Martes, 6 de septiembre de 2022. Liz Truss será la próxima primera ministra del Reino Unido. Tras dos meses de competición, los miembros del Partido Conservador la han elegido como su nueva líder. Ya solo falta que Truss viaje a Balmoral, en Escocia, donde será invitada formalmente por la Reina para formar gobierno.
Truss se convertirá en la cuarta líder y primera ministra tory en poco más de seis años. Es la decimoquinta Primera Ministra de la Reina Isabel, y la tercera mujer que ocupa el cargo.
Su rápido ascenso a la cima comenzó en 2010, cuando fue elegida por primera vez al Parlamento. Cuatro años después, se incorporó al gabinete de David Cameron como secretaria de Medio Ambiente. Posteriormente, fue secretaria de Justicia y luego secretaria jefe del Tesoro con Theresa May, y secretaria de Comercio Internacional y de Asuntos Exteriores con Johnson.
Truss es una libertaria económica declarada. Apoyó con entusiasmo la permanencia en el referéndum de 2016 sobre la pertenencia del Reino Unido a la UE pero posteriormente predicó los beneficios del Brexit y ha adoptado una postura notablemente beligerante contra Rusia por su invasión de Ucrania.
La marca de Truss de libertarismo económico, optimismo político y belicismo resultó decisiva en la contienda por el liderazgo de 2022. A pesar de una serie de meteduras de pata y giros en falso, su programa de reducción de impuestos, junto con su antigua lealtad a Johnson, le dio una ventaja sustancial sobre su rival directo, Rishi Sunak.
Como nueva primera ministra, Truss se enfrenta a una serie de retos enormes: una inflación galopante, unos costes energéticos desorbitados, el deterioro de los servicios públicos, las continuas huelgas y un gobierno independentista en Escocia. En el extranjero, debe hacer frente a la guerra de Ucrania y a las problemáticas relaciones con la Unión Europea.
¿Por qué dimitió Boris Johnson?
Truss sustituirá a Boris Johnson, que fue obligado a dimitir como líder conservador y primer ministro el pasado julio. La dimisión masiva de unos 60 ministros y otros cargos políticos, entre ellos Sajid Javid, secretario de Sanidad, y Sunak, ministro de Hacienda, se produjo en protesta por la mala gestión de Johnson de un escándalo en el que estaba implicado Chris Pincher, antiguo jefe adjunto del Gobierno.
Pincher dimitió de su cargo tras ser acusado de agredir sexualmente a dos hombres en un club privado. Pincher dijo que había “bebido demasiado” y se mostró avergonzado, pero negó las acusaciones y sigue siendo un diputado independiente. Surgieron otras acusaciones históricas de conducta sexual inapropiada, que plantean preguntas sobre lo que Johnson sabía y cuándo.
En un principio, Downing Street negó que Johnson estuviera al corriente de estas acusaciones cuando nombró a Pincher como jefe de filas. Más tarde se demostró que este desmentido era falso. Johnson también fue criticado por no haber suspendido inmediatamente a Pincher del partido, ya que sólo lo hizo después de recibir intensas presiones desde sus propias filas.
Pero el poder de Johnson era tenue incluso antes del asunto Pincher. Una serie de escándalos demostraron su falta de rigor en la vida pública. Varios conservadores le habían pedido que dimitiera por el partygate, es decir, por las revelaciones sobre las reuniones etílicas en Downing Street, que desafiaban las restricciones de la COVID-19, y que finalmente se tradujeron en multas policiales para Johnson y su esposa.
La propia conducta de Johnson se había convertido en una distracción indefendible. Nada menos que el 41% de los diputados conservadores votaron contra él a principios de junio.
La percepción de la falta de dirección de Johnson fue una segunda fuente de descontento. Podía afirmar que había “conseguido el Brexit”, pero ¿qué iba a hacer su Gobierno a continuación? Se hablaba mucho de “nivelación” pero poco de sustancia práctica. Los problemas se vieron agravados por la inminente crisis del coste de la vida y el aparente caos de su operación en Downing Street.
