por Víctor Arrogante
En la historia de España, Toledo es una referencia milenaria. En esta ciudad imperial de Carlos I de España y V de Alemania convivieron las tres culturas. Pero no es ésta la historia a la que hoy quiero referirme. Tampoco al asedio al que fue sometido su Alcázar durante la guerra civil, provocada por el golpe de Estado fascista; aunque algo tuvo que ver con los sucesos de aquel 28 de septiembre de 1936.
Cada año, vengo rindiendo homenaje a este luctuoso y trágico acontecimiento, No he tenido confirmación documental, hasta que me la facilitó la organización Víctimas de la dictadura de Castilla-La Mancha: Antonia Arrogante Carretero (de profesión sus labores) era natural de Cebolla y murió por asesinato el día 28/9/36. Lugar de muerte: Toledo – TO-227o. Ocurrió al día siguiente en el que Franco «liberó» a los sublevados encerrados en el Alcázar, ciegos de odio y de venganza.
Antonia Arrogante Carretero, está enterrada en una fosa común en el cementerio de Toledo, mientras el golpista Moscardó, junto con el no menos Milans del Bosch, continúan en el Alcázar. Hace unos días el PSOE y el Partido Popular se unieron en el Parlamento castellano-manchego para votar en contra de calificar la proposición no de ley planteada desde Podemos instando a la exhumación de los golpistas, impidiendo así su tramitación parlamentaria. El PSOE, continúa con sus contradicciones, en este caso con la política del Gobierno de Pedro Sánchez. «No entendemos ni comprendemos cómo el PSOE vuelve a pactar con el PP para no dar cumplimiento a la ley de Memoria Histórica en la región», señalaba María Díaz, que calificaba el asunto como «una cuestión de humanidad, de cumplimiento de la ley y de derechos humanos».
Toledo, la Ciudad Imperial, sede principal de la Corte de Carlos I. Toledo, la Ciudad de las Tres Culturas y de la tolerancia, por haber sabido convivir en armonía y durante varios siglos, cristianos, judíos y musulmanes; en 1936 se rompió la convivencia. Su historia se remonta a la Edad del Bronce. Tras las invasiones germánicas, Toledo se convierte con Leovigildo en capital y, posteriormente, en principal sede eclesiástica del Reino visigodo. En el año 711, Toledo fue conquistada por Táriq ibn Ziyad y dominada por los musulmanes hasta que Alfonso VI reconquistó la ciudad en 1085. Durante la Edad Moderna la ciudad destacó como sede de los Reyes Católicos. Al trasladarse la corte a Madrid en 1561 la ciudad entró en decadencia. En 1983 se convirtió en capital de Castilla-La Mancha. Pero estamos en 1936.
Nos cuenta Julio Martín Alarcón en Sin novedad en el Alcázar de Toledo, que «A las 5.30 rompen el fuego las piezas de 15.5 emplazadas en Pinedo, y entre las 30 detonaciones que disparan se oye una de mayor intensidad que llena de polvo y humo muy negro todas las dependencias del Alcázar». El 27 de septiembre de 1936 es la última entrada del diario del asedio del coronel José Moscardó, que dirige a los sitiados en el Alcázar, para entonces, un amasijo de hierro y ruinas. (El Mundo 27 de septiembre 2016). Parece ser que la detonación es la cuarta mina para volar lo poco que queda de la fortaleza, convertida en un símbolo tanto para Franco como para el presidente del gobierno Largo Caballero, sabiendo que el enclave no tenía valor militar alguno.
El asedio del Alcázar de Toledo fue una batalla altamente simbólica que ocurrió en los comienzos de la Guerra Civil. Se enfrentaron fuerzas compuestas por milicianos del Frente Popular y de Guardias de Asalto, contra las fuerzas sublevadas de la guarnición. Las fuerzas republicanas empezaron el asedio el 21 de julio de 1936 y lo levantaron el 27 de septiembre, con la llegada del Ejército de África al mando del general Varela, que había hecho un alto en el camino hacia Madrid. Franco entró en la ciudad al día siguiente, y empezó la represión.
«Franco convirtió la liberación de Toledo en un valioso golpe de efecto internacional, llegando a recrearlo, recorriendo los escombros, para las cámaras de los noticiarios que se proyectaron en salas de cine de todo el mundo». Toledo, decían, es un lugar de enorme importancia simbólica y patriótica desde la Reconquista. (Helen Graham, Breve historia de la guerra civil). Luis Quintanilla Isasi afirma «Que no hubo tal heroísmo de los sitiados y solo la espera que les sacase de su autoencierro, el absurdo de la amenaza telefónica sin relación con la muerte del hijo del héroe y los rehenes, motivos estos de haber divulgado al mundo la leyenda del Alcázar». El 1 de octubre habiendo triunfado en Toledo, Franco asumiría el mando supremo. Exigió la Jefatura del Estado, la del Gobierno y el mando absoluto sobre todo el Ejército. (Franco y el Tercer Reich, de Luis Suárez). Ya no era rebelde, sino Jefe del Ejército Nacional.
Como he dicho, he tenido la oportunidad de publicar, desde hace unos años, la historia que conozco sobre la represión en Toledo y el fusilamiento de mis abuelos. No me resisto este año de volver a recordarlo. No conozco las razones que arguyeron los asesinos para matarlos, si es que puede haber razones para matar. No se celebró juicio, por lo que no existió sentencia de muerte, les dieron el paseo criminal.
No tengo noticias de que mis abuelos fueran unos peligrosos rojos, ni siquiera si eran de izquierdas o republicanos. Mi padre, que sería quien hubiera podido contarme la historia, murió cuando yo tenía siete años y mi madre, ya fallecida, en raras ocasiones habló del tema. Sí parece que mi abuela Antonia Arrogante tenía un carácter fuerte y poco dado a componendas. Mujer de mediana estatura, fuerte, guapetona, con moño bajo, saya larga y pañoleta negra sobre los hombros.
Vivían en Toledo, en el Callejón de los Niños Hermosos, callejón sin salida de la judería toledana, del que les sacaron para nunca volver. Oigo las botas contra el empedrado, los gritos y empujones, los culatazos de los fusiles sobre su espalda. Veo la cara perpleja y asustada de mi abuela Antonia, embarazada, y las caras descompuestas por el odio de los sacadores. Oigo el sonido seco de las descargas de los fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia junto a un paredón a la vera del Tajo.
Transcurridos ochenta y dos años, la historia sigue siendo muy emotiva para mí. Siento dolor y desprecio hacia quienes cometieron el crimen y por quienes lo ordenaron. Siento desprecio por aquellos que hoy, todavía, justifican el asesinato de las decenas de miles de hombres y mujeres que murieron y sufrieron persecución victimas de la barbarie y que hoy, todavía, siguen sin reconocer el genocidio franquista. Reivindico mi memoria histórica. Ni olvido ni perdono.
Víctor Arrogante En Twitter @caval100
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