Las costas españolas sufren el impacto del cambio climático, la contaminación, la turistificación masiva, la proliferación de infraestructuras inadecuadas…
Todas las comunidades autónomas del litoral encaran retrocesos en sus playas entre 2030 y 2050.
Las soluciones pasan por reducir emisiones y adaptar la costa para aprovechar su función protectora.
Miércoles, 24 de julio de 2024. La emergencia climática, te la creas o no, está impactando ya mucho en nuestras vidas y en nuestro entorno. En estos días en los que se piensa mucho en las vacaciones, tenemos que hablar de lo que está pasando en nuestras playas y costas.
Por un lado, sabemos que es difícil encontrar un pedacito de costa que no sufra un exceso de urbanización, contaminación, barreras artificiales (como diques, espigones, paseos marítimos o puertos deportivos) o donde se despilfarren recursos naturales como el agua. Y resulta que todas estas cosas provocan desequilibrios ambientales y se traducen en el retroceso y la pérdida de las playas, y con ellas, su función de barrera protectora, lo que supone un riesgo para millones de personas en el litoral. En algunos puntos, como en la costa de la Comunidad Valenciana, más del 60% de sus arenales ya ha visto disminuir su extensión. Uno de los puntos más críticos para la supervivencia de la costa está en el Delta del Ebro (Tarragona) que está siendo devorado literalmente por el cambio climático.
Aunque las playas acogen a millones de visitantes, no las cuidamos. El viejo y erróneo modelo basado en urbanizaciones turísticas, campos de golf y hoteles sigue muy presente y pone la costa en peligro. El litoral andaluz acoge el mayor número de proyectos a extinguir si queremos conservar las playas, como el hotel ilegal de El Algarrobico, donde la Justicia no consigue que el Ayuntamiento de Carboneras cumpla sus sentencias. Pero en otras partes también surgen nuevos despropósitos, como el segundo museo Guggenheim planificado en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai (Bizkaia) incumpliendo la Ley de Costas (la imprudencia es tal, que no parecen haberse dado cuenta de la zona corre riesgo de inundación por subida del nivel del mar) o el proyecto del Hard Rock en Tarragona, una guitarra eléctrica de 75 metros de altura que consumirá tanta agua como 30.000 personas. Son las causas y los efectos de la turistificación, un fenómeno que cada vez se cuela más en el tejido social y comercial de muchas ciudades como Barcelona, Palma, Sevilla o Málaga. Esta masificación turística se traduce en unos supuestos beneficios que al final no se reflejan en la sociedad que los recibe y sufre el aumento desmedido de los precios del alquiler, el deterioro del paisaje urbano, las dificultades en la movilidad y el aumento de la congestión y la precariedad laboral.
Décadas contaminando
Tampoco nos preocupamos lo suficiente por no llenar de guarrería el agua en la que nos bañamos y donde se cría el marisco y pescado que nos comemos. Grandes proyectos industriales llevan 20, 30 o 40 años contaminando la costa, como la celulosa ENCE en Pontevedra, la papelera CEASA en Navia o Solvay en Cantabria y ni las administraciones ni la justicia le ponen freno. Y lo que es peor, si cabe, es que administraciones como la Xunta de Galicia apoyan proyectos como la macrocelulosa de Altri en Palas del Rei que contaminaría aún más la ya castigada Ría de Arousa. El punto más negativo se lo lleva el Mar Menor, constantemente al borde del colapso ecológico sin que la administración quiera poner remedio a sus problemas de contaminación.
Trío letal para los océanos
Especialmente en los últimos años, estamos viendo como, a esta situación, se suma el cambio climático que está provocando que entre en acción el llamado “trío letal” para los océanos.
- El primer componente es la subida del nivel del mar. Para ver sus efectos se usa la regla de Bruun, que dice que por cada centímetro que suba el nivel del mar, la costa retrocederá un metro. Para 2030 ya se esperan pérdidas de playas en la costa de Barcelona, Vigo, A Coruña, Villagarcía, Almería, Málaga, Huelva, Cádiz, Gijón, Santander, Bilbao, Las Palmas y Tenerife. Aquí puedes ver el mapa con todas las localidades.