Por último, Johnson había llegado a ser visto como un lastre electoral. Los conservadores estaban por detrás de los laboristas en las encuestas de opinión desde finales de 2019 y, más recientemente, habían perdido una serie de elecciones parciales frente a los laboristas y los liberales demócratas. Los diputados conservadores, especialmente en los escaños marginales, estaban preocupados.
El asunto Pincher resultó fatal para Johnson porque aprovechó directamente estas fuentes de descontento. Los partidarios de Johnson afirmaron que su propio partido le había apuñalado por la espalda, pero tras repetidos tropiezos, simplemente había tropezado con su propia espada.
¿Por qué no ha habido elecciones?
La elección del sucesor de Johnson es un asunto exclusivo del partido conservador en el gobierno. El Reino Unido es un sistema parlamentario en el que el gobierno de turno lo forma quien consigue la confianza de la Cámara de los Comunes. En la práctica, esto suele significar el líder del partido que obtuvo la mayoría de escaños en las últimas elecciones generales.
Cuando un primer ministro dimite a mitad de una legislatura, no hay necesidad constitucional de celebrar nuevas elecciones generales. En su lugar, el partido en el poder elige a un nuevo líder y, por tanto, al nuevo primer ministro.
Los primeros ministros que asumen el cargo de esta manera no son inusuales. Desde 1945, ocho primeros ministros comenzaron con la victoria en unas elecciones generales, mientras que nueve lo hicieron a mitad de legislatura.
Los partidos políticos tienen sus propias reglas sobre cómo seleccionar a un nuevo líder. Antes de 1965, los nuevos líderes conservadores surgían de consultas con los altos cargos del partido. Desde entonces y hasta 1998, los nuevos líderes fueron elegidos exclusivamente por los diputados conservadores. A partir de entonces, han sido elegidos mediante un proceso de dos fases en el que los diputados seleccionan a dos candidatos, y luego los miembros del partido –en el caso de los conservadores, unos 180.000 miembros que pagan cuotas– hacen la elección final.
En la primera fase del concurso para sustituir a Johnson participaron ocho candidatos. Tras cinco rondas de votaciones entre los diputados conservadores, Sunak, excanciller, quedó en primer lugar con 137 votos (38,3%), Truss, entonces ministra de Asuntos Exteriores, quedó en segundo lugar con 113 votos (31,6%), y Penny Mordaunt, ministra de Estado para la Política Comercial, fue eliminada de la carrera con 105 votos (29,3%)
A continuación se celebró una votación entre los miembros del partido, para la que Sunak y Truss pasaron gran parte de julio y todo agosto pidiendo apoyo. Al final, Truss se impuso a Sunak por 57% a 43%.
¿Qué pasa ahora?
La tarea inmediata de Truss será formar un gobierno. Las personas que incluya en su gabinete marcarán el tono de sus relaciones con su partido. Truss ganó el liderazgo porque fue la elección de los afiliados conservadores, no el candidato preferido de sus diputados. El periodo de luna de miel podría ser breve, especialmente si los conservadores siguen languideciendo por detrás de los laboristas en las encuestas.
Sobre todo, Truss tendrá que gestionar las expectativas de su partido sobre las próximas elecciones generales. Todos los primeros ministros que asumen el poder son recibidos con peticiones para que se celebren elecciones inmediatas con el argumento constitucionalmente espurio de que no han sido elegidos.
Al mismo tiempo, los primeros ministros que asumen el poder quieren su propio mandato de los votantes. Esto refuerza su autoridad y les permite empezar con un nuevo conjunto de compromisos.
Truss tiene el poder de convocar elecciones generales a voluntad. Si los conservadores disfrutan de un rebote sostenido en las encuestas, Truss tendrá que calcular si es mejor consultar al país antes, a sabiendas de que la situación económica puede deteriorarse, o esperar hasta el último momento, con la esperanza de que las cosas mejoren.
Si no se produce ese impulso, esos cálculos serán discutibles, y es probable que el parlamento elegido de 2019 complete toda la legislatura. Los votantes tendrán entonces la oportunidad de emitir su veredicto sobre el nuevo primer ministro británico a más tardar en enero de 2025.
Nicholas Allen, Reader in Politics, Royal Holloway University of London
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