‘Patria’: pros y contras de la serie más esperada del año

Escena de la serie Patria / HBO España

«Lo primero que se agradece de Patria es su factura. Se nota el dinero invertido, la realización de Félix Viscarret en el arranque es eficaz y la ambientación acertada»

«Al ver la serie no te aburres, pero te deja la misma sensación que te dejaba la novela, una sensación de superficialidad»

«Patria describe con corrección a las víctimas del terrorismo, pero se pierde completamente al describir al bando abertzale»

por Iván Reguera

el cine se ha acercado a ETA de forma temerosa y timorata, la mayoría de las veces fallida. Este 2020 ha sido el año en el que las televisiones han apostado por ETA. Lo ha hecho Movistar + con la serie La línea invisible, de Mariano Barroso (al que entrevistamos en cuartopoder), Amazon Prime Video con la serie documental El desafío:ETA y HBO con Patria, la serie de producción española más esperada del año.

Cuando HBO recaló en España se marcó como compromiso seguir la política de la cadena que ha dado a la televisión joyas como Los Soprano o A dos metros bajo tierra, arte mayúsculo con brillantes guionistas como David Chase, Alan Ball o David Simon. Pero en España la cadena tiró por lo cómodo: apostó por una mediocre novela de Fernando Aramburu, convertida en un bombazo de ventas para sorpresa de sus editores, y por Aitor Gabilondo, creador de series tan deficientes como El síndrome de Ulises, Cazadores de hombres, El príncipe o Vivir sin permiso.

El resultado lo acaban de ver los abonados a HBO y suponemos que la serie tendrá su seguimiento debido a dos factores: el dinero que se ha gastado HBO en su campaña de marketing y el éxito editorial de la novela, con ventas que no se conocían en el mercado en años, ganadora de los premios nacionales de Narrativa y de la Crítica y adaptada al cómic y hasta a obra de teatro. Solo nos falta por ver Patria, el videojuego.

La serie, cuyo estreno estaba pensado para el pasado 17 de mayo pero el coronavirus obligó a retrasarlo, empezó con disgusto para Aramburu. A finales de agosto, HBO publicaba en las redes sociales un estupendo cartel en el que aparece la protagonista (Bittori, Elena Irureta) en mitad de la calle con su marido, asesinado por ETA, en sus brazos. Junto a esa imagen se podía ver a un joven desnudo siendo torturado en una sala de interrogatorios de la Guardia Civil. Al principio Aramburu aplaudió el cartel y lo mostró en su cuenta de Twitter, pero al ver la cantidad de críticas que se publicaban en las redes sociales, cambió ágilmente de opinión y escribió: “El primer cartel promocional de la serie de televisión Patria me parece un desacierto”.

Patria
Cartel difundido en las redes sociales. / HBO España

Según la agencia EFE, la Fundación de Víctimas del Terrorismo envió una carta a HBO subrayando que “no todo vale a la hora de promocionar un producto audiovisual”. Por su parte, y ante la absurda polémica, la cadena respondió (a Europa Press): “La imagen de promoción de Patria pretende reflejar cómo la violencia y el sufrimiento afecta a toda una sociedad”.

Patria, como la novela saludada por políticos como Mariano Rajoy o Rosa Díez, abarca 30 años del conflicto vasco y se centra en su brutal impacto sobre la gente común. Más concretamente en la viuda de un empresario asesinado por ETA que vuelve a su pueblo tras el alto el fuego, al mismo pueblo que le dio la espalda, igual que su vieja amiga Miren, madre de un etarra encarcelado.

Los Pros:

Lo primero que se agradece de Patria es su factura. Se nota el dinero invertido en ella, la realización de Félix Viscarret en el arranque de la serie es eficaz y la ambientación acertada, con un buen trabajo de Angela Nahum en los decorados, de Clara Bilbao en el vestuario y del equipo de once personas que trabajaron en el logrado maquillaje de la serie.

