Personas con discapacidad contra la asistencia sexual

por Víctor Villar Epifanio

 

 

En Francia, el presidente Macron está valorando regular la “asistencia sexual” para personas con discapacidad como servicio público. Este hecho ha avivado en las últimas semanas al discurso del lobby proxeneta en España. Con una facilidad pasmosa, la “asistencia sexual” se ha abierto camino en programas televisivos de máxima audiencia y en varios medios de prensa. En todos los casos el tratamiento del tema ha sido parcial: solo se ha dado la palabra a quienes defienden la prostitución y se ha producido la imagen errónea de que todo el movimiento de personas con discapacidad es favorable a la regulación de la misma.

Nosotras somos la Unidad Progresista de Apoyo a la Discapacidad y la Dependencia, una asociación integrada por personas con discapacidad. Somos feministas y consideramos que la prostitución es una institución patriarcal. Nos oponemos al intento de blanquearla instrumentalizando a nuestro colectivo.

No creemos en la inocencia de este súbito interés social por nuestras “necesidades”. En nuestro país las personas con discapacidad encontramos obstáculos para acceder a la educación y a la sanidad, chocamos con barreras arquitectónicas constantemente, nuestras pensiones son irrisorias y nuestro derecho a los cuidados no está garantizado, sufrimos ataques, fobia y discriminación, las mujeres con discapacidad sufrimos violencia de género y agresiones sexuales en mayor proporción que el resto de las mujeres. Si se consultan las estadísticas del Ine, podrán apreciarse las dificultades para acceder a un empleo, la brecha salarial y el techo de cristal de nuestro colectivo. Cualquier circunstancia penosa en la que pueda caerse a causa de la marginación social, afecta especialmente a las personas con discapacidad: por ejemplo, la prostitución.

Cada día, nos enfrentamos a duras condiciones de vida mientras los medios de comunicación miran para otro lado: nuestro colectivo no resulta atractivo como producto comercial, tal vez porque nadie quiere verse reflejado en el espejo deformante de la discapacidad. Y aunque hablar de sexo parece ser lo que vende, nadie nos hace caso cuando hablamos del abuso sexual por parte de padres y cuidadores, cuando hablamos de tocamientos indeseados y violaciones. Ahora todo el mundo parece haber reparado de golpe en que las personas con discapacidad no somos ángeles asexuados. Pero los depredadores sexuales ya lo sabían. Ellos siempre han sabido que nosotras tenemos menos credibilidad, que la gente piensa que somos incoherentes y nos inventamos las cosas. Siempre han sabido que si no tenemos recursos económicos estamos a su merced. Si necesitamos su ayuda hasta para levantarnos: ¿cómo vamos a protestar? Las mujeres con discapacidad callan y consienten. Esa es la visión que muchos hombres tienen de nuestra sexualidad.

Por eso nos resulta extraño este debate que ahora se introduce con tanta urgencia. Dicen que nosotros/as también tenemos deseo sexual (¡vaya descubrimiento!, ¿de verdad pensaban que éramos muebles?) y que debe legalizarse para nosotros una forma especial de prostitución, ¿cómo vamos a tener sexo si nadie nos paga “una puta”?, ¿quién querrá besarnos?, ¿quién acariciará nuestros cuerpos? (parece que damos mucho asco y mucha pena).

A juzgar por el espacio que ocupa el tema en los medios, nuestra principal necesidad es la prostitución caritativa. Y además nos la ofrecen con un lenguaje nuevo: lo llaman “asistencia sexual”.  Nos dicen que no es prostitución normal, que es algo más cariñoso, moderno y experimental. Las asistentes no lo harán por necesidad sino por solidaridad con nuestra causa (aunque no nos preocupemos, que nos garantizan que cumplirán unos estándares de juventud y belleza; y podremos incluso elegir a las chicas en un “book”).

Para eliminar nuestras reservas éticas mezclan unas cosas que nadie cuestionaría con otras muy cuestionables: el asesoramiento sexual para jóvenes desinformados/as, la ayuda manual para que se masturbe quien no pueda mover sus manos (¿de verdad en pleno siglo XXI no existe ningún artefacto que pueda suplir esa limitación?), un tercero que se ofrece a ayudar a una pareja desorientada a mantener relaciones (la participación del tercero en el acto puede ser opcional)…o si ya nos animamos del todo: una chica mona que te la chupe y te haga todo lo que quieras. Puedes encontrar estos servicios en una agencia muy “hipster” de una gran ciudad española, pero también puedes encontrarlos en el burdel local, donde los hombres con discapacidad han acudido desde tiempos inmemoriales.

Dicen que la “asistencia sexual” también está a disposición de las mujeres con discapacidad más intrépidas (y dadas nuestras experiencias con “pervertidos varios”, hay que ser intrépida para adentrarse en un mundillo tan siniestro). Sin embargo, el ejemplo que siempre ponen es el de un adolescente con discapacidad intelectual que “no se puede aguantar” y se dedica a mirar y abusar “inocentemente” de hermanas, primas y profesoras. Su madre está tan preocupada que se plantea aliviar a su hijo. Para evitar esta peliaguda situación, una caritativa asistente sexual entrará en escena y el hijo podrá controlar su pulsión irrefrenable (pese al deseo de los adalides de la “asistencia sexual” de que veamos el asunto como neutral al género, el ejemplo no sería persuasivo si sustituimos los personajes por una joven con discapacidad intelectual y un padre preocupado que se plantea “aliviar” a su hija).

