por Francisco Villanueva Navas.
Consumimos recursos a un ritmo mayor al que el planeta puede producir, y contaminamos a una velocidad superior a la que La Tierra puede tolerar. Es que la histórica falta de preocupación por el cuidado ambiental, y la explotación indiscriminada de los recursos naturales ya ha derivado en una situación límite. Las responsabilidades son compartidas, en distinta medida, por todos los países que ahora están llamados a resolver la preocupante situación. Uno de los recursos que la humanidad consume vorazmente es el energético, como es el caso de los combustibles fósiles, que la naturaleza no puede recuperar.
Una alternativa para el desarrollo energético sostenible radica en la sustitución del consumo de hidrocarburos por fuentes de energía renovable. Con los excedentes de energía renovable, más agua, es posible producir hidrógeno; un combustible que se puede almacenar, transportar y luego utilizar en múltiples aplicaciones, obteniendo nuevamente agua y energía como únicos productos. El uso del hidrógeno como transportista energético puede mejorar sustancialmente el aprovechamiento de las energías renovables.
La movilidad es uno de los posibles campos de aplicación del hidrógeno. Es el caso de coches, autobuses y otros vehículos a hidrógeno, que varias empresas en el mundo están desarrollando. El concepto de “Power to Gas”, por ejemplo, consiste en aprovechar excedentes energéticos de fuentes renovables, especialmente eólicas, para producir hidrógeno e inyectarlo en las redes de gas natural. Este proceso se está empezando a promover en países como Alemania entre otros.
Los pasos dados a partir de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero en relación con las licitaciones de energía eólica y solar colocó a España en vanguardia de esta energía nueva pero inexplicablemente se ha dejado abandonado todo el plan de crecimiento para tiempos venideros. Si bien estas medidas que se mantienen representan un avance significativo para el país, aún estamos lejos de que el aprovechamiento de la energía renovable pueda ser implementado en forma particular por la población en general. Esto sería avanzar en el camino hacia la generación distribuida. Menos aún en los sectores económicamente más vulnerables, pues los sistemas hogareños de aprovechamiento de energías renovables -como pequeños paneles solares, aerogeneradores y los sistemas periféricos necesarios para su funcionamiento- son caros y, por ahora, no están al alcance de los sectores económicamente rezagados.
Por otra parte, en los sistemas centralizados de generación de energía, como todavía es el nuestro, el usuario individual no percibe si la energía eléctrica que consume proviene de una central termoeléctrica o de un parque eólico. Pero el impacto del desarrollo de las energías renovables en la población puede ser indirecto, a través de la generación de puestos de trabajo vinculados al sector. En este sentido, si el crecimiento del parque de generación de energías renovables previsto en la ley se planificara junto con una adecuada promoción de la participación de la industria nacional, podría haber un significativo impacto social positivo. Esta transformación de la matriz energética a nivel global representa uno de los más importantes desafíos tecnológicos para la humanidad. Su implementación requiere de la determinación y el consenso de todos los países.
Las próximas generaciones de profesionales y, en particular los ingenieros, tendrán un rol central. Estos requerirán una fuerte formación multidisciplinaria, ya que el desarrollo de las energías renovables precisa de la contribución de muchas especialidades.
Hoy en día el cuidado del medio ambiente es un compromiso social del que no escapa ninguna profesión. Aquellos futuros profesionales que decidan dedicarse al diseño e implementación de sistemas de aprovechamiento de energías renovables, estarán asumiendo un compromiso y generando una tarea, de gran impacto social.
@FranciscoVill87
Francisco Villanueva Navas es economista y periodista financiero.
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