Reubicar hijos «defectuosos»

Myka Stauffer y su esposo James, anunciando la "reubicación" de su hijo autista.Myka Stauffer / YOUTUBE
por Diego Gafo

 

Si les hablo de Myka Stauffer, seguramente, la mayoría de ustedes asegurará no conocerla. No se alarme. Es normal. Hasta esta semana yo tampoco sabía de su existencia. Según he podido averiguar, se trata de una yutubera con más de 700 000 seguidores, casada y con cuatro hijos. Hace tres años adoptaron otro niño en China. Una vez en casa se percataron de que el niño padece autismo y, por tanto, precisaba una atención más especializada de las que no eran conscientes, puesto que les engañaron. Esta semana en un nuevo vídeo, la pareja ha anunciado que han decidido reubicar al niño con otra familia, ya que no son capaces de cuidarlo. Atentos al eufemismo. En lugar de explicar que no lo quieren en casa por sus problemas y que lo echan, utilizan el neolenguaje para no herir susceptibilidades. Lo reubican. Por favor, no se escandalice. La afligida mami ha asegurado que han intentado ayudarlo todo lo posible, pero muchos profesionales han opinado que necesitaba más atención médica; y hoy, junto a su nueva madre, con más capacitación profesional, el niño vuelve a ser feliz. Incluso ha llegado a afirmar que se siente un fracaso como madre al 500%. ¡Al 500%! Pobre. ¡Qué drama!

Pues asunto resuelto. Si mi hijo no es como esperaba, se devuelve y a otra cosa, mariposa. ¿Por qué tengo que hacerme cargo de un niño con algún problema? Si el hijo es biológico, parece que no queda más remedio. La sociedad no me lo permitiría. Pero tratándose de un niño adoptado, es completamente lícito cambiarlo, reubicarlo o como quiera usted decir. No cumplía mis expectativas. Quiero —mejor aún, exijo, que para eso pago— un hijo sano, y a ser posible, obediente, inteligente, y si encima es guapo, rubio con los ojos azules… llegamos al culmen de la felicidad. Son nuestros hijos a la carta.

Hemos alcanzado un punto de egoísmo tal que incluso devolvemos a los hijos defectuosos. No podemos tolerar que nuestras vidas perfectas se vean interrumpidas por un acontecimiento inesperado e indeseado. Si durante el embarazo se descubre que el bebé tiene Síndrome de Down, o cualesquiera otros problemas, se aborta. No podemos tolerarlo. Y si ya es tarde, pues se reubica. Fácil y efectivo. Los hijos son productos comprados en Amazon. Si no estoy satisfecho, lo devuelvo. Es el consumismo llevado a su máxima expresión. Quizá también tenga que ver con la exigencia de todos nuestros derechos. Tenemos derecho a ser padres. Por tanto, es lícito hacer lo que nos plazca para alcanzar estas metas. Desde comprar vientres de alquiler, a reubicar hijos, o lo que sea menester. Y, por supuesto, tenemos derecho a ser felices. Y si no lo somos, al menos, debemos fingir que lo somos. Por eso llenamos nuestras redes sociales de acontecimientos alegres, de risas, de viajes, de amigos… Necesitamos gritar al mundo que somos felices, aunque por dentro estemos rotos. Y nuestros hijos tienen que ser una prolongación de nuestra felicidad. Queremos, en el fondo, seguir jugando a ser dioses.

Piensen.
Sean buenos.


Diego Gafo, colaborador de La Mar de Onuba es Trabajador Social y su particular visión, crítica y aderezada con humor, suma miles de seguidores de 2011 en el blog Las Cosas de DIEGVS
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