Su secuencia inicial, cerrada con elegancia en los últimos minutos, es brillante. El asesinato a tiros de Txato (José Ramón Soroiz) se escucha en off. El uso del sonido en esta lúgubre secuencia es lúcido, en ningún momento vemos el tiro en la nuca, solo cómo suena, como unos truenos en un día de lluvia, todo un acierto audiovisual para empezar la serie. El sonido, por cierto, también es usado de forma acertada a modo de flashback, saltando en el tiempo (al pasado desde el presente) pero solo con el sonido.

En Patria vemos, de forma también certera, cómo ETA amenaza la paz de una familia corriente, la familia de un pequeño empresario al que se le extorsiona de forma criminal y finalmente asesina. La lectura de la carta amenazadora de los terroristas montada junto a una amena comida familiar define bien el terror oculto y reprimido de tantas víctimas en Euskadi.

Y el mayor acierto de PatriaElena Irureta, una actriz enorme que los espectadores vascos conocemos desde Bi eta bat y recordamos por películas como La ardilla roja, La madre muerta, Airbag, Flores de otro mundo o Te doy mis ojos. Nada menos que 35 años de una carrera que entra en un dignísimo crepúsculo con su Bittori, un personaje frágil por la vejez pero tremendamente endurecido por la experiencia y que saca fuerzas de donde puede, aun estando enferma.

Los contras:

La narración con constantes saltos en tiempo hace que el espectador se desconcentre, se aleje de la vida y el drama de los personajes, no empatice, se evada de la carga emocional de la serie. Y esa carga emocional aquí es enorme y saltar en el tiempo de forma tan reiterativa hace que no te involucres en la serie, un error para una ficción que aspira a ser genuina, cosa que Patria no es. Al ver la serie no te aburres, pero te deja la misma sensación que te dejaba la novela, una sensación de superficialidad, de futilidad narrativa, de carecer de la aptitud creativa y emocional suficiente.

Hay, además, recursos copiados de la novela que no funcionan en imágenes. En cine o la televisión se deben crear buenos personajes mediante imágenes o diálogos, peor el guión de Patria tiene errores de aficionado, como Bittori y Miren hablando solas (para explicar lo que les pasa por la cabeza). Generalmente, cuando un personaje verbaliza lo que siente y piensa es que algo se está haciendo mal.

También resulta muy falso el precipitado y agresivo polvo de la hija de Txato con su amante cuando acaba de conocer nada menos que el asesinato de su padre. Se supone que así expulsa el personaje a la muerte (Eros frente a Tánatos), pero no hay quien se lo crea y es hasta de mal gusto.

Igual que en la novela, en la serie el dramón llega a ser tal que roza la caricatura. En Patria no solo hay terrorismo, asesinatos, kale borroka, torturas, extorsiones, amenazas y una parroquia cómplice del terror, también hay un cáncer y hasta un ictus. Casi nada. Y ni hablemos, por supuesto, del humor, aquí inexistente. La serie se toma tan en serio todo el rato que no respira, es un melodrama enorme e insoportable durante todos los largos minutos que dura cada episodio. Y sí, el conflicto vasco fue terrible, pero, nos guste o no, la gente tenía vidas corrientes. Y a veces reía, frivolizaba, vivía. Es un fallo tremendo haber escrito algo tan intenso como viciado porque, en el fondo, no deja de ser falso.

Y por último: Patria describe con corrección a las víctimas del terrorismo, pero se pierde completamente al describir al bando abertzale. Ni Aramburu ni Gabilondo saben describirlo y darle entereza dramática. Ni en los diálogos (los de la herriko taberna y la carnicería son bochornosos), ni en la forma de moverse, pensar, actuar. En eso la serie falla de forma estrepitosa, igual que lo hacía la novela.

Y es que si HBO compra un material literario flojo e indolente, acaba estrenando un material televisivo flojo e indolente. Por eso Patria no va a ser, como se ha vendido, la gran serie sobre el conflicto vasco.


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