Los aplausos fortalecen, las caceroladas debilitan

A veces la vida

¡ay!, solo descansa

¡ay!, sobre un palillo

¡ay! de decisiones

¡ay! ¡ay!, de emociones.

por Eduardo Madroñal

 

 

Los aplausos se realizan masiva y diariamente para expresar el apoyo a los que luchan en primera línea de fuego contra el virus. Los aplausos unen y fortalecen a todos, a los que son aplaudidos y a los que aplauden, sin distinciones, por toda España. Los aplausos son el instrumento colectivo generado por la gente en todos los rincones de la geografía española. Su objetivo es el apoyo diario al esfuerzo valiente de los profesionales de nuestro sistema de sanidad pública y a los profesionales de los demás sectores socialmente imprescindibles en este trance, pero los aplausos también expresan, y sirven para reforzar, la fortalecer de la unidad, la solidaridad y la disciplina social de todos los vecinos circundantes o lejanos. Ahora, por eso, la convocatoria ciudadana a los aplausos anuncia vida y alegría.

Las caceroladas siempre son contra alguien. Pero ahora ¿contra quién o qué? El coronavirus no tiene ni oídos ni piel. El coronavirus no oye ni siente. No le afectan las caceroladas. ¿Entonces a quién afectan? A la gente. Por eso, convocar ahora una cacerolada con cualquier otro blanco como motivo -por mucho que uno considere que su causa no solo es justa sino justísima- solo daña severamente la lucha unida contra el coronavirus. Quien elige ahora cualquier otro blanco -especialmente utilizando anónimamente las redes sociales- para convocar caceroladas solo ataca en realidad a toda la población española -que lleva luchando dura y vitalmente contra el coronavirus y va a seguir luchando- y debilita esa fortaleza ciudadana necesaria, esa respuesta colectiva de toda nuestra gente en todos los lugares. Elegir cualquier otro blanco para convocar una cacerolada es –objetivamente- apoyar al coronavirus con todas sus consecuencias mortales, que ahora también se llaman letales. Es decir, elegir cualquier otro blanco es letal. Ahora, por eso, las convocatorias de caceroladas anuncian muerte y tristeza.

En la lucha contra el coronavirus estamos enfrentando, y vamos a enfrentar, un dilema constante. O nos dedicamos a dividir víricamente o nos dedicamos a trabajar unidos contra el virus. Obviamente todos podemos tener quejas sobre la falta de soluciones a las necesidades que van surgiendo en el desarrollo de la pandemia; y quejas sobre las carencias -que se están manifestando con toda su crudeza ante la aparición de la pandemia pero que vienen de antes, de mucho antes- para luchar contra el coronavirus. Obviamente todos podemos tener sugerencias y alternativas diferentes a cómo se están resolviendo los inmensos y gravísimos problemas que está generando la pandemia del coronavirus. Pero existen multitud de canales oficiales para hacerlas llegar a las autoridades concernientes -todos menos la difusión irresponsable y alarmista por las redes sociales-; para transmitir tales necesidades y sugerencias.

Solo así se ayuda a la lucha responsable, colectiva, organizada y eficaz. Con el uso irresponsable, alarmista y obscenamente interesado de las redes sociales y en algún caso de los medios de comunicación solo se ayuda a que el coronavirus mate a más gente, a los más débiles de entre nosotros, a los seres queridos, al abuelo y a la abuela. Ahora contra la pandemia del coronavirus, solo los aplausos unen, porque ahora las caceroladas dividen.

A nuestros abuelos y abuelas

 Viéndoles siempre como un otoño sin fin

que dando frutos se prolongan

en otros frutos que anuncian

nuevos y nuevos otoños sin fin.


Eduardo Madroñal Pedraza, colaborador de La Mar de Onuba, nació el año 1951 en Madrid, el año 1951, de raíces andaluzas paternas y castellanas maternas. Fue velocista y jugador de balonmano. De una clase social, eligió otra práctica social. Fue, por el  artículo 191 del Código Civil franquista, «padre soltero» de una hija de madre desconocida. Estudió Psicología. Trabajó 7 meses como repartidor de codornices y 7 años como administrativo en Uralita. Acabó Psicología; fue profesor de inglés (6 años en colegio privado y 4 años en instituto por oposición. Con la LOGSE se cambió a orientador educativo. Anomalías se titula su tercer libro de poemas. Colabora en diversas publicaciones (De Verdad, Chispas…) en formato digital e impreso. Es militante de Unificación Comunista de España, miembro de Recortes Cero, e integrante de la Mesa Estatal por el Blindaje de las Pensiones. Profesor aprendiz, psicólogo inapropiado, orientador peregrino, demócrata distinto, patriota inusual, comunista extraño, padre inesperado, abuelo chocante, amante inhabitual, y alguna anomalía más.

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