- El segundo elemento es el aumento de la temperatura de los mares y océanos. Desde 2022 estamos viviendo olas de calor marinas sin tregua. Tanto el Golfo de Bizkaia como las aguas baleares son las más vulnerables. Y aunque igual agradecemos que el agua no esté tan fría, hay un gran problema porque este aumento provoca la disminución del oxígeno disuelto en el agua. El calor y la disminución de oxígeno hace que todas las especies tengan que adaptarse. Pero el calentamiento está siendo tan rápido, que muchas no pueden. Es probable que el atún rojo deje de visitar el Mediterráneo cada año. A su vez, mejillones, almejas o percebes se están viendo muy afectadas por tanto estrés térmico.
El aumento de la temperatura marina también es responsable de que cada vez haya más eventos meteorológicos extremos (olas de calor, sequías, lluvias torrenciales, DANAs o incendios forestales) y sean de mayor intensidad. El cambio climático no significa sólo que haga más calor (que también lo hace) sino que el agua más caliente se evapora más y esto provoca la formación de DANAs y ciclones más potentes y peligrosos, aumentando los daños por inundaciones. Murcia, Palma, Girona y Cartagena tienen más de 15.000 viviendas cada una situadas en zonas inundables.
- El segundo elemento es el aumento de la temperatura de los mares y océanos. Desde 2022 estamos viviendo olas de calor marinas sin tregua. Tanto el Golfo de Bizkaia como las aguas baleares son las más vulnerables. Y aunque igual agradecemos que el agua no esté tan fría, hay un gran problema porque este aumento provoca la disminución del oxígeno disuelto en el agua. El calor y la disminución de oxígeno hace que todas las especies tengan que adaptarse. Pero el calentamiento está siendo tan rápido, que muchas no pueden. Es probable que el atún rojo deje de visitar el Mediterráneo cada año. A su vez, mejillones, almejas o percebes se están viendo muy afectadas por tanto estrés térmico.
- El último elemento del trío letal es la acidificación. La llegada de toneladas de plásticos, fertilizantes y otros residuos provocan el crecimiento de plantas que consumen mucho oxígeno. En aguas con poco oxígeno, los organismos marinos emiten más CO2 al agua, y la hacen más ácida. Las aguas acidificadas son más difíciles de habitar, especialmente para corales o moluscos, que tienen menor disponibilidad de carbonato cálcico para sus conchas y esqueletos.
Viejas soluciones que no sirven
Todo esto indica que, aunque durante décadas hayamos deformado la costa a nuestro antojo, esto ya no funciona más. Ya no llegamos a anticiparnos al problema, porque ya está aquí, pero las soluciones tienen que ponerse en marcha con urgencia. Todo retraso resultará en mayores costes económicos y humanos.
Hay que descartar las viejas y costosas soluciones, como las carísimas reposiciones de arena que se lleva el siguiente temporal (solo entre 2016 y 2020 se gastaron cerca de 60 millones de euros en la reposición artificial de arena en las playas) o la reconstrucción de paseos marítimos que impiden que se disipe la energía que viene del mar de forma natural y que multiplican los daños. Amplios tramos de costa catalana, especialmente en el Maresme, nos muestran que los paseos marítimos en primera línea valen para pasear, pero también para aumentar mucho los riesgos frente a los temporales e inundaciones.
Es urgente hacer frente a estos riesgos. Si conseguimos tan sólo una reducción moderada de las emisiones de gases de efecto invernadero podríamos evitar el 40% del retroceso de las playas de todo el mundo. Y con medidas de adaptación a todos los niveles (municipal, autonómico y estatal) que minimicen los daños y busquen soluciones reales y duraderas podríamos volver a presumir de nuestras playas.
Las soluciones han de ser locales, porque cada tramo de litoral tiene características propias, pero deben ser acordadas por las administraciones y participadas por la ciudadanía de forma urgente. Proteger y conservar las playas supondría un beneficio 150 veces mayor que dejar que sigan deteriorándose.
La costa nos protege de los eventos meteorológicos extremos y la subida del nivel del mar provocados por el cambio climático, pero seguimos maltratándola. La pérdida de sus características naturales tiene que revertirse para que pueda protegernos. Tenemos que empezar a cambiar el modelo ya.
Mariajo Caballero es Bióloga especializada en Zoología por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Dirección y Gestión de ONGs por ESADE. Responsable del área de Respuesta Rápida en Greenpeace España. Twitter: @mjocaballero
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