la capital, Jartum.
También ha reconocido el régimen la detención de más de ochocientas personas desde el inicio de las protestas mientras que organizaciones proderechos humanos como Amnistía Internacional o Human Rights Watch (HRW) las cifran en más de 2000.
Las protestas dieron comienzo por la escasez de productos básicos y la inflación disparada, un 70 por ciento en diciembre de 2018, debido al alza de precios generalizada, siendo los productos que más se han encarecido el pan, un producto básico, la carne, cebolla y leche además de los medicamentos.
Las protestas populares pronto se convirtieron en un movimiento popular en contra del Gobierno, al que se han sumado los principales partidos de la oposición y agrupaciones sindicales.
El presidente Omar el Bashir, quien ejerce el poder gracias a un golpe de estado desde hace casi tres décadas, cuenta con el apoyo de los países de la región como su vecino Egipto, además de hacer coincidir en su respaldo a dos reinos árabes enfrentados, Arabia Saudí y Catar. China, que ha invertido en el país, también apoya al presidente.
La situación incluso ha llegado a Sudán del Sur, donde el periódico en lengua árabe Al Watan ha sido advertido por las autoridades para que no publiquen nada relacionado con las protestas en el país vecino.
Estados Unidos, Canadá, Noruega y la Unión Europea no apoyan a Bashir -acusado por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio en Darfur-. La UE ha denunciado que las fuerzas de seguridad utilizaron munición real contra los manifestantes.
Represión a la prensa
Entre los detenidos se encuentran veintiocho periodistas como el director de información del periódico Al Yarida, Ashraf Abdelaziz, y el gerente, Auad Mohamed Auad, así como el periodista, Bihram Abdelmonem.
Decenas de informadores se habían congregado frente a la Oficina de Información de los Servicios Nacionales de Inteligencia y Seguridad (NISS, siglas en inglés), ubicada en el centro de Jartum, para mostrar su rechazo a las incautaciones repetidas –más de quince desde el inicio de las protestas- del diario Al Yarida y a la censura de la prensa en general.
En las últimas semanas se ha informado de la detención arbitraria, encarcelamiento y desaparición de opositores. Se puede citar a escritores, reporteros y periodistas como Faisal Mohamed Saleh, Ghurashi Awad, Kamal Karrar y Ahmed Ar- Rohied.
El periodista Mohamed Abdel Majed fue detenido y el periodista, fotógrafo y cineasta Al Tayeb Siddig recibió el disparo de una bala de goma. También fue herido en la cabeza Yassir Abdallah del periódico Al-Sudani. El poeta Mohamed Taha El-Gaddal fue encarcelado y golpeado al igual que Jafar Khidir quien se manifestaba en silla de ruedas cuando fue detenido en Gadarif y ha iniciado una huelga de hambre.
Reporteros sin Fronteras (RSF) ha registrado más de noventa violaciones a la libertad de prensa, incluyendo 62 detenciones y 21 casos de secuestro de periódicos desde el inicio de las protestas.
Mientras tanto, un poema popular se está propagando: “Decenas de personas son sacrificados públicamente en mi país; Entonces ¿por qué el mundo hace la vista gorda? ¿Es mi muerte diferente a la suya? ¿Por qué? ¿Por qué no atrae la mención diaria? ¿O no es lo suficientemente sangriento para llamar la atención?”
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