“A finales de marzo de este año saltaba la alarma ante la misteriosa desaparición de abejas que habían dejado el 25% de los enjambres en 24 estados de EE.UU. A la noticia se han sumado las numerosas denuncias a las autoridades de países europeos como Polonia, Grecia, Italia, España, Portugal y Reino Unido por parte de los apicultores anunciando el mismo problema. ¿Qué está pasando con las abejas?…”
Una vez atravesado “El Quema” las ambulancias y la Guardia Civil quedaron perplejas al encontrar las carretas intactas, las hogueras encendidas, ninguna huella. Los helicópteros buscaban infructuosamente y aún los telediarios no tenían autorizado decir nada. No vaya ser cundiera una alarma social y se le dé a los ciudadanos por asaltar ciudades, asegurando el fin del mundo.
¿Qué podía haber pasado? “Aún está por confirmar la Hermandad desaparecida”. Serían trescientas personas sin paradero conocido. Gente ataviada con sus trajes, llenas de risas y chanzas propias del peregrinaje Rociero. Fieles con una serie de promesas por saldar ante la Blanca Paloma.
Juan tuvo esa sensación dejada por las ensaladillas en mal estado, miró a Rocío, su mujer, y le aseguró que Lola nunca había sabido cocinar y mucho menos congelar las cosas para que no se descompusieran. Claro ¿Rocío qué iba a decir de su hermana?, la pobre, divorciada a los 32 años, sin hijos con un sueldo de maestra manteniendo al sinvergüenza ese que había demostrado maltrato mental. Al final el pueblo se quedó calladito, sabían que en esa casa quien pegaba era ella y todo cerdo o cerda tiene su San Martín. Juan fue el primero en reconocer que después de aquel gran ruido tras atravesar el vado del río, algo había cambiado. Él se sentía medio vivo y medio muerto. Él fue el primero en darse cuenta que le habían robado su sombra.
Carmelita de repente encontró a Encarna y se puso a contar en regresiva el número de cervezas y finos ingeridos. “Que piripi estoy, veo gente que hace años no veía”, se dijo para sus adentros. “Niña que bien estas, anda que para ser tres años, nadie sospecharía que estas muerta. ¿Qué coño ha pasado? ¿Te sigues haciendo las mechas? ¿Supiste al fin con quien te engañaba el Antonio?”
Recuerdo a Pepa siempre trabajando callada, siempre haciendo manualidades, siempre guapa y lo rara que resultó su muerte. Anda que morirse en Semana Santa dejando a todos callados e interrogados, cuando por salud mental, su madre decidió quemar la carta de su suicidio. ¿La Pepa se iría virgen a los cielos? Qué raro, hace tres horas que en vez de caminar, voy flotando ¿Será la tensión? Qué extraño miran, ¡ultimo Rocío que vengo de invitada a esta Hermandad! Nadie me habla y pasan de mí. ¿Me habré muerto? ¿Por eso habré saludado a La Pepa sabiéndola difunta?
Miguel no supo que decir cuando al mojarse los pies y en medio de esa lúgubre ventolera apareció su mujer. “Niño, ¿sigues teniendo ese insoportable olor de pies? Ja Ja Ja, sus risas ahogaron su asombro y Miguel Ángel la abrazó como nunca lo había hecho en vida. Los dos supieron todas las palabras que faltaron antes que ella quedase en la mesa de operaciones, ahora todas esas palabras pronunciadas con ese silencio cortísimo se habían soltado cual palomas. Los dos entre el gentío confundido solo alcanzaron a decir si el gato seguía meándose en los arriates. Miguel Ángel y Lupe tuvieron la seguridad del milagro. Estaban otra vez juntos, no sabiendo en qué mundo, pero juntos.
Juan María cuando regresó al caballo se encontró con Mateo, su Mateo. Mirándose embobados, un olor a pino y a marismas los hizo quedarse quietos y acercarse como en los culebrones y besarse tanto, tanto, que ninguna felicidad del mundo hubiera tenido mejor talla que esta estrenada por esos dos amantes secretos, eternos. Mateo se había muerto pensando que 40 años de compadres, de amigos y de burdeles nunca habían confundido su manera de ser hombres amadores de otros hombres (gay como se dice ahora) ninguna de sus mujeres podría haber sospechado que a ellos los unían unos sueños sucios, pero propios. Sus hijos bautizados fueron los hijos que nunca hubieran podido tener sin la ayuda de sus parientas….
Pepe reconoció que Amalia nunca supo, ni aprendió a quererlo. Su abnegación hacia sus hijos todos estos años de viudo, fue su escudo protector. Nadie sospechó una estricnina tan efectiva, sus amigos coincidieron en asegurar que cualquiera parto, luego de los 42 años, era sumamente peligroso.
“So puta, ¿Cómo hubiéramos hecho, tu trayendo al mundo a un niño chino? Tanto ir y venir de asistenta social te tomaste en serio, hasta el puto fondo, tu personaje de señora caritativa. Preñándote del piltrafilla ese del chino que trabajaba en Coria, en la fábrica de arroz, como todo chino. ¿Qué me vienes a reclamar? Te libré de la vergüenza de aclarar ante las vecinas, cuando tu niño anduviera pidiendo rollitos de primavera. Ahora hablándolo ¿Me perdonas? Te he extrañado como una fiera, estos años se me han hecho siglos. No he tocado a ninguna mujer, ni siquiera en el puticlub de Espartinas. Algunos creen en mi soledad como el hueco de tu amor. La verdad es que siempre te he querido. Mi rabia nunca te venció. Mi soledad, mi vergüenza, me han comido noches infinitas temiendo que nuestros hijos descubrieran en su casa a un padre asesino…”
¡Extraño caso de desaparición masiva en el Rocío! Las autoridades creen en un secuestro colectivo. Otros creen en una fuga masiva, el 90 % de los desaparecidos habían pedido préstamos a las Cajas y a los bancos para llegar a la peregrinación anual.
Unos dicen que la Virgen este año ha llorado sangre, los más malvados aseguran que sus lágrimas son de risa. La han vendado de la mandíbula para abajo, porque no deja de reír desde hace tres días.
En las arenas hay escrita la palabra “milagro” trescientas veces repetidas…
Richard Villalón©®
Del Libro: Cantando en papel (Ediciones en Huida)
www.richardvillalon.com
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