Miércoles, 30 de noviembre de 2016. La dama que vela sus ojos, avatar apasionado y apasionante de Maribel Quiñones, acaba de recibir el Premio Nacional de Músicas Actuales y, a la par, celebra sus 30 años de carrera artística. Martirio viene de llenar el Palau catalán y La Zarzuela madrileña. De entregar en cada escenario el corazón. De alimentar el alma del público con una deliciosa copa compuesta (¡cómo disfruta ella las de helados!) por lágrimas y humor y coronada por la guinda verde de la inteligencia, por la roja de la emoción. La celebración de su trayectoria es más audacia, más sorpresa. Todo su personalísimo recorrido luce jalonado de osadía, pero, cuidado, nunca por superflua pose llamativa, siempre con rigor, esfuerzo, lucidez, calidad, calidez. Y con una bandera flameante: la libertad creadora.
Su sendero es la autoexigencia, es el permanente asombro y la fusión, un camino inédito en la música española. Y qué hermoso mestizaje de músicas, una ductilidad que estremece la raíz y deviene en una trayectoria extraordinaria, tanto por lo fuera de lo común como por lo excelente. Se diría que participa del hálito pionero de su tierra, de ese afán de descubrimiento, de riesgo, que desbroza sendas y no se conforma con cruzar la meta porque lo suyo es el horizonte y éste siempre se encuentra más allá. Así, ha abierto caminos musicales que luego han transitado otros, inaugura nuevas formas que después otros siguen y reutilizan. Y hasta aprovechan y rentabilizan. Quizás sea el destino de los creadores que por encima de intereses mercantiles, de famas pasajeras y fácil popularidad, son conscientes del misterioso don con el que fueron tocados y saben que tal regalo han de cultivarlo con los valores que les haga dignos de su gracia. Ética, entrega, generosidad. Fe en la creación, búsqueda de la belleza. Constante esfuerzo de superación. Y la lucha con el ángel terrible, pero a la vez su abrazo de alas, su resucitador beso.
En estos tiempos en los que, como nunca, se confunde valor y precio (me corrijo: no se confunde, se sabe qué es cada uno, pero importa un pimiento), la trayectoria de Martirio, en lo privado (ajena a la compra-venta mediática de intimidades), en lo público (comprometida con las causas de los olvidados) y en el ámbito artístico (renovadora, transgresora), es un raro ejemplo de honestidad y valentía, ella nos regala poesía, música callada desde su soledad sonora. Y afortunadamente, creo que este año Huelva tendrá el placer catártico de escuchar a la fascinante dama que vela sus ojos y desnuda el alma.
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