Según la ideología machista tradicional, los hombres tienen una parte animal, una necesidad sexual incontrolable. Si la sociedad no permite que la satisfagan podrían violar a alguna mujer “honesta”, de modo que se opta por sacrificar a una clase de mujeres extranjeras o pobres que, a cambio de unos billetes, contribuirán al mantenimiento de la paz social (la prostitución es el mal menor). Aunque la sociedad contemporánea rechace este argumento por sexista, sigue siendo válido para los hombres con discapacidad, que somos percibidos como más cercanos a la animalidad (al parecer, nosotros somos totalmente incapaces de controlarnos). Aunque prohibiésemos la prostitución para todos los demás hombres, se considera que aquellos que tenemos discapacidad la necesitamos (imperiosamente) y que, si no se nos permite “ir de putas” o incluso si no nos lo financia el estado ¡se nos está discriminando!

Se defiende que la prostitución permite que seamos “hombres completos”: ¿cómo va un hombre a ser hombre si no puede acostarse con una o incluso con varias mujeres? Los hombres de la UPADD rechazamos estos argumentos y nos negamos a ser puteros. No necesitamos validar ninguna “masculinidad” prostituyendo mujeres. No tenemos el “complejo del medio-hombre” que caracteriza a algunos congéneres con discapacidad, que se muestran ansiosos por encajar en “la manada”.

Desde la UPADD denunciamos que la “asistencia sexual” es el último intento del lobby proxeneta de distinguir entre una prostitución mala (la trata) y una buena (formas de “trabajo sexual libre” como la “asistencia sexual”). Con la asistencia sexual logran permutar los  cuestionables deseos de los puteros por necesidades (dicen que este “servicio” es necesario ¡para nuestra salud!). Se nos utiliza como exclusa para la financiación pública de un servicio prestado por asociaciones privadas.

Aunque nos digan que nadie nos amará jamás y que solo podremos comprar caricias con dinero, los/as socios de la UPADD damos fe de que las personas con discapacidad podemos amar y ser amadas, podemos tener relaciones sexo-afectivas plenamente satisfactorias y basadas en la reciprocidad. Pero vamos más allá: damos fe de que, incluso si no se entabla una relación amorosa/sexual (y esta afirmación es extensible a las personas sin discapacidad) se puede llevar a cabo una vida plenamente feliz. La realización puede lograrse de muchas formas, y no todas pasan por el amor, ni por el sexo. Se puede lograr la felicidad leyendo, escribiendo, viajando, disfrutando de la amistad, de la familia, de las mascotas, de la música, de la naturaleza.

Desde la UPADD rechazamos la condescendencia, el paternalismo y el capacitismo que destilan los argumentos favorables a la asistencia sexual.


Víctor Villar Epifanio es presidente de la UPADD (Unidad Progresista de Apoyo a la Discapacidad y la Dependencia).
@VICTORVILLAREPI

1 Comentario

  1. Buenos días,

    La verdad es que me he quedado alucinada con este artículo, considero que la Asistencia Sexual debe ser un derecho al que quien quiera pueda solicitarlo, no se trata de solidaridad ni de compasión, por supuesto que habrá quién quiera aprovecharse y quién opina que es promover la prostitución.
    Hay personas que no tienen ningún conocimiento de cómo masturbarse, otrxs que no pueden permitirse instrumentos y que no tengan ni adaptaciones para su situación, tal y como mencionas «que pueden cumplir con esa función». No se trata de sexo sin más, se trata de tu propio sexo y que tienen el mismo derecho que una persona sin discapacidad a disfrutar consigo mismos y con otra persona si lo desean.

    Seré yo una idealista pero aunque no haya sido de la mejor manera, desnudar el mito que los discapacitadxs no tienen esta necesidad sería opresión. Por supuesto hay otras cosas mucho más importantes que mejorar y enseñar al mundo sobre la discapacidad y esto es algo secundario, pero no deja de ser menos importante.
    Forma parte de cada persona, los discapacitdxs son ante todo personas y deben tener los mismos derechos y necesidades cubiertas que el resto.

    Un derecho no es una imposición, como por ejemplo tienes derecho a votar y si no quieres hacerlo, estás en tu derecho. Comentas que hay «imposición» en esto, si la educación sexual y pasar por alto todas las necesidades y aspiraciones que pueden tener una persona cognitivamente capaz pero con una lesión medular que anteriormente no tenía, ¿me vas a decir que no querría aprender técnicas de autosatisfacción? Esto no es un método de conseguir la felicidad si no cubrir una necesidad.

    Además que será un servicio al que podrá acudir personas que tienen esa limitación, una persona discapacitada con hipoacusia o ciegx no necesita este servicio. Es de sentido común.

    Un saludo.

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