Lo que la Red sabe de sus hijos y que podría perjudicarles en el futuro

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por Laura Cuesta Cano, Universidad Camilo José Cela.


Hasta hace algunos años, quizá una década, las preocupaciones que tenían los padres cuando sus hijos llegaban a la edad adolescente, aparte de cuestiones relacionadas con los estudios, se centraban en cosas como el primer consumo de alcohol, el coqueteo con las drogas, los riesgos ante un sexo sin protección, peleas nocturnas tras una noche de fiesta, etc.

Hoy día, sin duda, esto nos sigue sonando a todos los que somos padres y madres de adolescentes y jóvenes, pero con una salvedad, la preocupación, si cabe, es aún mayor. ¿Por qué? ¿Se emborrachan más? ¿Se drogan más? ¿Se pelean más? La respuesta es no.

El error de documentarlo todo con el smartphone

El problema es que ahora tienen la costumbre de documentarlo todo con sus móviles, tanto lo bueno como lo malo, y así, aquello que antiguamente hubiera podido quedarse en una “mala noche”, hoy les puede acompañar por el resto de sus días.

Sí, es lo que conocemos como huella digital. Y como nos confirma el estudio que realizó empantallados.com, justo eso, la sobreexposición en internet, es la máxima preocupación que las familias tienen en la actualidad, por encima del uso abusivo u otros riesgos como el ciberbullying o el grooming. Y tiene todo el sentido, ya que hacer un uso no seguro o problemático de internet o los medios sociales es lo que puede traer como consecuencia el resto de peligros asociados a las nuevas tecnologías.

Sabemos que WhatsApp, Instagram y Youtube son las aplicaciones que más utilizan los adolescentes y jóvenes. Pero también sabemos que del 98 % de los que con 15 años navega por internet solo un tercio lo hace de manera no problemática.

Supervisar el rastro personal de los hijos

Si, además, pensamos que, como nos confirman un 61 % de los padres, les compraron los dispositivos cuando tenían entre 11 y 12 años, la necesidad de supervisar y controlar a esas edades el rastro personal que puedan ir dejando por la red es muy necesario.

Pero, como dijo Voltaire, “comencemos aclarando los términos”. ¿Qué entendemos por huella digital? Se trataría de todos los rastros que dejamos al navegar por internet: los comentarios que hacemos en las redes sociales, fotografías o vídeos que subimos a las plataformas, los likes en las publicaciones, las descargas de apps, llamadas de Skype, uso de mensajería instantánea, registros de correo electrónico… un historial en línea que, potencialmente, puede ser visto por otras personas o almacenado en una base de datos.

El rastro indiscreto

También tenemos que saber que la manera en que funcionan los dispositivos móviles actualmente hace que generen una huella digital más indiscreta. Los smartphones reducen la capacidad de los usuarios de conectarse de forma anónima, ya que son los desarrolladores quienes tienen todo el control de la información que se envía a otros servicios o terminales.

Es más, muchas veces los servicios de localización están habilitados por defecto, o se incluyen en un conjunto de permisos que se solicitan al usuario al instalar la aplicación, por lo que podríamos ser geolocalizados al momento por cualquier persona.

Además de esto, están los llamados metadatos que vienen implícitos en las fotografías y vídeos que tomamos con nuestros dispositivos. Por ellos se sabe información como a qué hora fue tomada la imagen, en qué fecha, con qué teléfono y en qué ubicación.

Y, dicho esto, llega el momento “crisis”: ¿podría cualquier persona con unos mínimos conocimientos informáticos (sin tener que ser un ciberdelincuente, vaya) sacar esta información de nuestro contenido en redes sociales, blogs o foros, que previamente se hubiera descargado a su ordenador? La respuesta es sí y no. O depende.

Quién conserva los metadatos

Como nos confirma Javier Solueta, experto en ciberseguridad y análisis de riesgos para empresas, hay plataformas como Facebook, Instagram o Twitter que cuidan más la privacidad de sus usuarios y borran los metadatos de las fotografías y vídeos antes de ser publicados en sus perfiles (aunque sí guardan esa información, ojo, para poder “mejorar sus servicios y desarrollar otros”). Pero otras, como Flickr o Tumblr, o incluso el propio Google, no, ya que no alteran los archivos y conservan todos los metadatos.

Pero los metadatos no solo se encuentran en fotografías o vídeos, sino que están presentes en cualquier tipo de archivo digital, incluidos los textos o los PDFs, por lo que a la hora de pensar en cuidar nuestra huella digital y posibles crisis de reputación que nos puedan causar, también tendríamos que pensar en cualquier contenido que subamos a la red.

En el caso de ordenadores o portátiles, todo es mucho más sencillo, ya que podemos navegar en privado o borrar cookies, eliminando todo rastro de nuestra huella online, salvo por los contenidos o archivos que subamos a las plataformas.

Hábitos de “higiene” en ciberseguridad

Por todo esto, se hace más que necesario desarrollar hábitos de “higiene” básica en el campo de la ciberseguridad; y esto es algo que debemos aprender en casa y desarrollar los adultos, para luego poder educar en digital a nuestros hijos:

– No quedarnos con las configuraciones por defecto o preconfiguradas de apps y plataformas en las que nos demos de alta, sino personalizarlas según nuestras necesidades.

– Leernos las políticas de privacidad antes de aceptarlas (¡Sí, de verdad que se puede!).

– Utilizar diferentes correos, uno para los temas profesionales o personales, y otro para las compras online o configuraciones de redes sociales.

– Usar una tarjeta de prepago para los eCommerce o una tarjeta de crédito distinta a la utilizada normalmente.

– Utilizar contraseñas robustas de bloqueo de los dispositivos y de acceso a las aplicaciones o cuentas personales, y, si es posible, utilizar también la verificación en dos pasos.

– Mantener los dispositivos siempre actualizados y con sistemas antivirus.

Novedades y actualizaciones

Y, sin duda, lo mejor para evitar riesgos es conocer y estar al día de las novedades y actualizaciones en relación a las nuevas tecnologías. ¿Cuáles son los tipos de phising que se están utilizando últimamente para robarnos información?, ¿ha habido hackeos a las grandes plataformas?, ¿se ha visto comprometida nuestra privacidad o nuestros datos?

Porque, aunque siempre podamos clamar a Google esgrimiendo nuestro “Derecho al Olvido”, hemos de saber que de las 249.564 solicitudes o peticiones de retirada de URL o 76.947 de borrado que han recibido desde España (www.facebook.com, www.twitter.com y www.youtube.com están entre los dominios de la mayoría de las URL que han quitado de la “búsqueda” de Google), tan solo se ha llevado a cabo un 44’6 %.

Así que, como si de una enfermedad se tratase, ¡más vale prevenir que curar!


Laura Cuesta Cano, Responsable de Comunicación y Educación Digital en Servicio PAD. Profesora, Universidad Camilo José Cela. Co-founder de la Agencia Talk2Us Comunicación. Desde el año 2014, es la responsable de Contenidos Digitales del Servicio de Prevención y Tratamiento de Adicciones del Ayuntamiento de Madrid, además de Formadora de Equipos en Madrid Salud. Especializada en la formación a familias, docentes y menores para el uso correcto de las Nuevas Tecnologías, Educación Digital y Mediación Parental. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, se dedica durante años a la docencia tradicional, hasta que en el año 2007 enfoca su carrera profesional al mundo de Internet. “Cambiando cuadros por arrobas…”.
Este artículo fue publicado originalmente en 

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